Capítulo 1

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-No, gracias, Martin -rechacé la comida que me ofrecía, ya ni siquiera tenía ganas de comer.

¿Mi nombre? Victoria Linderman, mi madre había muerto cuando tenía 10 años y aún es algo que me duele recordar. Desde entonces vivía sólo con mi padre, era la mejor persona que podría conocer, pero los años y su enfermedad no ayudaron mucho a mi crianza.

Estaba sentada en el comedor de mi casa, rechazando cada plato que me sirvía Martin, un amigo de papá. No podía comer sabiendo que mi padre, la única persona que tenía en el mundo, estaba próximo a morir.

-Vamos, debes comer un poco, pequeña -me pidió sentándose junto a mí.

-No quiero, no puedo.

-Te enfermarás -me advirtió.

- ¿Qué sentido tiene? Papá ya no estará. Si me enfermo y muero, al menos estaré con él y con mamá y no aquí, sola.

-No seas pesimista -dijo arreglando el cabello que caía sobre mi frente -. Eres una chica hermosa e inteligente, saldrás de esto. No me gusta verte así, pequeña.

-No puedo estar bien, mi papá está al borde de la muerte y ni siquiera sé con quién viviré si él muere.

-Si eso sucede, vivirás con alguien que te cuide muy bien, créeme. Aunque eso lo decide la asistente social y ...

No pudimos seguir hablando ya que la tos incontrolable de mi padre nos interrumpió

-Quédate afuera -me ordenó Martin cerrando la puerta de la habitación.

Me senté en el suelo pensando qué sería de mi cuando papá ya no estuviera. De pronto Martín salió de la habitación.

-Lo siento mucho, pequeña -fue lo único que dijo y luego me abrazó.

- ¡No! Dime que no murió -chillé soltándome de su agarre levantándome para entrar a la habitación -. ¡No, papá! ¡Por favor! -pedí desesperada tomando su mano-. Háblame, papá. No puedes irte. ¡Dime que esto es una maldita pesadilla! -le grité a Martin.

-No lo es, Victoria. Lo siento -dijo tomando mi otra mano.

-No, Martin ¡No! -rogué entre lágrimas.

Mi mundo se vino abajo...

Desperté entre cajas y polvo. ¿Qué demonios sucede aquí?

Lo último que recordaba era que una ambulancia había llegado y los paramédicos habían confirmado que papá ya no tenía signos vitales, luego de eso, Martin me dio un té y se despidió porque debía ir a su casa, con su familia.

- ¿Qué sucede? ¿Quiénes son ustedes? -les pregunté a unos hombres que cargaban cajas.

-Arregla tus cosas, querida -me dijo uno de ellos sonriendo.

¿Arreglarlas para qué?

Sin preguntar más, decidí tomar una ducha y ponerme unos jeans y una blusa de tirantes sencilla. Ni siquiera tenía idea de a dónde iba.

Cuando salí al pasillo me encontré con una mujer de unos cuarenta años, con cabello oscuro y bien vestida. Pero algo en su mirada no me inspiraba confianza.

-Soy Mirna, yo te llevaré con alguien que te cuidará -se presentó tomando mi brazo.

-No -respondí soltándome de su agarre-. Yo me quedaré aquí, en mi casa. Puedo cuidar de mí.

-Cariño, debes estar bajo el cuidado de un mayor -me dijo tranquilamente-. Ahora, arma tus maletas.

Estaba bien, no discutiría con la tal Mirna. Además sólo me faltaban unos meses para cumplir 18, y cuando los cumpliera me iría de dondequiera que me llevaran. Los de servicios sociales no podían retenerme para siempre.

Traté de poner todo lo que más pude en dos maletas que encontré en el cuarto de papá.

Con las dos maletas en mis manos, bajé a la sala, donde alguien me las recibió y me dirigí a un auto junto a Mirna. Nadie dijo nada.

Luego de lo que pareció una eternidad en auto, llegamos a un edificio no muy bonito. La fachada se veía maltratada y antigua. Claramente no era un edificio del gobierno y ya no sentía buenas vibras de la tal Mirna.

- ¿En dónde estamos? -pregunté mientras bajaba mis maletas -. ¿Qué es esto?

-Sólo ven conmigo y trae tus cosas.

Perfecto, no sólo era huérfana sino que me iban a secuestrar también.

Entramos a una habitación de paredes grises en la cual sólo había una silla vieja y polvorienta.

-Es ella -le anunció Mirna a un hombre-. Deja tus cosas en ese rincón, cariño.

Y se retiraron los dos, dejándome sola. Decidí buscar una chaqueta entre mis cosas. No quería estar sólo en tirantes sin saber si me dejarían con algún pervertido.

Salí de la habitación y me encontré con un salón lleno de gente que estaba sentada mientras escuchaban a un hombre que hablaba en frente.

-Oh, aquí estás -se alegró Mirna tomando mi brazo y llevándome tras una cortina-. Cuando escuches tu nombre debes salir y sonreír, cariño.

¿Acaso estaba un circo? No quería salir frente a toda esa gente y menos sin saber para qué.

-Victoria, ven aquí, pequeña - escuché a el hombre llamarme por el micrófono.

Salí con algo de miedo, tratando de sonreír y me senté en una silla. Tenía a todos viéndome como si fuera un ser extraño en una exhibición. ¡Era horrible!

- ¡Mil dólares! -escuché gritar a una mujer desde el fondo del salón.

¿Qué mierda está pasando? Me están... ¿vendiendo?

- ¡¿Qué?! -exclamé algo fuerte, por lo que 2 hombres se pusieron a mis costados para que me quedara sentada. Estaba atrapada.

- ¡Dos mil dólares! -ofreció un hombre que estaba casi en frente mío.

- ¡Tres mil! -ofreció otro de en medio.

¿Tan poco valgo? Es decir, no estoy de acuerdo con esto, pero estoy segura de que una persona en el mercado negro debe valer una fortuna.

Siguieron ofreciendo hasta que sólo quedaron compitiendo una señora y un señor. Sinceramente no quisiera irme con ninguno de los dos.

- ¡Quince mil dólares! -alzó la voz un... ¿señor? Que no había hablado en todo este tiempo.

No debía tener más de 30 años. A primera vista era guapo, demasiado diría yo. Cabello castaño, un poco largo y rizado, y unos ojos color avellana preciosos, adem...

¿Qué estoy diciendo? Este tipo me quiere comprar sabrá el diablo para qué y yo estoy pensando en si es guapo o no.

- ¿Alguien ofrece más que eso? -los demás se quedaron callados y se miraron entre sí-. 3... 2... 1 ¡Vendida a el joven del fondo!

Todo el mundo empezó a ponerse de píe y a retirarse de la sala. Yo sólo rogaba porque no apareciera aquel chico mientras me ponía de píe e intentaba salir de ahí.

- ¡Hey, espera! -me llamó el chico castaño tomando mi brazo y llevándome con él-. Tú vienes conmigo.

¿Y si era un proxeneta? ¿O algo peor?

Cuando salimos del edificio había un auto esperándonos y mis maletas ya estaban en la cajuela. Se subió sin presentarse o abrirme la puerta.

- ¿Vas a subir o qué? -preguntó irritado.

Estuve callada casi todo el camino, definitivamente tenía miedo. No sabía a dónde me llevaba ni qué me haría.

- ¿Cómo te llamas? -habló por fin.

-Victoria. ¿Tú?

-Shawn -soltó sin despegar la mirada del camino-. Shawn Mendes.








La Bella y la Bestia - Shawn Mendes (ADAPTACIÓN) [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora