Capítulo 30

1K 85 22
                                    

Esperé pacientemente enfrente de la puerta de entrada luego de haber tocado el timbre de forma exasperante. Quienquiera que estuviese adentro seguramente notó que se trataba de una urgencia. Mi pierna se movía sin cesar por los nervios, y mis manos comenzaban a humedeserse, y sentía un nudo formándose en la boca de mi estómago lentamente. Tenía que hacer esto y lo sabía, pero no estaba segura de tener la fuerza suficiente para lograrlo. Tampoco tenía las palabras correctas formuladas en mi cabeza. ¿Existirían acaso palabras correctas para decir todo lo que tenía que decir? ¿Existirían acasa palabras correctas en la vida en general?

Tenía que encontrar la forma de explicar que había arruinado todo. Otra vez.

Pasó un minuto sin que la puerta se moviera de su lugar, y luego otro, y luego otro. Me apresuré a tocar de nuevo el timbre. Esta vez, tuve un poco más de suerte. 

Una mujer algo exedida de peso, y con una toalla atada a la cabeza, me recibió. Lucía también una gigantezca sonrisa, y su cara denotaba sólo ternura. 

-¡Lamento la tardanza, cielo! Estaba en la ducha -exclamó contenta- ¿En qué puedo ayudarte? 

-Hola, soy Ashley -me presenté- ¿Podría hablar con...?

-Así que, ¡tú eres Ashley! -interrumpió repentinamente. En ese momento, su sonrisa se amplió mucho más, sus ojos se despertaron sin previo aviso, y supe que algo estaba por pasar.

Lo que siguió a eso fue bastante extraño, para ser sincera. En principio, me abrazó como si nos hubiésemos conocido una vida entera. Y, como todos ya saben, no soy una persona que está del todo cómoda con los abrazos. Luego, me invitó a pasar, y me ofreció algo que beber. Al parecer, Dylan le había hablado mucho acerca de mí a su madre, Rosalie.

Era increíble la cantidad de palabras que esa mujer podía pronunciar por minuto, y era muy admirable la capacidad que tenía para no dejarme hablar. No pude decir más de cinco palabras seguidas. Era algo molesta, pero no podía negar que parecía ser una muy buena mujer y, juzgando por lo maravilloso que era Dylan, una excelente madre. No sabía, sin embargo, cómo hacer para explicarle que necesitaba hablar con su hijo de forma urgente.

Pasó más o menos media hora en la que únicamente me dediqué a escucharla ir y venir sobre diferentes asuntos, simplemente asintiendo e intentando no parecer irrespetuosa con mis abruptas interrupciones que buscaban ayudarme a escapar de su palabrerío.

Para mi suerte, Dylan se dignó a aparecer. Llevaba puesto sus auriculares, razón aparente por la cual no había escuchado el revuelo de la situación, y sólo tenía encima el pantalón a cuadros de su pijama. Y por un segundo, frente a su torso desnudo y perfección intachable, dudé acerca de mis convicciones y acerca de mis deseos. Era hermoso.

Su piel al descubierto despertó en mí el recuerdo latente de sus labios cerca de los míos, y mis piernas entrelazadas entre las suyas sobre el desorden de su cama. Había sido una excelente distracción.

-¡Ashley! -exclamó tironeando de los cables de sus auriculares- ¿Qué haces aquí? Pensaba pasar esta tarde por tu casa...

-Vine a... -intenté explicar por qué me encontraba en esa bizarra situación, pero, como era de esperarse, su madre me interrumpió. Otra vez.

-¡Ella va a quedarse a almorzar con nosotros! -exclamó su madre terminando de acomodar la cocina.

Yo me sorprendí, y Dylan se sorprendió, y, sin importar cuánto insistí, no tuve más remedio que quedarme a comer con ellos y seguir escuchando el sin fin de cosas que Rosalie tenía por decir. Solía creer que era algo extraño que Dylan, a su edad, aún viviera con su madre. Pero al conocerla, y al ver que se trataba de sólo ellos dos en el mundo, noté por qué aún permanecía allí. Ella necesitaba alguien que la escuche, algo de compañía. Él, por otro lado, necesitaba a alguien que cocinase tan bien como Rosalie. Era una mutua interdependencia. Se necesitaban.

La situación en general no se prestaba a que yo le contase a Dylan lo que tenía que decirle. No podía simplemente interrumpir a su madre, decirle que la comida estaba exquisita, y agregar un "Oh, y Anna es una maldita perra que engaña a mi mejor amigo y que me está arruinando la existencia" como si nada.

O, incluso peor, no podía decirle que había algo en medio de nosotros. Un Luke en medio de nosotros dos.

Entonces, mi visita a Dylan terminó sin suerte alguna. No hubo un momento en que ambos estuviésemos completamente solos como para poder hablar en paz, por lo que tuve que tragarme todo desde que llegué hasta que finalmente me fui.

Pero tan sólo por un rato más.

Llegué a mi casa y no pasaron más de diez minutos antes de que Dylan me llamase para preguntar por qué había estado en su casa sin avisar.

"¿Así que tenías ganas de verme?"  incurrió del otro lado de la línea.

"Si," repliqué "y hablar..."

"¿Qué he hecho ahora?"  protestó.

"Nada, es que..."  comencé diciendo, y luego, reflexioné un poco.

Ni a mí, ni a nadie, le gustaría que le dijeran por teléfono que lo estaban engañando. Claramente, no era así como yo quería que las cosas fueran.

"¿Qué ocurre, Ash?"

"Anna..."  solté finalmente. Decidí que contarle sólo una parte de la historia estaría bien, sólo hasta poder verlo en persona y contarle el resto de la historia.

"¿Anna?"

"Si, Anna... Está engañando a Michael, y sacando provecho de su relación con él"

"¿Provecho?"  cuestionó confundido.

"Sí, está grabando un demo. ¡Un demo! ¿Puedes creerlo?" exclamé con un dejo de indignación en mi voz.

"Oh, qué mal" susurró.

"Si, lo sé"

"No hay nada peor que ser engañado..."

----

HOLA, ESTO ES PARA QUE SEPAN QUE ESTOY VIVA, Y QUE PIENSO TERMINAR ESTA FIC PORQUE ME ENCANTA. SOBREVIVÍ A LOS PARCIALES, ASÍ QUE AHORA ME VAN A VER UN POCO MÁS SEGUIDO POR ACÁ. VOTEN Y COMENTEN LO MUCHO QUE ME EXTRAÑARON Y LO MUCHO QUE ME ODIAN POR ABANDONARLAS UN MES. BESI.

Trust || l.h.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora