Capitulo 10: La noche del Guardián

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Su cuerpo ardía en una intensidad extraña. En el letargo del sueño podía ver a alguien con él en la habitación, una mujer, lo sabía por la pequeña silueta que llegaba a ver detrás de la bruma del dolor, pero en realidad no era demasiado conciente de nada.

Un eco filoso apuñalaba sus costillas cada vez que respiraba lo que parecía ser hielo seco y sangre, su rostro palpitaba, sentía sus ojos arder, el labio muy hinchado y la nariz sumamente adolorida.

Quiso moverse pero unas manos se lo impidieron.

― Si te quedas quieto, terminará más rápido.

Se preguntó qué clase de enfermera le habría como ella, calmada pero con la dosis justa de autoridad. No supo bien si la obedeció por ello, o simplemente lo hizo por la imposibilidad de realizar tal movimiento, sea lo que fuere, agradecía el hecho de que ella no lo dejase erguirse.

En ocasiones normales intentaba parecer fuerte, no era la primera vez que terminaba en un hospital, pero hoy se sentía frustrado y fracasado, el maldito gas pimienta no había hecho absolutamente nada, y el cuerpo le pasaba factura de haber sido siempre un pequeño infeliz incapaz de defenderse.

El aire en la habitación cambió, se hizo mucho más frío, y su enfermera dejó de acariciarle el cabello he intentar aliviar su dolor.

― Supongo que ese es mi deber ―dijo una voz ronca.

Si bien era otra mujer, no lo parecía, el todo frío era impropio y Will supo que a la otra enfermera no le importaba un comino lo que le pasase, prefería a la mujer que se estaba yendo sin mediar palabra alguna.

― William... soy Dezz... tú, la... yo... ¡Demonios! ―gruñó frustrada ―. Soy la maldita perra que te encontró, y ahora entiendo qué... ―dejó la frase inconclusa y se acercó a la cama.

La habitación no estaba demasiado iluminaba a penas si la luz se filtraba del ventanal, era extraño que un hospital fuera así, incluso la mullida cama contradecía lo que él reconocía por hospital, pero dejó de prestarle atención a aquello.

― No sé como se supone que te ayude...

― Llama a la enfermera ―dijo Will o mejor dicho lo intentó, seguramente se oía como un cúmulo de sonidos distorsionados y sin sentido.

― Se supone que tengo que poder... ―susurró para sí, él no estaba seguro de que ella en verdad le prestara la debida atención ―. Bien, en definitiva, será la primera vez para los dos.

Dicho aquello una caricia demasiado caliente rozó su mejilla, gimió ante la sensación pero lo soportó. El aire en sus pulmones se hizo pesado, sentía que algo oprimía su pecho y luego las emociones fueron liberándose junto al dolor, una luz pálida y cegadora iluminó la habitación, luego de aquello... absolutamente nada...

― Supongo que ya está...

William se incorporó aún mareado, y la miró por primera vez, reparando por completo en aquella mujer que tenía en frente. Luego de un momento suspiro entrecortadamente.

― Tú espalda... ―susurró aterrado.

Dezz fue conciente de a qué se refería él, un halo de luz la iluminaba, más precisamente donde se encontraban sus alas, alas que él no podía ver.

― Supongo que no es la mejor manera de decirlo, y quizás ahora pienses que estoy loca, pero de cualquier manera... Soy un Ángel, y tú mi protegido.

Will primero la miró como si ella estuviera hablando en otro idioma, y luego la expresión de su rostro fue cambiando.

― ¿Estás de broma, verdad?

Saga Ángel Oscuro II. La Dama de BlancoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora