Capitulo 22: Armadura

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Su cuerpo se encontraba completamente tenso, la lluvia no se había detenido en ningún momento, y la visibilidad cada vez era peor. A duras penas si recordaba algo de antes de haber iniciado aquella absurda pelea, y eso era bueno, Azy lo creía infinitamente mejor.

Su cuerpo castigado recreaba para sí un momento de paz absoluta, en donde no escuchaba sus quejas mentales o los recuerdos desastrosos de ella y el Ángel. Aunque no todo era para siempre... Unos ojos rojos se cruzaron por un momento en la línea de visión y apartó a Adam antes de que una Daga lo alcanzase, era perfecto porque el por qué de haber comenzado a pelear estaba allí parado, al final del callejón, mirándolos a punto de asesinarlos a ambos.

Remian, el Ángel Oscuro más bastardo que Azael había conocido alguna vez estaba allí, fijado al suelo, frío y mojado de la cabeza a los pies.

― Vete Adam, y no preguntes.

El Vampiro asintió y caminó arrogante hasta salir de allí, cojeaba ligeramente y con la ropa hecha un desastre, sin nombrar que sangraba y su cabello largo hasta los hombros era un asco. Azy seguramente estaba mucho peor que el Vampiro, y lo estaría aún más luego de la charla que tendría obviamente con el Ángel.

― ¿Y ahora qué?

Remian no le contestó, simplemente se quedó allí, como si fuera un fantasma o parte del decorado.

Estaba vestido como un duro motociclista y Azy lo creyó un chiste, jamás lo había visto vestir de cuero, pero bueno... tampoco importaba qué se pusiese, de cualquiera manera, siempre estaba como un tren...

― Así que esto hacías... ―rugió temblando.

El Demonio sintió que su cuerpo entraba en combustión espontánea al momento, y nada tenía que ver con el enojo previo o el hecho de que estaba aburrida de tener a Remian enojado frente a sí, sino, era simplemente el hecho de tener al Ángel de esa manera, cabreado, echando fuego por los ojos. Podía irse y fingir asco o lo que fuera, pero luego venía a ella dispuesto a partir en dos a Adam por haberla golpeado un poco, y Dios, lo odiaba y a la vez, sentía un irrefrenable deseo de acercarse a él y terminar de una vez con aquel maldito juego.

― Si, esto es lo que hacía, y me divertí hasta que llegaste.

Punto a favor de Azael, Remian pareció percibir el ácido de su comentario, y la colorada se sintió muy bien al respecto. Ella estaba en una desventaja constante cuando se trataba del maldito, creía justo que al menos él sufriera por lo que ella pudiera llegar a decirle.

― ¿Qué quieres?

― Bastiaan me envió.

«Miente», se dijo a sí misma, si su Amo la quisiera en algún lugar, la llamaría, punto. No mandaría a nadie por ella, no era un crío al que tuvieran que llevar.

― Bien, ¿también te dijo que hirieras a Adam?

«Azael dos, Remian cero», sonrió para sus adentro y se acercó a él.

― No ―rugió Remian ―. No lo hizo.

― Bien, la próxima vez que cumplas órdenes, no improvises, has lo que te piden y punto.

«Remian pierde por nocaut.»

Bien, ahora no tenía nada más que esconderle al Ángel, no tenían porqué fingir que ninguno de los dos conocía la verdad, ella no tenía que sentir incomodidad, ya había extirpado de sí aquella sensación molesta, no quería volver sobre lo que él había hecho, escapar siempre resultaba ser la salida más rápida y no lo culparía por querer alejarse de todo lo que no le gustase, pero si lo condenaría si quisiera volver después de haberla dejado sola. No, Azael no podía confundirse esta vez, ya había metido la pata hasta el fondo en repetidas oportunidades.

Saga Ángel Oscuro II. La Dama de BlancoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora