Capítulo XLVIII. Sangre y lágrimas
Enero 1909.Una vez Donnie le habló de la primera vez que vio a un fantasma...
Le dijo que había sido en el funeral de su madre.
Le dijo que aquel día, no había tenido miedo o tristeza.... a pesar de que era la única persona en la mansión que siempre estaba con ella... más bien le dijo que había sentido alivio. Uno enorme cuando por fin su madre había cerrado los ojos.
Recuerda que le dijo que se había marchado en paz: "La gente que va al cielo" - le dijo aquella ocasión. - "Siempre se van con los ojos cerrados."
Donnie le había dicho la teoría, de qué; lo que sea que está gobernándonos desde los lato, era misericordioso con los obedientes que habían cerrado los ojos ante las crudezas de la vida.
Le había dicho que el funeral de su madre había sido pequeño, con poca gente pues su padres y sus hermanos no invitaron a nadie del pueblo. Su padre quería despedirse en silencio, así que aquel día, mientras tomaba la mano de su padre, ese que lloraba a su lado mientras observaba el féretro bajar a la tierra... Donnie no miraba el cuerpo de su madre descender... miraba al fondo, a unos pasos delante de ellos, donde la sepultura de un ángel de mármol blanco lloraba entre sus manos, ahí de pie, observándolos con tristeza... estaba él.
- Parecía un ángel que había cobrado a la vida- había dicho ella- Un ángel vestido de negro.
La primera vez que Donnie había visto a un fantasma, la había hecho regresar al cementerio para seguir hablando con el melancólico Stephané Moulian, que al parecer, había terminado siendo familiar suyo...
La primera vez que Gabriel había visto un fantasma... había sido en la carretera, montado sobre la carreta de su padre cuando viajaban a ese pueblo estancado en el otoño... Su padre había decidido cruzar parte del bosque para cortar tiempo y que la noche no los alcanzará en el camino. Aquel trayecto oscuro, fue el peor de su vida... miles de sombras los observaban sigilosos... y de una de las ramas, colgaba un cuerpo de un hombre que los seguía con la mirada.
Gabriel siempre supo que hablar de muertos era algo malo, uno no habla de la muerte cómo tema de la mesa, siempre supo que tenía que cargar una maldición de ver tras el velo de la muerte, para Gabriel aquello era más castigo que un don...
En ese momento, con la muerte a un paso de la cara... pensó que no quería ser un fantasma y esperó y rezó a todo el cielo, que lo dejará ir en paz y entonces... espero.
-¿Donnie?- murmuró la voz del amo de la casa al aire, Gabo no abrió los ojos enseguida. Se sintió dudoso de mirar la punta del cañón sobre su frente, sin embargo no fue el metal oxidado lo que sus ojos miraron fue más bien el camisón rojo, manchado de sangre de una chica rubia, que conocía muy bien. - ¿Qué haces aquí?
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Las Horas en el Jardín
ParanormalHabía una vez, un bosque. Dentro había un laberinto, Y en él un sólo camino, Que la llevaba siempre a él. Trilogía de flores Marchitas , libro III