5 años atrás
La gente suele creer que las personas siempre hacen algo por alguna razón, pero aveces eso no es del todo cierto.
"El bosque, siempre reclama lo que es suyo" decía su abuela al final de cada una de sus historias. "Hay que tenerle respeto, Sergio.
Si le tienes el suficiente respeto y lo honras como debe ser, ella siempre te recompensará."La abuela solía contar tantas historias, quizá no había nadie que la escuchará más que él pero no le importaba bastante pues, mientras sus cuentos quedarán grabados en su memoria se bastaba para seguir adelante.
La gente solía decir cosas horrorosas de su abuela, la misma familia de Sergio siempre le tuvo miedo... no lo entendía si ella era quién siempre lo protegía, quién siempre velaba por él, la que aguardaba sentada frente a la ventana mientras ambos observaban con melancolía su hogar.
"El bosque siempre encuentra el momento oportuno para recordarnos lo frágil que somos" dijo aquella ocasión, las manos de su abuela le acariciaron el rostro. "Encuentra nuestras debilidades y las transforma en fortalezas, si somos respetuosos con él, ella nos protegerá"
La gente solía decirle que no hablará con ella, por que la gente no comprendía cómo podía escucharla. Sergio siempre pensó que ellos estaban celosos de él porque al fin y al cabo, Sergio era el único que aún podía escucharla hablar.
¿Era eso una maldición? ¿O era el regalo que siempre estuvo esperando?
– ¿Sergio?– le preguntó su madre aquella ocasión. El muchacho observó a su abuela, que miraba el cristal con nostalgia luego se volvió a su madre con el rostro calmado, el de ella no lo estaba tanto. –¿Estás ... estás bien?
–Sí- le respondió con tranquilidad.
Su madre se mordió los labios, claramente preocupada por su hijo que nunca sonreía, que se pasaba día y noche encerrado en esa habitación mirando los cristales, aguardando por sabe Dios qué cosa que parecía nunca llegar.– ¿Sergio?- lo volvió a llamar preocupada–, ¿De verdad estás bien hijo?
Un silencio pesado inundó la habitación y luego Sergio asintió lentamente.
–¿Qué estas haciendo?
– Platicó con la abuela– dijo con simplicidad, pero el rostro de su madre palideció tres tonos bajo su piel. Un escalofrío le recorrió el cuerpo.
–¿La abuela?
– Sí...
Su madre miró el cuarto aterrada, no había cambiado nada y luego miró a su hijo.
– Sergio... ¿Te acuerdas de que ella ya no está aquí?
– Te equivocas mamá– le contestó volviendo el rostro a la ventana, el reflejo de un cristal sucio le devolvió la sonrisa de su compañera. –, ella siempre está aquí.
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Las Horas en el Jardín
ParanormalHabía una vez, un bosque. Dentro había un laberinto, Y en él un sólo camino, Que la llevaba siempre a él. Trilogía de flores Marchitas , libro III