Capítulo XXII |Confianza

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—No puedes negarme un helado, ¡es mi cumpleaños!

Aiden se mostraba indignado con su hermano mayor. Se encontraba en la parte de atrás del auto, con los brazos cruzados y la mirada en la ventana, con el ceño levemente fruncido y una mueca de frustración bastante tierna.

—En las reglas de los cumpleaños dice que deben cumplir todos los deseos que yo quiera, soy el niño acá, merezco que me den mucho mucho helado.

Me muerdo el labio aguantando la risa y miro a Sean de reojo, él se encontraba divertido ante la situación. El problema no era que no le quisiéramos dar helado, el problema era que ya debíamos llevarlo a su cumpleaños, sus amigos lo estaban esperando y él no tenía conciencia de eso.

—Será para la próxima, lo prometo.

—¡Mi cumpleaños cae el próximo año! —exclama el niño— Además me prometiste que haríamos un montón de cosas.

Sean me mira pidiéndome ayuda con la mirada. No sabía cómo distraer a su hermano para que dejará de reclamarle o más bien echarle en cara su promesa. Me daba tanta risa la situación que por un momento se me cruzo por la cabeza dejar que Aiden lo siga molestando, pero luego desisto de esa idea.

—Cambiando de tema—miro al pequeño Whitman a través del espejo retrovisor—, hagamos una ronda de preguntas. —sonrío cuando llamo la atención de los dos hermanos— Si tuvieran la oportunidad de pedir un deseo, uno sólo, ¿cuál sería?

Sean es el primero en contestar. 

—Comprar un McDonald's.

Lo miro a lo ¿really? ¿gastaras tu deseo en eso? Y él se encoje de hombros.

—Yo pediría libros gratis solamente para mi.

El arque una ceja en mi dirección y me mira como si me dijera ¿Y se supone que tu deseo es mejor que el mío?

—Yo pediría comida. —ambos miramos a Aiden cuando habla— Para darle a los niños del mundo que no tienen. El otro día la maestra nos contó que ellos sufren mucho y que algunos no tienen comida, y me sentí mal por ellos, hasta Zanahoria se sintió mal cuando se lo conté.

Miro a Sean y él me mira a mi, ambos nos quedamos en silencio. Nosotros siendo mayores pensamos en nosotros mismos a la hora de elegir un deseo, y Aiden teniendo ocho años de edad recién cumplidos, nos sorprende con esto.

—¿Y por qué pensaste que era mejor gastar tu deseo en ellos y no en ti? —pregunto con curiosidad, para saber que respondía. 

—Porque yo tengo muchas cosas, una mamá, un papá, una hermana y un hermano, ¡hasta a zanahoria! —exclama lo último— No me falta nada, en cambio a ellos si.

Sonrío.

Ojala todo el mundo pensará como este niño. Tan podrida que está la sociedad ya muchos no piensan más allá de su propio ombligo.

Llegamos al salón donde se hará la fiesta y Sean busca un lugar para estacionar el auto. Aiden se encontraba entre confundido y emocionado, aunque no dijo absolutamente nada.

Bajamos los tres del auto y luego nos acercamos a la entrada del lugar. Al lado de la puerta había un guardia, al vernos saluda a Sean y nos deja pasar. Cuando las personas ven que entramos empiezan a aplaudir y del techo caen un monton de globos de diferentes colores. La familia de los chicos se acercan a saludar al niño, quien se encontraba más emocionado que Mike Wazowski cuando comenzó la universidad de monstruos.

Los niños estaban disfrazados, algunos de piratas, otros con máscaras, y otros con la cara maquillada de colores. Habían contratado a una chica para que maquille sus caras de lo que quieran.

Prescindible AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora