♣ Capítulo 15: Otra vuelta al sol

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—¿Y qué haces?

—Nada la verdad, solo miraba superficialmente mis apuntes a ver si la materia entraba por arte de magia a mi cerebro.

—¿Funciona?

—No estoy segura, déjame ver… mmm, no ¿Y tú?

—Hablo contigo.

—Además de eso Gabriel—reí.

—Estoy mirando feo Word a ver si me acepta la palabra inconstitucional como bien escrita.

—¿Funciona?

—Déjame ver ¡Sí! ¡Ah! No, volvió a ponerse roja.

Acomodé mis adoloridos músculos nuevamente, procurando no dejar caer el celular de mi pecho. Hablar por altavoz puede ser muy cómodo algunas veces. Agatha de estiró con pereza y quedó de espaldas con la boca abierta, mientras que Benito ronroneó al acercarse a mi cuello.

—¿Qué es ese sonido?

—Es Benito.

—¿Benito?

—El hijo de Agatha.

—¿Agatha tuvo un hijo?   

—Estaba preñada antes de que te fueras ¿Recuerdas?

—Sí, ahora sí ¿Solo tuvo uno?

—Tuvo nueve. Me costó un mundo regalarlos todos, al final me quedé con Benito porque Agatha se acostumbró a tener compañía. Gatos mañosos—ella soltó una carcajada.

—Bueno, te imagino todo amargado, solo, y con diez gatos.

—Te faltó mencionar lo de las llamadas.

—Claro. Amargado, solo, con diez gatos, y llamando patéticamente a mi padre a diario.

—El patético no era necesario.

—Acéptalo, es gratis—bufé fingiendo molestia y ella se limitó a reír triunfante.

Solo habían pasado dos días y tanto mi cuenta telefónica como la suya habían aumentado al doble, de cualquier manera no uso mucho mi teléfono, así que hasta una llamada equivocada puede aumentar mi cuenta al doble.

Todo esto de “ir lento” incluía también no vernos tan seguido como yo esperaba, aunque su régimen del terror parecía no afectar el contacto telefónico, por cual yo abusaba de ese medio de comunicación de manera grosera. Lo gracioso es que cuando yo no la llamaba ella lo hacía y así nos pasábamos el rato, hablando de lo mismo una y otra, y otra vez.

—Y bien ¿Cuánto le falta a tu tesis?

—¿Cuánto te dije que le faltaba hace tres horas?

—Me dijiste que te faltaba revisar dos líneas.

—Aha. Ahora me falta revisar dos líneas.

—¡Gabriel! ¿Es que acaso no quieres convertirte en abogado de una buena vez?

—Claro que sí, pero para eso aún falta mucho. Entrego la tesis este año, pero luego debo dar el examen de grado el próximo año y después debo pedir hora al juzgado para ir a jurar… técnicamente lo único que tendré para final de año será un cartón que acredite que terminé la universidad.

—Creí que era más rápido alg…—el sonido de la línea descolgarse la interrumpió.

—¡Camila llevas una hora en el teléfono!—era la voz chillona de Alicia.

—Alicia, no es de mujeres decentes entrometerse en la conversación de otra persona.

—Necesito usar el teléfono—musitó en tono neutro.

La casa de puertas rojasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora