—Y ya quedó, como siempre digo, no hay nada que un poco de teflón y pegamento para PVC no arregle—la abuela juntó las manos contenta y me acercó un trapo para limpiar mis dedos. En el transcurso de las últimas horas había cambiado de planes, en vez de apuntar a Alicia, mis esfuerzos se redirigían hacia la abuela Ester. Ella era la verdadera cabeza del clan, Alicia la escuchaba, los chicos la escuchaban y Héctor prácticamente la idolatraba.
Si le caía bien a la abuelita tenía a la familia completa en mi mano. Se sentía como maquinar un golpe maestro, planear una invasión a Rusia o algo por el estilo.
Camila pasaba a mi lado de tanto en tanto y me miraba con desaprobación, no estoy seguro si era porque quería pasar más tiempo conmigo o porque mis intenciones de seducir su abuela eran demasiado descaradas, pero lo cierto era que no le agradaba del todo que yo estuviera poco menos que rearmando la casa de la señora Ester. Tampoco le agradaba que la abuela me tratara con tanta familiaridad ¿Se puede estar celosa de tu propia abuela? Porque Camila lo parecía.
—Es ridículo—dijo en cuanto salí al patio trasero para cortar algo de leña—pareces un tonto tratando de agradarle a mi abuela.
—¿Celosa?
—¿Cómo demonios crees que voy a estar celosa? ¡Es una mujer de ochenta y tantos años! ¡Santa virgen de las papayas que esto es ridículo!
Puso los brazos en jarras y me miró como reprendiéndome. Realmente no sabía lo que le pasaba así que solo la ignoré y comencé a cortar leña a la mitad para luego meterla a la leñera ¿Les he comentado lo bueno que soy con las hachas? ¿Sí? ¿Ya lo hice? Ok, sigamos.
—No sé porque te comportas así—dije antes de partir un leño a la mitad.
—¿Comportarme cómo?
—Así, como si estuvieras celosa.
—¿De mi abuela?
—¡Sí!¿Tienes claro que no me iré con ella?
—¡Oh por dios, esto es un estupidez!
—Camila te buscan—gritó su padre desde dentro de la casa.
Ella se volteó y aviso que ya iba. Me miró por unos momentos y luego se fue.
Martín llegó justo detrás, traía un balón en las manos y cara de tedio máximo. Arrugó la nariz en cuanto me vio pero aun así se acercó a mí.
—Me caes mal—dijo sin pudor mientras me regalaba una mueca de profundo asco—¿Quieres jugar a la pelota?
—Pero te caigo mal ¿No?—me hizo algo de gracia. Era un chico con principios aun cuando necesitaba algo de ti.
—Podemos ser de equipos rivales ¿De qué esquipo eres?
—Universidad de Chile—hizo un mohín y apretó la pelota más fuerte contra su cuerpo.
—Yo también.
Reí.
Decidí entonces jugar un rato con él, todos estaban muy ocupados con “cosas de grandes” y el pequeño Martín solo quería entretenerse.
Para ser honesto soy bastante bueno en el futbol, mejor que la mayoría, el problema va en que soy el peor de mi familia, incluso Lena es mejor que yo, es arquera y nunca nadie le mete un gol, así que no sabía lo entretenido que podía llegar a ser jugar con alguien no tan bueno.
Ya, ya, que Martín tiene nueve años, lo sé. Aun así me entretuve ganándole. A él tampoco le molestaba perder constantemente, lo tenía hipnotizado con mi capacidad intrínseca para dominar, me miraba con adoración cada vez que hacía un truco y hasta le terminé enseñando un par de técnicas. Me la pasé bastante bien. Quizás se debe a que me encantan los niños.
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La casa de puertas rojas
RomanceTengo un par de problemas últimamente ¿Dije últimamente? Quise decir toda mi vida. Partiendo por el hecho que a estas alturas la única persona que me escucha es una anciana que acabo de conocer en la sala de embarque del aeropuerto, seguido de que m...