H. Hunter.

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Un paso, dos pasos.

Volteó y lo miró seria.

Dos pasos, tres pasos.

Seguía con ella.

Tres pasos, cuatro pasos.

-¡No hagas esto más difícil!

Seis pasos, ocho pasos.

-Ya sé, eres adorable. Pero de verdad que no puedo. Además, ¿cómo se supone que te voy a alimentar? -ladrido- No es tan fácil como parece -se da la vuelta-.

Doce pasos, veinte pasos.

-Bien. Haz lo que quieras. No pienso dejar que te regreses conmigo a casa. Llevamos un tiempo de esta manera y creo que lo mejor sería llevarte a la perrera.

Esta vez dejó que la siguiera. El perro grande y negro caminaba sobre sus huellas en la nieve. Era época de invierno, con festividades cerca y ellos recorriendo la tarde cuando no había casi nadie. Ella tenía en el cuello una bufanda de azul grisáceo y el cabello castaño que le llegaba a los hombros. Pasaron por varias tiendas antes de llegar a la perrera.

Al pasar frente a una tienda de ropa, vio a través del mostrador un hermoso vestido blanco. El maniquí acomodado en una posición conveniente. Elegante y delicada. Una de las trabajadoras la miró a través del vidrio mientras acomodaba otro vestido. Ella se rió y Wendy no pudo evitar sentirse avergonzada, después de todo, los tenues colores de su reflejo solamente dibujaban una figura "desproporcionada". Aquel animal de negro brillante le lamió la mano. Se miraron y el giró la cabeza para después frotar su nariz contra la mano de Son.

Siguió caminando. Las luces de la calle comenzaban a encenderse y ella respiraba el aire frío. Finalmente llegaron, el perro en ningún momento dejó de seguirla. Antes de entrar a la perrera -que funcionaba también cómo veterinaria- lo miró una vez más. Orejas largas y unos ojos brillantes con la lengua de fuera. Se puso firme, bien, lo iba a hacer. Entraron y le dijo al joven que atendía:

-¿Puede hacer un documento de adopción?

No fue tan firme cómo lo esperaba.

-Por supuesto -respondió-.

Rellenó algunas formalidades, pagó por croquetas, dos platos, una correa y un collar sin los datos. Seguido tomó la bolsa y se marchó con el perro estrenando su nuevo accesorio y sujetado por la correa. Había gastado lo que tenía destinado para el gimnasio en un perro y lo mejor por ahora antes de tener que ver la cara de su padre otra vez era conseguir un empleo.

No había nadie cuando llegaron a casa. Ella puso un par de periódicos en el pórtico y se llevó el resto de la tarde-noche en enseñarle dónde debía hacer sus necesidades.

-Es bastante fácil cuidarte a decir verdad. Eres muy obediente.

Entraron de nuevo a la casa y ella se acomodó en el sofá. Sin embargo el canino se subió en el mueble también mientras la aplastaba. De esta manera se desató una pelea de ella tratando de regresar el perro al suelo y poder ver cualquier tontería en el televisor. Pero no lo logró. Finalmente fueron a la cocina y Wendy preparó para ella un sándwich de pavo. Algo ligero, no quería que las calorías fueran en aumento. Aunque era alarmante que haya sido su única comida del día. Le sirvió y comieron en silencio.

-No tenía planeado que llegaras aquí. A decir verdad, es demasiado cómodo para mí -mastica- Ni siquiera te he puesto un nombre. Bien, eres grande, peludo. Se nota que eres todo un brabucón -ladrido- A eso me refiero. Necesitamos algo que se adapte a tu personalidad. Hmmmm... -come- Fluffy -ladrido- Ya, tienes razón. Llamémoste Mimi -ladrido- Oh, ya sé, eres macho...

Yeah, You. (SeulDy)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora