Carta a mi pecado

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No tenía idea dónde me metía en aquellos años. Por el simple hecho de, aunque se sepan mis preferencias, tenía miedo. Temía por las decisiones drásticas. Dejar un laburo, dejar una relación, dejar la escuela, dejar todo por lo que luché durante años...

Perseguí un sueño, tal vez. Me dejé llevar toda la vida por las emociones más fuertes, teniendo fe en ellas como pilares. Para algunos, sus referentes son los padres quienes los acompañaron durante toda su vida, pero a mí, no. Nunca quisieron formar parte de mi. Así que en la travesía de salir de la comodidad, y explorar nuevas sensaciones, nuevos rumbos, saqué un pasaje de ida. Una ciudad prendida en su complejidad, con oportunidades y luces cegadoras; así se veía para mi la gran Buenos Aires. La primera vez que viajaba sola. La primera vez que se me revolvía el estómago por caminar avenidas desconocidas, atropellando a la gente en peatonales concurridas y el aroma a café con un tango como cortina cual radio matutina. Estaba hipnotizada. 

Pero no sólo me encontraba hechizada por la lujuria del tumulto de gente, sino también por el amor. O eso creía al menos. Pienso por momentos que fue sólo un capricho. Una ilusión generada por mis propios pecados. Porque saben ya que todo lo que hacemos está conectado directamente a las consecuencias. Al famoso karma. Y al lastimar en una cadena sin fin, en el juego de la vida, nos toca tarde o temprano. Toca que se nos cobre. 

Estaba en el mejor momento. Estaba relativamente feliz. Ese fue el problema. El mayor error de todos. La peor decisión con el peor resultado. 

Y claro que aunque puse primero la ilusión de un amor que al final era sólo superficial y que marcaría un antes y un después, se fue dejándome al azar. Con canciones que destruían mi autoestima y promesas que sonaban más falsas que la moneda actual de un centavo. Al carajo con las frases clichés que utilizan las personas para dar seguridad. Porque nada es seguro en esta vida. 

Una mierda. Dos, tres, cuatro infidelidades y me cansé, como cualquier mujer se cansaría de que le fuesen infiel, corté por lo sano. 

Una mierda. Sí. Pero... ¿Acaso no fue el resultado de mi mala acción? Sí. Eso fue. Una mujer que rompió el corazón y otra mujer que destrozó el mío. Y después de todo eso, volví a sacar un pasaje de vuelta. 

Entiendo el dominó. 

No entiendo el pecado. 

Ante todo siempre coherente con mi sentimiento, y apagado como cielo en un día gris, se sintió mejor el dolor. Y cuando alguien siente el dolor, sana. 

Noche sin café. [Editando] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora