Capítulo 45

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—Lauren, ¿dónde estabas, hija? —preguntó mamá, al vernos llegar a Daniel y a mí a la fiesta.

No supe cuánto tiempo Dan y yo estuvimos en su penthause, pero había sido un momento bastante tranquilo y donde pude lograr calmarme. Hasta me había quedado dormida a su lado cuando estuvimos en esos momentos silenciosos que era todo lo que deseabas cuando tu vida era un completo caos. Luego, él mismo me despertó porque ya habíamos estado bastante ausente en la fiesta y mis padres como los demás iban a empezar a preocuparse. Muy a mi pesar acepté volver a la fiesta, porque estaba a punto de pagar para quedarme en algún hotel barato. Pero Dan no me lo permitió y me convenció de que volviéramos.

Mamá tan pronto nos vio entrar se acercó a nosotros, sin nadie que la siguiera, pero se notaba que ya, por lo menos, sabía que había ocurrido algo porque se le veía muy preocupada.

—Paseando. —respondí con simpleza.

—Oh —me miró con recelo. Después miró a Daniel—. Veo que estabas con Daniel.

—¿Algún problema con eso, madre?

—Sí. Que quiero hablar contigo. —me habló con dureza.

Y yo lo que menos quería era hablar; sólo terminar con la mala noche que estaba comenzando a tener.

Suspiré con exasperación y me pasé las manos por el rostro: estaba a punto de explotar contra mamá y no quería volver a discutir con alguien, pero ella también era otra que me sacaba de mis casillas, algunas veces.

—Yo no, mamá, ahora no. Permiso.

Pasé por su lado y me escabullí caminando directamente hacia un mesero que estaba repartiendo champaña. Tomé una copa y me la llevé a los labios dándole un pequeño sorbo, luego le di otro, y largo, y me lo terminé bebiendo completo. Dios, ya volvía a tener ansiedad. Tal vez mamá sí se había dado cuenta que algo había pasado o que Frank le hubiera contado, pero todo parecía viéndose normal y Liam seguía viéndose feliz con Katrina. Eso me alivió mucho, no quería que se enterara que había vuelto a discutir con Frank.

—¿Por qué tan sola?

Me volteé hacia la voz que había escuchado y vi a Meredith, sonriéndome. Suspiré y me quedé unos segundos viendo hacia un punto fijo, pensativa.

—Sola estoy siempre. —me encogí de hombros.

Meredith contuvo una carcajada y bufó.

—Pero, ¿qué dices? ¿Que no tienes novio?

Negué con la cabeza.

—¿Amante, algo? —siguió preguntando, con una ceja enarcada.

—Amante, puede ser.

Ella soltó una pequeña risita y suspiró con hastío.

—Oh, qué bien. ¿Está aquí?

—Vive en Florida, igual que yo.

«¿Qué estaría haciendo Nathaniel en estos momentos?», me pregunté.

La última vez que había hablado con él había sido hacía dos días, y ya comenzaba a echarle un poco de menos. Me había comenzado a acostumbrar a sus manías de una forma cotidiana, y ahora que no lo veía en un fin de semana, cuando ya me estaba yendo pésimo, se me hacía bastante extraño, y hasta un poco «inusual», no verlo. Verdaderamente comenzaba a extrañar mi hogar y no aguantaba las ganas de que fuera domingo por la mañana, para irme. En serio, no aguantaba ni un minuto viendo o estando siquiera en el mismo lugar que mi propio padre.

—¿Y son sólo amantes, de verdad? —preguntó Meredith, mirándome con una sonrisa divertida bailando en sus labios.

Asentí con la cabeza.

Mi Amigo con DerechoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora