Prólogo

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Diez años atrás

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Diez años atrás.

Algún día volveremos a este lugar y veremos a nuestros hijos crecer —dijo mirándola con adoración—. Algún día Keira.

—Tal vez pueda hablar con mamá y explicarle —respondió entusiasmada. Tal vez Blair y mi cuñado puedan ayudarme.

—No. —Su semblante se oscureció—. No digas nada, sabes que nadie puede saber de esto.

—Blair puede ayudarnos —insistió—. Ella es buena.

—¡He dicho que no! —dijo con dureza—. Nadie debe saberlo, ¿es qué no lo entiendes? Eres menor, además de que yo no tengo el dinero ni pertenezco a tu círculo.

—Pero nos queremos —dijo alejándose enfadada—. ¿O soy la única que está enamorada?

—Claro que no —respondió de inmediato—. Es solo que ahora no puedo protegerte y lo único que vamos a lograr es que nos separen.

    Ella se alejó hasta colocarse parada recargándose sobre el pequeño barandal del muelle tratando de comprender la resistencia del hombre a hacer público su amor; sin embargo se prometió ser paciente con él.

    Observó el rostro del chico y sonrió, sin duda era el hombre más guapo que había visto jamás y estaba convencida de que nunca podría enamorarse de otro que no fuera él, estaba segura de que jamás habría para ella un amor más grande que el suyo.

    Extendió los brazos para sentir la brisa del mar y después se abrazó a sí misma en un gesto de confort. Sabía que iba a ser difícil pero no imposible.

   Se giró para verlo pero él miraba hacia otro lugar con el ceño fruncido.

—¿Qué pasa? —dijo preocupada girando el rostro hacia donde él veía—. ¿Está todo bien? Deja de preocuparte que nadie viene hacia acá, somos los únicos.

    Él sonrió mostrando sus hoyuelos y después se pasó las manos por el cabello.

—No pasa nada —finalizó.

    Llevaban horas parados frente al mar, mirando el ir y venir del agua abrazados, disfrutando su compañía mutua, disfrutando de sus besos.

—Es hora de irte —aseguró el joven con un gesto de desagrado—. Llevas muchas horas acá y tu madre puede sospechar.

—Solo un poco más. —Remoloneó apretándose a él más.

—Keira vete ya. —Su tono se volvió duro—. Es tarde y te meterás en problemas.

    La chica suspiró sabiendo que tenía razón pero no por ello dejaba de pesarle.

—Algún día —repitió—. Algún día podré traerte a este lugar y pasear contigo sabiendo que no hay de que escondernos.

—Promételo —respondió—. Promete que un día seré tu esposa.

    El chico lo prometió no sin antes darle un beso y jurarle amor eterno.

Amor de habitación (Serie Amores 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora