Capitulo 18: Melodía agridulce

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Se sentía intranquilo, su piel lo tiraba por todos lados. Dios, era una sensación extraña y horrenda. Dos días. Si no los contaba iba a enloquecer, más de la cuenta, en dos días volvería a estar con ella, la vería, y asesinaría a Uriel.

Muy a su pesar fue hasta la habitación de Dezz, tenían que planear la estrategia ya que por su cuenta no había conseguido absolutamente nada. «Lena. Lena. Lena. Lena» su mente sólo procesaba su nombre, pensar en algo más era misión imposible.

Para su desgracia el Ángel había sido atacado, y ahora al parecer el plan del magnifico Dios tenía un montón de fallas, era una real putada, pero por más que intentara pensar en ello, los pensamientos volaban de su cabeza, todo giraba en torno a los mismo, todo moría en el mismo lugar...

― Todos los caminos conducen a Roma... ―murmuró Argos.

Mike lo miró con cara de pocos amigos, el Dios entre todos, era el que peor le caía, prefería lidiar con el Lobo, pero al parecer porque el Hada estaba allí, él no quería permanecer demasiado tiempo en el mismo lugar.

― Si fuera así entonces no entiendo por qué no diste con ella todavía.

Argos sonrió mecánicamente.

― Por que quizás aún no sea mi momento de llegar.

Lo odió un poco más y dejó de prestarle atención. El Dios se sentó a su lado en la sala de estar, estaba vestido como un tipo duro de la mafia, y le importaba un bledo. Mike simplemente tenía puesta una remera blanca que había encontrado al final de placar y un pantalón, listo, así estaba bien.

El sudor hizo que la maldita prenda se le pegara en la espalda, era una putada verdaderamente, pero los nervios que traía encima eran de los que no se podía liberar.

«Dos días. Dos días. Dos días. Dos días» su mente procesó dos nuevas palabras. Medianamente se podía llegar a decir que pensaba.

― Ella es especial, ¿verdad?

Mike se quedó sin reacción. - ¿En verdad quería jugar a doctora corazón con él? –. No, no quería, pero visto y considerando que tendría que esperar un poco más para hablar con Dezz, podría al menos intentar ser sociable con el desgraciado psicópata que tenía sentado a su lado.

No le confesaría que sentía que algo había sido arrancado de él, que cada vez que intentaba respirar una opresión se lo impedía, como si estuviese intentando hacerlo debajo del agua, el sentimiento de asfixia era aplastante y empeoraba más a como iban pasando las horas. Porque cada vez que pensaba en ella, en que no la tenía y muy posiblemente jamás volvería a estar junto de él, una hoguera destructiva se encendía en su interior amenazando con devastar todo, absolutamente todo. Nunca lo diría, y menos a él. Abrir sus sentimientos era muy difícil para un Ángel que nunca había confesado ni siquiera un ínfimo dolor, a su compañera de toda la vida le ocultaba cosas... Raphael lo intentó toda su vida y nunca consiguió que de su boca saliera la más mínima descripción de lo que sentía por dentro. Mientras más tiempo pasaba, se convertía en un bastardo aún más cerrado. Y allí estaba, junto a un Dios que le importaba poco y nada lo que le respondiera, y aún así no pensaba contestarle algo más que lo que siempre había dicho.

― Si ―graznó en respuesta.

― Eso imaginé.

La charla podría terminarse allí, pero su respuesta lo irritó.

― ¿Importa? ―gruñó mordaz.

― Los sentimientos de un Ángel Oscuro siempre importan ―respondió después de un momento ―. Más si se trata de ti.

Saga Ángel Oscuro II. La Dama de BlancoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora