XIX. Fernando

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Capítulo XIX

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Capítulo XIX. Fernando

3 años antes
– Comencemos de nuevo, ¿Qué recuerdas exactamente de aquella ocasión?

Recordar.

¿Qué que recordaba? Fernando, lo recordaba todo.


Todo.

Fernando lo recordaba todo...pues esa, era su maldición.

Una sala blanca de un hospital, el salón de reuniones donde la gente añoraba con ser normal o al menos aprender a aparentar.

Un círculo formado de doce sillas, en la esquina una mesa con un mantel amarillo con girasoles, al frente una pizarra premiando al mejor progreso como si del mejor trabajador se tratará, en la mesa una cafetera con distintos sabores para todo aquel que deseará conocer mejor sus penas con cafeína.

Una chica bajita, rubia como ninguna, mirando sus tenis de color azul.


-¿Recuerda usted cómo llegó esa noche a su departamento?- le pregunta de nuevo la oficial que está delante de él, en sus manos temblorosas hay un vaso de unicel, dentro hay café, el blanco del plástico tiene machas escarlatas... pareciera como si sus dedos manchados de rojo fueran pintura... ojalá fueran pintura.- ¿Recuerda usted cómo encontró a Penny?

La chica rubia del abrigo azul.

Una sala del hospital donde nadie quiere estar y a la vez sí, un circulo formado por doce sillas y en cada una de ellas, sentados, doce personas que lidian con sus propios problemas.

¿Qué si lo recordaba?

Recordaba la primera vez que la vio, una chica con cabello de sol que no despegaba la vista al suelo al hablar, que no participaba mucho, una niña obligada a vivir en un mundo adulto. Le pareció un hada colada en el infierno, una mariposa de alas rotas que se mecía en el aire incapaz de huir.

Unos ojos azules, preciosos que lo miraron curioso en aquella ocasión.

¿Qué si lo recordaba?

-No- le contestó a la oficial, aquella mujer frunce la boca, es obvio que está decepcionada de su respuesta así que suspira profundo y mete las manos en su chamarra negra mientras lo observa con detenimiento. Fernando le sostiene un minuto la mirada pero de inmediato la baja. Pues en sus pupilas las telarañas del pasado se entretejen con el presente.

Un suspiro al aire, el polvo se dispersa y los recuerdos, llegan todos de golpe.

¿Qué si lo recuerda?

Penélope, la chica del grupo de apoyo.

La hermana de Claudia... su novia.

Joder- piensa Fernando con pesar mientras cierra los ojos- Claudia...

-Tenemos entendido que conoció a la señorita Penelope en su grupo de terapia ¿Es cierto?- Fernando asiente. – ¿Cada cuánto eran las pláticas en el hospital?

-Todos los jueves y sábados- le contesta.

-Ya, ¿Y de qué hablaban en esas sesiones?- insiste aquella mujer, el cuarto se vuelve pequeño y la oficina de la policía de repente se transforma, se vuelve un fantasma que se evapora en el aire y se convierte de nuevo en un salón, con doce sillas.

Doce sillas.

Formadas en un círculo.

Una mesa de girasoles

Y el mismo café negro entre sus dedos.

-De todo- se limita a decir- Éramos los pacientes del doctor Díaz...

-Su terapeuta...

-Nuestro- dice- terapeuta. Todos nosotros, éramos sus pacientes, hacíamos las sesiones para contar sobre nuestro día, sobre las cosas que nos pasaban, nuestros... miedos.

-¿Miedos?

-Estábamos rotos –contesta y apenas lo dice, su boca formula una sonrisa triste. – Todos nosotros, somos los retazos que alguien dejó.

-¿Qué pensaba Penny de estas sesiones? – reformula, la oficial saca las manos de los bolsillos y cruza sus dedos sobre la mesa de metal frío que los separa a ambos. – Tengo entendido que eran amigos, ¿Se hicieron cercanos en esa sesión?

Fernando se queda en silencio.

De nuevo, ha quedado varado en el ayer y dos orbes celestes.

-Sí- se limita contestarle, un nudo le trepa la garganta- Éramos buenos amigos.

-Era la hermana de su novia ¿No es cierto?

Basta- suplica en su mente- basta por favor, no estoy listo para esto, no estoy listo aún...

Fernando asiente de nuevo, ojos cerrados, mente a kilómetros.

-Cuénteme sobre ella- le pide- ¿Cómo la conoció?

-Después del grupo de apoyo- susurra con el alma fatigada- Clau siempre recogía a Penny después de las sesiones, comenzamos a platicar entre nosotros, nos caímos bien y nos volvimos novios...

-¿Cómo se tomó aquello Penélope?

Fer frunce el ceño y levanta la mirada consternado.

-¿Perdón?

-Sí- dice con cautela- ¿Cómo se tomó su noviazgo entre usted y su hermana?

-Disculpe, no sé cómo eso puede ayudar en este momento- le contesta molesto- ¿Qué tiene que ver...

-No sé Fernando.- se encoge de hombros la oficial- solo pregunto cosas que nos pueden dar una pista de lo que le pudo suceder a Penny para hacer lo que hizo.

-¿Está tratando de decir que entre ella y yo hubo algo? – y aquello sonó a derrota, a un cristal que corta a la mitad y que sangra entre sus manos.

-No lo sé- le responde sarcástica -¿Lo hubo?

-¡Por supuesto que no!

-Bueno señor Mendieta, ¿Qué otra explicación habría para que Penny apareciera a las doce de la noche, desnuda, en su departamento, completamente desangrada en su cama?

Las Horas en el JardínDonde viven las historias. Descúbrelo ahora