Capítulo 11

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-¿Cómo estuvo? -preguntó Calum luego se sentarse a mi lado en el sillón detrás de bastidores. El recital había terminado hacía ya casi una hora, y estábamos listos para irnos.

-Terrible, suenan cada vez peor -comenté bromeando.

-Oh, lo sabemos -agregó Michael desde el otro lado de la habitación, y lo acompañó con una risita que se esfumó en el aire en segundos.

Luego todos comenzaron a reír, y a bromear, y a ser felices en su pequeño mundo abstraído de mi triste y confusa realidad. Anna no soltaba la mano de Michael ni por casualidad, y Ashton y Kate se negaban a despegarse el uno del otro.

Luego, estábamos Dylan y yo, no sabiéndo bien qué éramos, pero aún muy cercanos el uno al otro. Calum se había apoderado del sillón más grande, y estaba recostado sobre él, descansando un poco. Luke, por último, no decía nada. Estaba callado, y obviamente encerrado en su cabeza, y me molestaba que fuera así. Me molestaba que caminara de un lado al otro con su botella de agua en la mano, me molestaba que su cara no demostrase nada más que enojo, me molestaba que me mirara constantemente.

Ashton sugirió ir a comer algo juntos. Como siempre, su departamento se convertía en el lugar de encuentro constante para la banda y sus amigos cercanos. Incluyéndome.

Los chicos juntaron sus cosas, y minutos después estábamos llegando nuevamente al edificio donde Kate y Ash vivían felizmente. Apenas bajamos de los varios autos en los que fuimos, esperé a Kate y la aparté un poco del grupo.

-Quiero ir a casa -le dije, intentando que nadie más escuche mientras caminábamos a la entrada.

Me puso una cara desagradable, y abrió la boca con la clara intención de comenzar a darme una muy elaborada explicación acerca de por qué debería quedarme, pero se vio interrumpida por algo que en verdad no estaba necesitando en ese momento.

-¿Podemos hablar? -Luke se había separado un poco del grupo también, que ahora estaba a unos metros de nosotros, y nos había esperado para enfrentarme.

Kate salió disparada inmediatamente para alcanzarlos, dejándome sola con él. Yo no lo había notado, pero su mano, fría y envolvente, había alcanzado la mía en el afán de llamar mi atención.

-Claro -dije confusa- ¿Qué ocurre?

-No me gusta todo esto -comenzó. Había una seriedad en su voz que no me agradaba en absoluto.

-¿A qué te refieres?

-No me gusta cómo estamos. Me refiero a que las cosas son de por sí ya muy incómodas como para hacerlas incluso peor. Sé que, por alguna extraña razón, no quieres tener nada que ver conmigo. Pero, al menos, intentemos ser amigos.

Eso, claramente, fue algo que no me esperaba luego de nuestro encuentro de la semana pasada. Pero tenía algo de razón. Aunque me sorprendía lo que me estaba diciendo, no pensaba negarle su petición. Al fin y al cabo, era parecido a lo que yo quería. Mantener distancia de él, sin mediar sentimientos. Ponerle a eso el rótulo de "amigos" no cambiaría en nada las cosas.

-Ok, claro -contesté, asintiendo con la cabeza.

-¿Ok, claro? ¿Eso es todo lo que piensas decir? -incurrió casi indignado.

-¿Qué más quieres que diga? -cuestioné elevando un poco la voz.

-¡No lo sé, Williams...! -dejó a un gran suspiro escapar su cuerpo, y continuó hablando, frustrado- Ya no sé lo que quiero.

Parecía enojado con la vida, y sus ojos estaban reprimiendo lágrimas desde que comenzamos a hablar. Lo conocía lo suficiente como para pasar eso por alto.

Quería abrazarlo, y decirle que todo estaría bien, y que yo no era quién para decirle qué quería, pero que estaba segura de qué no necesitaba: a mí.

-Sólo... Sólo quiero no estar así contigo, Williams. Fuimos mucho como para tratarnos como desconocidos. No quiero esto.

-Ok, está bien, supongo. Podemos intentarlo.

Asentí, y luego él asintió, y luego todo se volvió silencio. Me observó por unos segundos, mientras yo admiraba el suelo, incapaz de poder mantenerle la mirada.

Suspiró una última vez, supongo que aliviado de sacarse la presión de encima, y me sonrió justo cuando me animé a mirarlo a los ojos.

-¿Puedo abrazarte? -preguntó- Los amigos se abrazan, a veces...

-Eres un idiota, Hemmings... -contesté riendo, e inmediatamente me acerqué a él, rodeándolo con mis brazos.

Me encontré a mí misma entre sus brazos por primera vez luego de dos años, y sin duda alguna, podía afirmar que había extrañado infinitamente el calor de su alma cuando la tenía tan cerca de mí.

Trust || l.h.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora