Carta de consuelo

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Es difícil decir las cosas en voz alta y más difícil, es decirlas a las personas que te destruyen con palabras el poco amor propio que un alma puede llegar a conseguir en toda su corta vida.

Cuando uno está enojado, no mide el daño que puede hacer a los que más cerca están, dejando estigmas que no tienen vuelta atrás, que son como  las copas vacías que se quiebran y que aunque te esfuerces en salvarlas, no vuelven a ser las mismas, perdiendo su función más elemental.

Eso lo sé de buena fuente. Nadie me lo contó.

Por momentos, soy esa copa.

ººº

Difícilmente me levanto todos los días para trabajar, y soportar al molesto de mi jefe, escuchar las repeticiones de su mujer, renegar por la humedad y se repite todo de nuevo. El ambiente laboral no es del todo malo, tengo buena paga; que es suficiente para abarcar mis gastos. Es algo sencillo, porque solo manejo pedidos virtuales y confirmaciones. Lo bueno de tener la confianza de ellos, es que puedo tomar la libertad, de algunos días si es que estoy enferma.

La rutina diaria, además del trabajo, es llegar a mi casa prácticamente corriendo, atragantarme con la comida y volver a salir, a estudiar, para promover materias pendientes. 

No porque me guste. No me queda otra.

Soportar a mi familia, que en estos momentos están pasando por cosas difíciles. Soportar a mis amigas con sus dilemas de que si puso like o no, a una foto de facebook, o sigue alguna mina nueva en instagram,  y  ni siquiera preguntan qué tal va mi día.

Como se nota que no tienen nada mejor que hacer...

Llegar a la noche muerta de dolor de cabeza, de ojos, de manos, en fin... todo el cuerpo en general y amagar al sillón, cuando escucho de fondo:

—  Te toca cocinar hoy — dice mi hermano con la expresión de burla que tanto me enfurece.
Mi cara es un poema. Mis insultos se atoran, ya que no debería quejarme. 

Y lo hago de todas formas..

En realidad, es la noche la que me preocupa. 

No me gustan las infusiones que recomiendan para calmar los nervios, relajación y a la cama.

Ir a dormir, otra tarea complicada. Solo me quedo dando vueltas y vueltas, por una cuestión de cabeza quemada, porque sufro de insomnio, no lo sé.

No sirve el brillo extremo de mi celular; solo para irritarme los ojos, que demasiado mal me hace. 

Entonces me quedo rodando sobre mí misma, esperando encontrar la posición justa para mirar a un cielo, que tampoco está despejado como me gustaría que esté mi mente, y otra vez caigo en recordar todo el día, todo lo que me dicen, todo lo que me callé, todo lo que absorbo y al final... Sólo me importa una cosa:

Llorar.

Y no es bonito.

Pero el correr de esas lágrimas, que dicen tanto, me revelan una nueva etapa.

Probablemente no pueda decir lo que pienso cuando lo hago, no puedo actuar como me habría gustado... pero al menos sigo sintiendo dolor, para identificar que aún me importa y que mañana, pasado o el año que viene, todo estará mejor.

Noche sin café. [Editando] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora