Capítulo 35

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Al día siguiente, toda la felicidad que me había causado cenar con la familia de Luke, la cual me recibió como si nunca nada hubiese ocurrido, se desvaneció. Ahora, lo único que sentía dentro mío era incertidumbre, nervios, incluso algo de enojo. Tendría que tragarme mi orgullo e ir a hablar con Michael, intentando que comprendiese el claro mensaje que quería darle. Las cosas terminarían mal si continuaba ignorándome.

Desperté en la mañana sabiendo que debía hacerlo. Me bañé y me cambié pensando cómo lo haría. Salí en el auto rumbo a su casa con un nudo en la garganta que hacía imposible siquiera intentarlo. En algún momento, sin darme cuenta, la chica dura y que enfrentaba cualquier cosa sin importarle nada, había desaparecido. Ahora no era más que una pequeña cobarde. No sé qué ocurrió en el medio. Era patética.

Mi cuerpo me pedía a los gritos que encendiera un cigarrillo, pero Luke me habia quitado mi último paquete, y no tenía plata encima para comprar. Así que simplemente manejé lentamente hacia la casa de Mike, intentando que el viaje sea eterno, imaginando que el auto se llenaba de ese humo infernal que tanto necesitaba.

Todo esto terminaría mal, lo presentía. Yo no pensaba dar el brazo a torcer, porque estaba demasiado segura de lo que había visto. Y Anna se había encargado perfectamente de confirmarlo a través de sus constantes ataques, claro está. Además, si era yo quién cedía a la situación, Michael terminaría lastimado, y eso es algo que no me lo perdonaría ni en un millón de años. Nunca se termina de comprender lo que es la verdadera tristeza hasta que se la ve reflejada en los ojos de un ser tan puro como él. Era demasiado bueno como para dejar que lo pisoteen. No iba a hacerlo. Al fin y al cabo, por algo era su amiga, ¿verdad?

Cuando llegué a su casa, estacioné el auto en la entrada al garage, y toqué la puerta impacientemente. Por suerte, me recibió él. No conocía muy bien a los padres de Michael, y ese no era un buen momento para hacerlo. Al verme parada en la puerta, esperando, se sorprendió. Sin embargo, su gesto se tornó inmediatamente a un ceño fruncido. Se apoyó en el marco de la puerta, y cruzó sus brazos frente a su pecho sin decir nada, como esperando que fuera yo la que comenzara a hablar.

-Hola... -dije algo tímida.

-Hola -su tono era firme, y reacio, y claramente tampoco pensaba ceder. Era obvio.

-¿Podemos hablar?

-Yo no tengo mucho para decir, -contestó- pero no tengo problema alguno en escucharte.

-Mike, sé que probablemente no quieres oírme cuando te digo lo que te digo, pero te juro que no te miento. Ella te engaña, ella es...

-¡Ashley! Por favor, deja de decir idioteces... -me interrumpió- ¿Por qué la atacas tanto? ¿Qué fue lo que te hizo para que la trates así?

Me puse contenta al ver que, al menos, intentaba tener una actitud conciliadora. Sin embargo, no tenía una respuesta clara para lo que acababa de preguntar.

-Mike, ella... -bufé- Ella te engaña, te está usando para poder grabar un maldito demo o lo que sea, y...

Y... Y eso fue todo. No sabía qué más decir. Obviamente, la estaba atacando sin tener ningún tipo de prueba de lo que había hecho. Sólo tenía lo que había visto, de lo cual estaba muy segura. Pero Michael no podía meterse a mi cabeza y revivir mis recuerdos. Y, claramente, no confiaba en mí lo suficiente como para creer en mi palabra. No tenía argumento alguno para sostener mis acusaciones. Estaba jodida.

-Si, eso pensé... -comentó Michael al notar que mi prolongado silencio sería eterno. Comenzó a cerrar la puerta, pero logré detenerlo justo antes de que lo hiciera.

-Mike, por favor, confía en mí -supliqué.

-¿Por qué debería hacerlo, Ashley? -recriminó- ¿Acaso no fuiste tú la que engañó y traicionó a su propia hermana?

Eso fue un golpe bajo.

-Además, ocúpate de tu propia vida privada, que bastante desastrosa es.

Ok, ¿de qué otra forma pensaba intentar terminar con lo poco que me quedaba de amor propio?

-En verdad creí que eras mi amiga, Ashley -sentenció- Claramente, me equivoqué.

Ah, ahí está. Eso fue lo último que quedaba entero de mí, rompiéndose en mil pedazos. Desapareció junto con mi autoestima y con mis ganas de existir. Con razón nunca había sido buena con el tema de la amistad. Siempre lo arruinaba, incluso cuando intentaba mejorar las cosas.

Michael cerró la puerta en mi cara después de eso, y yo, como pude, me encerré en el auto, manejé un par de cuadras hasta encontrar un lugar donde nadie pudiera verme, y lloré. Lloré como hacía mucho no lo hacía.

Trust || l.h.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora