♣ Capítulo 23: Más vale tarde...

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—Gabriel ¿Puedo hacerte una pregunta?—pregunta Moira.

—¿Qué?

—¿Es éste tu hermano Vicente?—abre una revista y me muestra la cara de mi hermano en todo su esplendor. En el título se lee: Joven pianista nacional triunfa en el viejo continente.

—Sí, ese mismo.

Magda toma la revista en sus manos y revisa el reportaje.

—Es muy guapo, no se parecen en nada ustedes dos—dice la anciana admirando el rostro concentrado y bien iluminado de mi hermano.

—¿Qué significa eso?

—Nada, solo que son demasiado distintos. Él es rubio, tú pelinegro, él no usa lentes, tú sí, él se joven y vivaz y tú…

—Ya, entendí, no más aclaraciones.

—Acabo de ganarme una beca para estudiar en la Universidad de música y arte dramático de Viena…—suelta Moira, tanto Magda como yo la miramos con asombro—soy concertista en piano.

—Vicente estudió ahí.

—¡Tú hermano aprobó mi solicitud para la universidad! Él estuvo en mi audición, se ofreció a ser mi padrino ¡No sabía que iba a ser padre! ¡Jesús, el mundo es un pañuelo!

—Sí, nacerá en abril, es una niñita, aún no deciden el nombre. Se casaron hace una semana, solo por el civil, nada muy romántico, Dena no es de las románticas.

—¡Se casaron! ¿Pero cómo? ¿Vicente se tomó bien lo del bebé?

—Claro que sí, la verdad es que Vicente se enamoró de la pequeña desde que supo que venía. Él y Dena nunca debieron separarse. Al parecer, si yo soy el rey del país de los imbéciles, Dena es la primera ministra. En fin, al final todos entraron en razón…

La mañana del día siguiente, luego de que mi hermano tuviese que comprarle su pasaje al doble del precio real a un turista, llegó al departamento ofuscado y preocupado. No tenía idea de lo que le esperaba…

Tres guardias de seguridad pasan corriendo mientras hablan por sus comunicadores. «Código naranja» repiten varias veces. La gente se inquieta.

—¿Qué habrá pasado?—pregunta Magda al aire.

Me encojo de hombros y continuo la historia.

—¡Como demonios no me dices! ¿Qué tienes en la cabeza? ¿Crees que terminar conmigo iba a arreglar algo? ¡Se supone que tú, por sobre las demás personas, debes saber que nunca me iría y te dejaría sola! ¡Santa mierda! ¿Qué estabas pensando Dena?

Los gritos de mi hermano se escuchaban fácilmente por toda la capital. El escandalo era tan que ya varios vecinos habían venido  preguntar si estábamos bien, por lo menos yo y mi madre estábamos bien, no se podía decir lo mismo de Dena y Vicente. Si Vicente le gritaba Dena le gritaba el doble de fuerte.

En todo el tiempo que estuvieron juntos—casi un año—no los escuché gritarse. Peleaban, pero por lo general lo resolvían como gente civilizada. Pero ahora aparentemente estaban recuperando el tiempo perdido.

—¿Y que querías que hiciera? ¡No eres la persona más madura del planeta!

—¿Qué mierda dices?

—No lavas tu ropa, despilfarras tu dinero ¡Aun vives con tus padres!

—¡Vivo en otro país la mitad del tiempo! ¿Para qué comprar un departamento? Y claro que no lavo mi ropa, estoy todo el tiempo solo en Viena ¿Es un pecado querer que alguien me regalonee un poco? Y… ¿En que más quieres que gaste mi dinero? No tengo casa propia aquí ni allá ¡Me sobra un montón a fin de mes! ¡Más del que puedo ahorrar! ¡Maldita sea Dena, estás siendo irracional!

La casa de puertas rojasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora