XVI. Sergio

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Pero hablar de fantasmas es un tema muy fácil para algunos, para muchos es tema de tabú que sólo debe mencionarse cuando la ocasión lo amerita, entre los jóvenes son temas que se platican en frente de una fogata, para espantar el sueño.

Cuentos de terror para olvidarse de lo que les aflige pero una vez terminado el tema se olvidan y se vuelven a enterrar en un baúl de olvidos.

Casi siempre sucede lo mismo.

Uno no habla de fantasmas porque la muerte es tema delicado, pero hay personas... como tú y cómo yo, que sabemos la muerte es sólo un escalón más de aquello que nos espera al otro lado.

– Cuando vayas al bosque– dijo la voz a su espalda–, no se te olvide llevar el diario. Cuando vayas al bosque– dijo su abuela–, no se te olvide buscarla, si le guardas respeto, el bosque te dejará salir.

Por qué entre ramas y hojas secas, el misterio más grande se guarda, de las leyendas osadas que se vuelven reales, de los caídos y de los que no volvieron a ver la luz, del tiempo detenido que ata aquellos que no pueden dejar ir el pasado.

De los secretos de familia, de los que les deben, de aquellos que no volverán.

– Cuando vayas al bosque– decía su abuela– no se te olvide que a ese lugar, le perteneces.

Y tenía razón.

Podía sentirlo en sus huesos, podía sentir esa presencia hasta en la sombra cuando por fin, después de tantos años Sergio atravesó las rejas de la reserva forestal y entró por primera vez al infinito arrebol.

Estaba en casa.

(...)

En serio– susurró Claudia al bajar de la camioneta– este lugar, da mala espina.

Sergio miró un momento su cabello pintado de ese azul eléctrico y pensó que toda ella desentonaba en un lugar como ese.

Por un momento se sintió culpable, una chica como ella no debería estar en ese lugar.

Pobrecilla, pensó un momento. Pero sólo fue un segundo porque entonces el aullar del viento y de lo que ocultaba, le recordó el motivo principal del porque ellos estaban ahí.

Los necesitaba...

Necesitaba a Los Cazadores de lo Paranormal para poder entrar al bosque, necesita de esos tres chicos para salir de el...

–¿Y entonces?– le preguntó Moisés– ¿A dónde comenzamos?

Sergio que aún estaba admirando todo lo que tanto tiempo soñó ver, lo ignoro un momento y caminó al sendero que se abría al frente de sus ojos.

Cerró los ojos un minuto. Mientras dejaba que el viento gélido le besará las mejillas y le susurrará la bienvenida.

No deberían estar aquí.

Murmuraron a sus oídos.
Las voces que alguna vez tanto habían aparecido en sus sueños, las voces que le decían que estaba en casa, el don que muchos pensarían eran más bien una maldición...

Pobrecitos... deberíamos decirles...

Deberíamos advertirles...

No deberían estar aquí.

No– les respondió en voz bajita– He esperado toda una vida para llegar aquí.

–¿De qué hablas hombre?— le respondió Moisés mirándolo extrañado, pues aquel comentario había sonado tan fuera de lo normal.

Sergio lo miró de lado y le sonrió.

– Nada... es por aquí– les dijo tomando la delantera– tomen sus cosas chicos, estamos en el camino correcto.

Pobrecitos...
Deberíamos decirles...
Deberíamos advertirles...
Deberíamos...

Las Horas en el JardínDonde viven las historias. Descúbrelo ahora