Capítulo XLVII. Los ojos bosque

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Cuando la gente habla de fantasmas todos siempre tienden a tomarlos cómo oscuros, terroríficos, olvidados... pero para la familia Alfaro, hablar de fantasmas era hablar de amor.

El pasado, la sangre que se había regado en sus ancestros... era tema delicado en la familia de Sergio. Él lo sabía muy bien, su abuela siempre le dijo que el don que se había otorgado a la familia era algo que se debía agradecer.

Para Sergio hablar de fantasmas era hablar del ayer en una forma pálida y trágica que lo había formado hasta el día de hoy.

<< Si le tienes respeto al bosque>> había dicho la abuela. Los ojos verdes encontraron la figura que estaba frente a él. La anciana, le sonrió. << Entonces ella te protegerá>>

Y ahí estaba entonces, en el preludio de la historia, el momento en el que todo comenzaba y terminaba en su vida... sí, Sergio lo sabía... este era el final.

Había dejado tanto atrás... tanto atrás, para que llegara hasta ese sitio.












Invierno del 2012

Aquella noche, los grillos no cantaron, tampoco los susurros se hicieron presentes. Por un momento, los lamentos y las pesadillas dejaron en paz su mente. Una calma extraña invadió el cuarto de la abuela y un gato negro se coló por la ventana. Sabía cómo se llamaba.

Las manos de Sergio sostienen a Greg y con sus dedos pequeños, acarician su pelaje negro. El gato ronronea sobre sus piernas, llamando la atención del niño pero sus ojos verdes miran a la ventana, hoy hay luna llena.

La puerta se abre y con la luz del pasillo, la oscuridad del cuarto se desvanece. La madre de Sergio se muerde un labio, preocupada por el niño de nueve años que está en el suelo. Con sigilo da un paso adentro de la habitación de la burla y mira a Sergio que sigue acariciando al gato negro que combina justo con sus ropas en ese momento, con delicadeza le toca un hombro a su hijo.

— Sergio, cariño— le dice con cierta dulzura, mezclada de tristeza. Sergio no la mira. —, vamos hijo, tienes que salir a despedirte de la abuela...

Sergio dirige su vista abajo, mirando al gato que hasta hace poco era desconocido y que sin embargo, ahora resulta extrañamente familiar, cómo si lo hubiese tenido toda la vida. No le responde a su madre, en cambio reacomoda al felino sobre su regazo. Su madre se muerde los labios y lo intenta una vez más.

— Yo sé que es difícil decir adiós, cariño— le dice con las lágrimas atoradas en la garganta, por un momento teme romperse frente a su hijo pero después de tomar una bocanada de aire, vuelve a hablar. — pero, tenemos que hacerlo...

—¿De qué hablas?— Sergio por fin dirige sus ojos al rostro de si madre, hay una arruga enorme en su frente. — La abuela jamás se ha ido.

Y un escalofrío le recorre su espalda.

Detrás de ellos, la mecedora vacía que ve a la ventana, se columpia sola.












Invierno 2017

Sergio tiene trece años, en sus manos pálidas tiene un diario con instrucciones. En la contraportada de la tapa marrón hay varios nombres anotados en ella, entre ellos, los de su abuela. Sergio mira la páginas, lo ha memorizado entero desde que lo encontró en las cosas de la abuela. Con sus dedos repasa la carta dirigida a su nombre. La forma de su abuela brilla en rojo como el color de la sangre...

A sus pies Greg su gato negro, se restriega sobre sus piernas. Los ojos verdes de Sergio se pierden en el horizonte, lucen tristes casi cansados y agotados... son los ojos de siglos atrás... los Alfaro siempre han tenido ojos tristes...

Las páginas del diario siguen pasando con los años y Sergio entiende que debe terminar con la promesa de su familia... así que se sienta sobre la computadora de su cuarto (el que solía ser de su abuela) y piensa que necesita un plan, no puede dejar el pasado y el presente a las manos del destino, entonces un mensaje de texto, el nombre de Claudia ilumina la pantalla... ella lo llama más seguido que antes, después de todo, piensa que la pérdida de Penny lo deja sin aliento.

Entonces, una idea se le cruza a la mente y es entonces cuando el plan, comienza.

















Otoño 2022

Y ahí está, casi diez años después, siguiéndola...

La mujer de blanco lo mira de reojo, le sonríe de lado y la sonrisa, esta manchada de sangre pero Sergio no tiene miedo y le devuelve la mirada con sus ojos bosque... que hace tanto tiempo miraron a esa mujer... en el rostro de un ángel rubio.

Las Horas en el JardínDonde viven las historias. Descúbrelo ahora