E. Enamorada. 🐻

318 67 8
                                    

-Pensé que era algo pasajero. Pensé que debía dejarlo ir -una de las lágrimas derramadas rodó por su mejilla- Pero no es así. Tú me gustas. ¿Está mal eso?

Una semana antes...

—¿Qué sucede Kang?

—Va a haber recorte de personal. Estoy nerviosa.

—No deberías preocuparte tanto -MinKi la acercó a él- Eres una buena trabajadora.

—Pero soy la más joven y la más nueva. No quisiera pensarlo. Pero soy el blanco más probable. Incluso la señora Park está nerviosa. No sé qué pensar al respecto.

—Ten más confianza en ti.

Ella le dedicó una dulce sonrisa. Se vio necesitada de un abrazo por parte de su mejor amigo de la infancia. Era bonito poder tener a alguien que haya perdurado por los años.

—¡Kang! -gritó la señora Park- No te pagan por ligarte al sobrino del dueño. Será mejor que te pongas a trabajar -finalizó con una imagen firme-.

—No me agrada -comentó MinKi-.

—Es nuestra mayor. Debemos respetarla MinKi.

Arrastró sus pies con el trapeador en mano. Sí bien estaba nerviosa por todo el trabajo extra y el recorte de personal en el ámbito sentimental se sentía en el paraíso. Las cosas con JungHo iban bien. En ocasiones ellos llegaban a pelear. Se enojaban por cosas sin sentido, pero nada que una buena actitud por parte del contrario pudiera arreglar. Era demasiado para ella que alguien la tratara bien. Dejó de sentirse sola.

Las horas de su turno habían maltratado su cuerpo y robado sus energías. Cuando terminó su última tarea recogió sus cosas y fue directamente a su casa. Al llegar no podía evitar querer aventarse a la cama. Antes de eso, cambió su ropa y revisó su teléfono. Estaba muerto.

Después de un rato de ponerlo a cargar se dio cuenta de que tenía una infinidad de mensajes esperando en su buzón de entrada. Todos de JungHo. Su corazón dió un golpe contra su pecho cuando escuchó los estruendosos golpes en la puerta de su apartamento. Era tarde, no esperaba a nadie.

Temerosa se acercó hasta la puerta. Sostenía el teléfono entre sus manos y tragaba saliva. Antes de tomar el picaporte marcó el número de emergencias, su pulgar permanecía en la espera de llamar. Abrió la puerta. Pero no era un maleante el que estaba en frente de ella. El chico pelinegro estaba de pie. Sus ojos estaban rojos y olía alcohol con notoriedad.

Poco a poco estaba cayendo. Los mechones de cabello cubriendo su frente, sus labios delgados y estatura apenas conveniente. Físicamente Jung era el tipo ideal de cualquiera, la manzana de la discordia interpretada en una persona. Pero la castaña había encontrado algo más en esa imagen casi perfecta... La dureza de la vida. Cómo pequeñas pistas en medio de una farsa bien establecidas, los traumas y miedos de él salían a flote en la intimidad de una conversación vespertina. Quizás era el que ella se veía reflejada en cierta parte.

Se sentía triste. Ese día ella odió más que nada el sufrimiento de un encantador hombre. No eran de la misma edad, no pertenecían a la misma clase social, tenían ocupaciones distintas, y un círculo social reducido a un amigo en común. ¿Y que importaba eso? Porque ella ya había decidido que las diferencias eran invisibles.

—¿Q-Qué tienes? -invitándole a pasar-.

—Seul bi -hipo- Me gustas mucho.

No pudo evitar sonrojarse.

—¿Estás bien? ¿Por qué has bebido se más?

—Me gustas mucho -repitió-.

—Estás muy ebrio -esperaba su declaración, pero era imposible no sentir decepción de que fuera de esa manera- ¿Quieres ir a recostarte? Podemos ir a... -golpe- ¡Auch!

Sus muñecas estaban pegadas contra la pared verde pistacho. Su respiración era acelerada y sus ojos viajaban nerviosos en las frías expresiones del contrario.

—Me duele -le dijo-.

—¿Y? -sin despegar su vista de ella-.

—Suéltame por favor.

—No quiero.

—Jung...

—¡No quiero! -las venas se marcaban en su cuello. A la distancia que estaban ella las apreciaba con nerviosismo-.

No dijo nada más. Esperaba que la dejara pronto. Se miraron unos segundos y él se acercó a sus labios con lentitud. Sin embargo el olor penetrante a alcohol más la vergonzosa situación hizo a SeulGi a apartarse de sus intenciones. Eso sólo lo molestó más...

La tomó de la cintura con brusquedad, ella sentía sus dedos enterrándose en sus angostas caderas. Quería correr, gritar, pedir ayuda. El miedo la había paralizado. Sintió un fuerte golpe cuando cayó de espaldas contra el piso forrado de una suave alfombra. Él acomodó sus piernas a cada costado de su cuerpo. Empezó a llorar, lágrima tras lágrima siendo silenciada por el nudo en su garganta. Forcejababa. Los únicos sonidos dentro de la habitación eran los golpes de sus codos cada que intentaba zafarse de su apresor y la boca de JungHo succionando la piel de su cuello.

No quería. No podía. Estaba asustada y al mismo tiempo herida. Estaba siendo agredida por alguien con quién empatizaba demasiado bien. Sus ojos expulsaban dolor en cada gota y entre sus acuosos sollozos y el húmedo beso del azabache su cuerpo estaba a merced del frío.

Paró. El toqueteo sucio de su pretendiente cesó y ahora sólo le sentía temblar sobre ella. Por un momento pensó que se trataba de algún efecto del alcohol, no podía confiarse y bajar las defensas. El tiempo de quietud se extendió, había probabilidades de que se hubiera dormido. Pero no. Estaba llorando. Su querido chico estaba llorando sobre su pecho como un pequeño niño y ella pudo jurar que escuchó cómo su corazón afligido se comprimía con brusquedad. Después de todo era sólo el alcohol. Jung no podría atreverse a hacer algo así. Lo sostuvo en sus brazos. Lloraron juntos hasta que cayeron dormidos.

🐻🐻🐻

AreMF. 🖤

Ya sé que todos esperan el momento de salseo SeulDy. Pero tengan paciencia, de verdad que toda esta trama no irá en vano.
Ya es viernes. Disfruten de su bonito fin de semana. Gracias a los comentarios y esos votitos que me animan.
Nos leemos el lunes.
Y por supuesto, las jamón con queso UuU 🧀

Yeah, You. (SeulDy)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora