Capitulo 01: El Licántropo

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Podía gritar hasta enmudecer, la diferencia era nula. Por más que caminase como una maldita condenada - como lo que en verdad era –, nada cambiaba, volvería al mismo lugar, comprendiendo que no serviría absolutamente de nada.

Maldecía y blasfemaba esperando conseguir algo, pero en cambio, el silencio mortuorio daba como resultado que se fastidiase un poco más, y ese poco marcaba una diferencia increíble a la hora de poder tranquilizarse de una maldita vez.

Por momentos se replanteaba el hecho de que por qué no terminaba con aquella penosa existencia, pero no, ella no podía...

Quería escapar, sabía que tenía que hacerlo. Pero al momento en que comenzaba a pensar en eso, sentía calambres en todo el cuerpo, las piernas se le dormían al tiempo que todos sus músculos se tensaban a la vez, como resultado terminaba gritando de dolor. A todo eso se le sumaba el hecho de que sus alas picaban y escocían constantemente, quería arrancar a las muy malditas, pero no sabía cómo...

Lo único que en verdad estaba claro, era que tenía que escapar, ansiaba con todo su ser hacerlo, pero lamentaba no poder, porque estaba claro que los deseo no importaban un carajo en donde se encontraba ahora, su libertad se hallaba muy lejos de ella, de aquel repugnante lugar, de todo lo que la rodeaba constantemente robándole el aire y las pocas ganas de vivir. No existía un pago, no había nada que pudiera hacer más que padecer.

Gritó nuevamente, no sabía precisar el motivo del dolor, o por que demonios el mismo no cesaba, pero allí estaba, lacerando su piel. El sufrimiento se convertía en un padecer tan visceral que hasta incluso su imaginación le traía el sonido del látigo chasqueando contra su carne, porque estaba claro que no había nadie allí pero podía sentir el olor a su sangre, el chasquido en su piel, el aire siendo cortado. No podía ser su imaginación, y sin embargo cada vez que miraba atrás seguía sola, y su piel inmaculada, aunque el dolor distaba demasiado de también ser imaginario.

Sus alas vibraron, y otra vez al intentar ponerse de pie sintió como sus músculos era tensados. Cayó al suelo sin la posibilidad de sostenerse. Aterrizó sobre el pasto de aquel bosque, inundando su cabello de hojas secas.

El olor a tierra húmeda llenó momentáneamente sus sentidos, antes de que volviera a gritar.

Su cuerpo ya no soportaba intentar ponerse de pie, por lo que se arrastró. Cada centímetro que avanzaba era aplastante, la sensación de asfixia se convertía en algo sofocante y demoledor, sus pulmones se quejaron por el esfuerzo, pero aún así, avanzó un poco más. Escupió su propia sangre y supo que ese era el final del juego. Se derrumbó inconciente, sabiendo que la agonía sería mucho peor que hasta el momento.

No había manera de escapar de ella misma, ni de aquel maldito lugar. Estaba jodida, y no lo aceptaba. Prefería una vida de pesares a rendirse como ya lo había hecho ni bien la había llevado allí.

Caía, era todo lo que podía sentir, caía y no sabía a dónde. La oscuridad absorbía todos los colores. Quería intentar comprender qué era lo que pasaba, pero las sensaciones se apagaban, y se encendía a medida que la fiebre aumentaba en su cuerpo. Los calambres los podía sentir hasta en aquel estado de inconciencia, pero lo que apareció frente a sus ojos en un relampagueó blanco fue lo realmente agónico. «Podía verse a sí misma, desde un ángulo extraño, como una espectadora de su propia vida, aunque entendía a la perfección que era ella, su pelo, su piel, hasta el extraño color en sus ojos le era familiar, pero lo que le resultaba completamente desconocido, era en donde se entraba.

No podía ser ella y sin embargo lo era, todo parecía relativamente normal, salvo por que estaba completamente manchada de sangre y con múltiples heridas.

Saga Ángel Oscuro II. La Dama de BlancoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora