Capitulo 24: Redención

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Naths sintió un extraño calor acender por todos lados. Ya estaban listos, los Demonios aguardaban y Bastiaan también, no harían esperar a nadie. Su mentor le había dicho que tenía que serenarse, pero él no comprendía demasiado lo que significaba para ella la pelea que emprendería dentro de sólo un momento. Una que planeaba ganar, por más que le costase la vida.

Algo extraño le estaba sucediendo a nivel corporal, sentía como si no estuviese manteniendo una pelea en una realidad paralela, cosa que era imposible.

Se alejó de todos para que nadie la viera sangran. El Ángel se alteró un poco, pero logró que se notara, por dentro estaba preocupada, por fuera se demostraba excesivamente en calma. Luego, cuando creyó que todo había pasado, en su espalda el dolor casi la parte en dos. Cerró los ojos con fuerza intentando investigar de dónde demonios salía sus heridas. Al mirar al resto de los Ángeles vestidos de negro, noto que nadie estaba sangrando, salvo ella... algo no podía andar bien.

― Listos ―gruñó un Serafín.

El Ángel ni se tomó la molestia de contestar, si no estuviera lista, no estaría allí, nadie lo estaría, la simple pregunta parecía idiota.

La mitad de los soldados no poseía ningún sentimiento, casi ninguno tenía alma y ella tampoco. Se alegró al dejar de sentir dolor y se concentro en la batallada, en que sus armas estaban en el lugar indicado. El anillo se calentó hasta casi quemar su piel y así estuvo mejor, la gema cambió a un verde oscuro y todos descendieron a la vez.

La lluvia se detuvo al momento en que descendieron y Naths, que iba muy por detrás de los suyos, cayó de rodillas por el dolor, no pudo si quisiera gritar y nadie la notó, lentamente la carne de su cuello ardió y la sangre la bañó.

― ¿Qué demonios es eso...? ―susurró antes de perder la conciencia.

***

― Ni se te ocurra Gerard ―lo amenazó mientras lo sostenía. Él estaba mojado y embarrado, la sangre comenzó a manar de la herida de una manera exagerada. Dios, aquello no podía estar sucediendo, él no tendría que estar muriendo.

Azael llegó a cubrirla junto con Remian, Bastiaan a su vez también intentó protegerla.

― Dezz... ―susurró.

Ella sintió como si hurgasen todas sus heridas con un hierro ardiente, y su corazón no estaba sacando la mejor parte de todo. Algo estaba mal, en los dos, en ella... en la vida que se estaba yendo, en su vida que comenzaba a anclarse. Se sentía fría y sola, una sensación que la golpeaba a mano limpia, que la hacia sentir desgraciada. No era dolor lo que padecía, sino la ausencia de él... la futura ausencia de Gerard.

El Ángel se vio arrastrada momentáneamente del lugar. Volvió a cuando había mordido a Michael, cuando murió para renacer como Oscuro... un recuerdo de un sueño robado.

«Era un lugar que en su vida había visto, las paredes de piedra parecían blancas y el frío salía de ella permaneciendo en el ambiente y congelando su cuerpo.

Un fino sonido le llegó acompañado de alaridos y gritos, se estremeció por completo, no le gustaba no saber en dónde se encontraba. No era para nada alentador estar allí y sin embargo no podía irse.

Se forzó a recordar qué había pasado antes, previo a despertar en aquel lugar. Vio uno temerarios ojos verdes y sangre... ella había tomado sangre de... de Michael para ser un Oscuro. Al parecer no había terminado en el lugar que esperaba.

Caminó unos pasos extrañada y lo supo, comprendió donde se encontraba.

Has llegado por fin ―pronunció una mujer con la voz clara.

Saga Ángel Oscuro II. La Dama de BlancoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora