Capitulo 13: Ángel Desterrado

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Remian hervía de furia, y para lo que sentía no había un consuelo valido que lo camuflase.

Azael se había ido con Alastor, no necesitaba un dibujo para comprenderlo, y lo que consideraba aún peor, si es que aquello no fuera de por sí bastante trágico, era que todavía no habían vuelto. Bastiaan se atrincheró de su maldita habitación, y no podía contarle a alguien más que Azael se había marchado, tampoco importaba, sabía que ella en algún momento regresaría y cuando lo hiciera el infierno sería poca cosa, porque no sólo eran celos, sino algo mucho más grande, como si Azy lo hubiese traicionado, y en parte el Ángel se sentía como si en verdad fuera así.

Menuda pareja la suya... él un Ángel y ella un Demonio, pero no eran pareja, y él tampoco era un Ángel, para el cielo era casi lo mismo que ella, porque ellos no consideraban a los Ángeles Oscuros como Ángeles.

Quería maldecir una y otra vez, pero no encontraba satisfacción en soltar improperios a diestra y siniestra, ella volvería, era lo único que le traía un poco de alivio, su cabeza lo repetía una y otra vez pretendiendo con aquello hacer de su furia helada, algo menos destructivo «suerte con eso cabrón».

La primera vez que fijó su vista en la pelirroja, muy a su pesar había quedado impactado, Azy ciertamente tenía una ternura que aún no lograba definir, pero aún así la maldita lograba calar sus nervios sin el menor esfuerzo y lo fastidiaba cada vez que se le presentaba la oportunidad. Ella lo retaba no solamente por el hecho de haberse ido con el asqueroso Demonio, sino, con todo lo que hacía, su manera de ignorarlo, de vestir, incluso de hablarle cuando así lo quería. Y Dios, le fascinaba todo de ella, aunque por lo mismo tendría a despreciarla.

Si, era verdad, los prejuicios habían sido sólo suyos, pero ahora que no tenía el peso de tener que portarse bien, no quería hacerlo... aunque claro está que los roles entre ellos cambiaron a la par de las circunstancias, ahora Azael era quien escapaba.

Miró el reloj una vez más, ni siquiera sabía cuántas horas había pasado allí, en el pasillo que daba a la habitación de Alastor. No se había tomado la molestia de seguirlos ni de hablar con Azael, ya tendría bastantes problemas cuando apareciera.

Sintió un aire tibio y caminó, por decirlo de una manera, ya que más se asemejaba a un borrón de movimiento que al simple hecho de caminar, su corazón se aceleró aún más tras cada paso y a la mitad de la escalera por fin la encontró, se notaba que sus mejillas tenían un color más vivo, sus intensos ojos celestes relampagueaban y sus cabello desarreglado lucía un rojo muchas más prendido.

― Tú y yo tenemos que hablar ―sentenció con un gruñido.

Azy ni se inmutó, como si hubiera sabido que ni bien llegara tendría que enfrentarlo.

― ¿Sobre qué? ―preguntó distraídamente.

Remian la tomó de la muñeca y la obligó a subir las escaleras a prisa, la llevó medio arrastrando a su habitación y cerró la puerta de un portazo.

Las paredes blancas no hicieron más que resaltar su pálida y perfecta piel, y el Ángel tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para no acariciarla, para no acercarse, incluso no quería olerla.

― ¿Por qué demonios te fuiste con él?

― Estoy cansada de esto ―respondió en voz baja ―, y no te diré por qué me fui con él porque es algo que no te concierne a ti.

Se la notaba desvalida y vulnerable, algo malo había pasado, antes de que él reaccionara Azy se acercó e impidió que saliera.

― No irás tras él... ―le advirtió Azael comprendiendo lo que haría.

Saga Ángel Oscuro II. La Dama de BlancoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora