Capitulo 25: La última Alianza

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A llegar se encontró con un William bastante más alterado de lo normal, en realidad, colérico, como jamás lo había visto antes.

― ¿Qué demonios? ―gruñó aún más fuerte que sus gritos histéricos anteriores ―. Dime que nadie más volverá en esas... ¿Hay hospitales que los atiendan?

― Will, no, no hay hospitales, pero estamos de suerte, Magnolia sabe algo de enfermería.

― Dezz, no puedo hacer milagros... ―se quejó la Bruja ―. El Lobo llegó en un estado desastroso y el Hada se niega a que la toque, pero el Vampiro...

La piel se le heló con el tono de voz y sus ojos, eso sólo significaba que lo que había sentido era verdad, él había muerto... y por el bien de Lucifer le convenía que despertase siendo un maldito Oscuro o descendería el infierno y empalaría a la maldita zorra.

Claro que su sangre lo había matado, es decir, la herida lo haría de todos modos, pero ella había aligerado el proceso... - ¿Cuánto, unos segundos? -. ¡Al demonio!, aún así lo había acelerado.

― ¿Qué necesitas? ―le preguntó Jazz a sabiendas de que no dejaría que la Bruja pusiese ni una de sus manos encima.

Necesitaba demasiadas cosas, un Alma por ejemplo, si la pregunta requiriese de una respuesta elaborada seguramente comenzaría a enumerar miles y miles de necesidades, pero la más urgente era Gerard.

― El Vampiro ―murmuró sin voz.

El Ángel asintió y William guió a Jazz para llegar a su habitación.

El cuerpo le dolía, por entero, más allá de todas las heridas que tenía, incluso pese a que su ser estaba repartido en miles de lugares, aún le quedaba la suficiente conciencia para saber que tenía que resistir porque luego sería peor.

Al entrar a la habitación lo primero que vio fueron los ojos vengativos de Adam, el maldito estaba que echaba fuego y a un lado se encontraba la humana, no preguntó qué demonios hacía ella, no importaba de todas maneras.

― Tú hiciste esto, tú dejaste que pasara ―sentenció.

Adam se adelantó para increparla sin que le importase que no estuviera caminando por sus propios medios o que tuviese que pasar sobre William, Alice y Jazz para llegar a ella. Nadie en esa habitación tenía que defenderla y aún así, hasta la humana intentaba ayudarla.

Sus ojos se llenaron de lágrimas, no supo descifrar si por gratitud hacía ellos, o por el simple dolor que le causó ver a su Vampiro sobre la cama completamente inmóvil, como detenido en el tiempo, su pecho no subía, claramente los muertos no respiran, pero él tenía que empezar a hacerlo, en algún momento lo volvería a hacer.

― Déjenos solos ―pidió.

Jazz la llevó hasta la cama y dejó que se recostara junto a él, todos se retiraron, Adam le gruñó como si estuviera dispuesto a partirla en dos una vez que Alice lo soltara.

Cuando escuchó el sonido de la puerta se sintió más tranquila, ahora podría llorar por él, por ella, por absolutamente todo, incluso por su madre, que mal que le pesara otra vez se había escapado.

Miró el rostro del Vampiro, observando todos los detalles que lo hacían ser él, su ropa ensangrentada y hecha pomada, los rasguñones en su pálida y perfecta piel, sus manos que equivalían dos de ella, su torso musculoso y su rostro, lo que más adoraba era sus pequeños y perfectos labios, la nariz en punta... deseaba observar sus ojos, volver a verlos una vez más, y sabía que iba a tener la oportunidad de hacerlo, él despertaría, había vendido su alma por eso, no dejaría que la decepcionara.

Saga Ángel Oscuro II. La Dama de BlancoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora