Capítulo VI |Usurpar

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Esto es una locura.

Él está completamente loco.

LLAMEN AL PSIQUIÁTRICO.

Okay, les empezaré a contar lo que sucedió hace unas tres o cuatro horas atrás. Como habíamos pautado, Sean me ayudó a realizar la sesión fotográfica con la banda de su colegio, al principio el profesor se negó a dicha propuesta, imponiendo que sus alumnos estaban realizando un ensayo privado, que carecían de tiempo como para gastarlos en mí, una ciudadana corriente y común, con una cámara de segunda mano colgada en su cuello.

En fin, Sean le suplicó. Bueno, mas bien le afirmo que si aceptaba limpiaríamos los instrumentos y el salón de música . El profesor, sin dudarlo ni un segundo, aceptó a la negociación. Por lo que, finalmente, pude realizar mi sesión fotográfica a las afueras del colegio; con lo que lo concluí con la historia de la banda y sus inicios.

Mi trabajo estaba perfecto.

Como el acuerdo era claro, Sean me ayudó y realizó su parte, ahora me tocaba a mí.

Pero, dos cosas:

1) No pensé que lo tendría que realizar hoy.

2) Tampoco pensé que su idea de diversión sería usurpar en una propiedad ajena.

¿Cuántos años de cárcel me darán por esto?

Porque no creo que salga ilesa, Sean posiblemente sí, su padre es abogado, pero esto a mí me afectará en mi expediente académico, estará en mi curriculum por siempre. Una mancha en mi registro que no se podrá quitar ni con agua.

La propiedad estaba a las afueras de la ciudad, en un country privado. Una casa de material sumamente enorme, con una estructura que me hacía recordar a las casas antiguas de Londres. Su amplitud y simpleza por fuera era impresionante, pero lo sofisticado y antiguo que era por dentro, era asombroso. Estaba segura que aquella estructura londinense tenía años, historia, momentos tallados en las paredes y silencios que nadie más que los cuadros de pinturas sabían.

No sabía de quién era la casa, pero tenía un gusto exquisito en pintura. Pierre- Auguste Reinor, Claude Monet y Miguel Angel, eran algunos de los artistas que adoraban aquellas viejas y gastadas paredes.

No sabía quién era el dueño, ni porque la casa estaba vacía, pero no sabría decir si abandonada, porque se notaba que alguien venía para limpiar la mansión y dejarla en buen estado, de lo contrario, sería una arquitectura perdida entre telarañas y polvo.

—¿De quién es la casa? —lo observo de reojo, como juega con las llaves en una mano y acomoda su pelo con la otra.

—De una familia de Londres, empresarios que viajan mucho y llegan a la casa en vacaciones de verano.

—¿Y cómo sabes eso?

—La familia es amiga de mis padres, han ido varias veces a cenar y nosotros también venimos en vacaciones. —empieza a recorrer el living despacio mientras me habla— No es la primera vez que entro a la casa sin permiso de los dueños— Juega con el llavero que sus manos sostenían y yo lo miro con incredulidad— Es broma, los dueños me dejaron una llave para que cuide su casa y siempre revise que no suceda nada malo. 

—¿Por que te la dejan a ti y no otra persona de confianza? 

—No lo se, por alguna razón confían en mi y le cuido su casa desde hace dos años. —se encoje de hombros— Capaz porque sus hijos viven lejos, no los visitan seguido, y a mi me ven como un hijo, ya que me conocen desde pequeño. 

Asiento, rodando los ojos, y dándole la razón. 

—Igual esta mal, porque estas metiendo a un extraño a la casa de unos extraños para mi. 

Prescindible AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora