Capítulo XXIII |Sobredosis

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Vivimos al límite.

Vivimos deseando vivir al limite. Todos estamos cargados con una sobredosis de droga que no nos hace pensar en nuestras acciones sino en nuestra meta, en nuestro destino.

Corremos deseando tener más adrenalina, pero cuando estamos a punto de caernos al vacío, nos detenemos.

Nos detenemos y miramos hacia atrás, dandonos cuenta lo cegados que estábamos, la miopía que teniamos para no darnos cuenta de las cosas.

Todos cargamos con una sobredosis de algo: Mentiras, engaños, hipocresía, falsedad, etc.

Lidiar con eso es extremadamente delicado. Hasta que la sobredosis nos hace explotar, tirarnos al vacio.

La vida es tan perra cuando quiere.

No importa con qué busques lidiar con tanta sobredosis, pero con algo hay que combatir el miedo, la ansiedad, el vacio que llevamos por dentro.

Y no es facil, pero a la mierda todo.

No soy una muñeca estructurada para seguir las normas impuestas por un gobierno patriarcal. Soy un ser humano que desea vivir al limite, y convivir con ésta sobredosis que me reprime cada día.

Y Mahatma Gandhi decía que en cuanto alguien comprende que obedecer leyes injustas es contrario a su dignidad humana, ninguna tiranía puede dominarle.

Guardo el libro en mi bolso cuando Aaron trae mi café y se sienta a mi lado.

—¿No le escupiste adentro, no?

—Eso es lo más asqueroso y antihigienico—Hace una mueca de desagrado y sus ojos se entre cierran
—No caeré tan bajo.

Me encojo de hombros.

—Nunca se sabe de una persona que me odia.

—Yo no te odio, solo no me caes tan bien—Ahora es él quien se encoje de hombros—, pero no por eso escupire en tu café. 

Levanto las manos en inocencia y doy un trago a ese delicioso café caliente, con el toque justo de azúcar como me gusta a mi. Aaron tenía el informe del trabajo con toques de halloween, como sangre falsa y esas cosas. Cada vez que había una festividad, la tienda se adornaba como tal, lo mejor era verlo en navidad, con los adornos de Santa Claus. Y no solo eso, sino que los empleados debian estar a la altura de la celebración.

—¿Estás preparado para halloween?
—Su rostro serio y ceño fruncido me hacen ver que no—O tal vez no—Sonrío con diversión. 

—¿Crees que yo tengo ganas de aguantar a un montón de mocosos pidiendo dulces hasta rebentar de caries?—Eso sonó muy a su mejor amigo—No, Bennet, no tengo ganas de aguantar eso mientras me visto como si recién hubiera salido de una explosión de sangre—Dice señalando la sangre falsa en su ropa.

Hago una mueca de desagrado al escuchar eso.

—Eres un ser tan desagradable como persona, Aaron.

—Muchas gracias—Puedo ver una pequeña y traviesa sonrisa asomándose en sus labios, pero desaparece tan rapido como mis ganas de hacer dieta.

—No, en serio, no tenes una pizca de empatia por nada, ni siquiera intentas disimular que no te gusta atender a las personas.

El se encoje de hombros.

—Intentare cambiar mi personalidad ahora que me dices esto—Su nivel de sarcasmo era alto.

Arqueo una ceja en su dirección y luego ruedo los ojos.

—Entre todo ese sarcasmo y mala vibra se nota que me extrañas rondando por acá, alegrando tus mañanas—Le sonrio—Aunque lo disímules lo noto.

Prescindible AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora