Capitulo 20: Azael

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Sólo pocas veces se había dejado ir de aquella manera. Primero había caído en un poso depresivo de adolescente modelo, aquella por la cual, la chiquilla en cuestión tendía a lastimarse mentalmente porque su vida era por completo una mierda. Luego había estado el llanto, aunque no quisiese aceptarlo, había llorado. Después de haber medio aceptado todo el embrollo en el que se encontraba, se había recompuesto a medias gracias a William. Y ya, no habían lágrimas que derramar, ahora era una completa bomba a punto de detonar ante el primer imbécil que se acercara lo suficiente como para accionar el detonador.

Era lo más cercano que había estado jamás de rayar a un completo psicópata desquiciado, y todo en cuestión de minutos, el proceso que a su hermano le había llevado a razón de un mes, él lo había superado en unos cuantos segundo.

Sentía que algo a la mitad de su pecho dolía, y sabía que era la daga que Lena le había enviado de donde mierda quiera que estuviese. Demonio, hubiera esperado lo que fuera, pero no aquello, la desconexión de su cuerpo por entero, volver a ser solamente él. Se había olvidado de esa sensación, pero ahora era un condenado, sin su maldita atadura.

Se apartó del humano inteligentemente, jamás había estado tan cerca de la bestia que poseía dentro como ahora, y le encantaría que fuese una simple expresión, pero sabía que no, el Oscuro que moraba en él lo estaba acorralando, sabía que encontraría a Uriel y lo desmembraría pieza por pieza, y no pararía hasta que su maldita anatomía fuera un rompe cabeza sólo para expertos. Esa clase de cosas que ni toda la luz divina podrían volver a encajar. Quería escuchar como lloraba de dolor y se retorcía, quería que su sangre le salpicara el rostro y todo el cuerpo mientras quitaba las partes que según él, estaban de más. Quería ver como gemía en busca de aire, y como sus ojos rogaban clemencia. Y no cedería, ¿para qué ser misericordioso si las puertas del infierno se abrirían para él, el día que muriera?

El sentimiento de furia corría más allá de todo su cuerpo, lo sentía como un peso muerto sobre sus hombros, o una compañía fantasmal intentando doblegarlo, y demonios que la maldita lo lograría, a su debido tiempo. Ahora, si bien era un asesino en potencia disfrazado de Ángel, tenía que mantener las apariencias. Porque ni bien probara el sabor de la venganza, no pararía hasta saber que nadie se le ocurría volver a cometer el desquicio de separarlo de Lena.

Se dejó llevar un momento por la excitación del momento y sintió un escozor en las palmas de las manos. Fue medianamente conciente de que una de ella estaba aprisionando la daga que usaría para asesinar a Uriel, la misma con la que el maldito había matado a Gabriel.

Tenía tantas que cobrarse, tanto por el que hacerlo llorar...

Emplearía toda su sapiencia en encontrar la tortura perfecta, y se dijo internamente que mientras más pensara en ellos, menos ocupado se vería en pensar lo que su Ninfa le había hecho. Porque una cosa significaba querer matarlo por lo que le estaba haciendo al pobre cuerpo de Lena, y otra muy diferente era que la maldita lo liberase del trato que por tantos años habían llevado. Demonio, ella era su esposa, legalmente estaban casados, claro que no legalmente, ya que para fines prácticos, ellos no eran parte de la sociedad y el matrimonio para los mortales se medía más como una especie de contrato que como algo estipulado por la iglesia, pero que la misma lo avalaba, y para poder estar casados habían inventando un apellido y una familia que no existía, pero a quién demonios le podía importar eso, para los ojos de Dios, si es que a él también le interesase, ellos estaban unidos en sagrado matrimonio, y porque a Lena le gustaba usar vestidos de novia y organizar fiestas, se habían casado ya un par de muchas veces, pero había una alianza en el dedo de Lena, no en el suyo, pero si en el de ella...

Demonio, si seguía pensando como lo estaba haciendo terminaría cometiendo más de una locura, y estaba vez la música del humano no ayudaría en lo más mínimo. Si se le ocurría abrir la boca para ponerlo en su lugar, temía terminar lastimándolo, Gerard era el único que podía con él... no luchando claro está, aunque el Vampiro lo había sorprendido la última vez que lo había visto moverse, como un maldito depredador para salvar a la pobre Dezz de las garras de Demonios y Vampiros, la verdad no entendía a su hermano, porque si Dezz fuese algo que alguien tuviera que salvar, entonces Mike solito se cortaría ambas manos, porque podía apostar que la maldita no necesitaba de nadie para salir ilesa.

Saga Ángel Oscuro II. La Dama de BlancoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora