Capitulo 05: El baile de los Condenados

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Azael siempre había sentido miedo de sí y del resto, no es que fuera una cobarde, sino por demás prudente.

Un recuerdo vino con sabor a nostalgia, Kev... él había sido para ella mucho más que un simple guardián, pero el Demonio exigió más, mucho más de lo que Azael quiso darle, lo quería, no podía negarlo, sentía por él un profundo respeto y cariño pero no estaba en su naturaleza ser sumisa y aceptar las exigencias de nadie.

Tan sólo había sido una niña cuando se quedó completamente en la nada y a merced de aquel maldito bastardo mal nacido. Pero lo único que le traía buenos recuerdos era aquella ronca voz melosa, aquel condenado ser que la había salvado y embaucado de igual forma.

― Azael ―la saludó haciendo una pequeña reverencia.

Sabía que Alastor era un infeliz, pero le encantaba la forma en la que el Demonio la miraba... la hacía sentir especial, y de alguna forma que jamás entendería también la enfurecía, porque aquella cosa, era mucho más de lo que a ella le gustaría admitir.

― ¿Cuántos meses han pasado...? ―murmuró sonriendo a medias.

Al momento Remian se puso tenso, y la miró echando fuego por los ojos, algo que Azy había aprendido a ignorar, el Ángel le caía extremadamente mal, después de lo que había hecho con Khael a penas si soportaba estar en una misma habitación, y el haberla arrinconado contra la pared era la gota que rebalsaba el vaso, ninguna de sus acciones lo habían redimido, ni siquiera ahora, que se presentaba como un bruto pretendiendo sonar atractivo para sus ojos, no, a ella no le gustaba, no tenía por qué gustarle el Ángel.

Alastor la miró intensamente ahora, con aquellos ojos negros y el cabello castaño claro parecía lo que era, un maldito Demonio.

― Han pasado demasiados ―contestó reacia a volver a ese tema, no, los recuerdo no ayudaban en absolutamente nada.

― Quiero que me digas algo ―dijo ignorando completamente a Khael y Remian.

Azael se resignó, había aprendido hacía ya mucho tiempo que no se podían confiar en Demonios, y sin embargo el idiota de su Amo lo quería así, y con él. Al parecer a Khael le encantaba tropezar dos veces con la misma piedra, aunque Alastor no fuera un jodido traidor, seguía siendo de una línea indefinida.

― ¿Qué? ―preguntó aún más molesta.

Alastor sonrió enseñando sus dientes, y se acercó más, Remian gruñó pero nadie le prestó atención, ni siquiera su Amo quien miraba todo con cierto aire de aburrimiento, como casi siempre desde que Naths no estaba allí.

― ¿Cuándo fue la última vez que te alimentaste?

Azael retrocedió dos pasos y lo miró echando fuego, el celeste sabía que se había convertido en un negro liquido, y lo odió, más que eso, quiso asesinarlo allí. Khael despertó en aquel momento del letargo y se posicionó en frente de los ambos.

― Calma Azael ―ordenó.

― ¡Que te den! ―respondió temblando de furia.

― ¡Maldición Alastor! ―rugió molesto el caído a punto de arrastrar a Azy para que no lo descuartizara allí.

― ¿Qué demonios sucede? ―preguntó Remian a cierta distancia.

― No te metas ―le gruñó ―, nadie te quiere aquí.

― ¡Azael basta! ―la cortó su Amo.

Ésta gruñó otra vez y se acercó a Alastor que estaba disfrutando del espectáculo, detestaba al maldito, lo odiaba más que a nada en el mundo, se retractaba de haber dicho que la hacía sentir especial, el bastardo nunca cambiaría, era el único que conocía su secreto, y desearía matarlo, si él no fuera quien era.

Saga Ángel Oscuro II. La Dama de BlancoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora