A nosotras, las mujeres.

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Era un día frío de jueves por la tarde

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Era un día frío de jueves por la tarde...

Nunca pensé en terminar con mi remera anaranjada rota, sentada en un rincón del edificio frente a la plaza mitre, temblando... con la mirada perdida. Mi cabeza daba vueltas y se me dificultaba pensar. 

Les paso a contar qué es lo que me sucedió. 

Una amiga mía me había dicho que Jesús era un buen pibe, un par de años mayor que yo. Tenía 13 años en aquél entonces, ilusionada porque efectivamente a esa edad somos tan inocentes cuando se cruza un lindo chico, y creemos que viene con caballo, y buenas intenciones. 

Le pregunté a Nadia todo lo que sabía de aquél chico misterioso, porque no podía mandarme sin saber datos específicos.  A lo que horas después, de jugar pasionalmente en los videojuegos, se presentó con aires de sabihondo ante mi.

  —Hola Maru, Nadia, ¿qué hacen? — dijo levantando la mano derecha en modo de saludo.

No sé si fui muy confiada. Tampoco sé si esas cosas se pueden saber a ciencia cierta, pero que se borró la voluntad de ir con cautela, se fueron. 

Ya casi terminamos. — comenté agitada, con la transpiración que caía desprevenida por mi frente. 

Enseguida corrí al baño, me refresqué la cara, un poco de desodorante y salí disparada.

Ey, dice Jesús si querés ir a la costanera a "caminar" — me frenó de golpe en el paso apresurado, sorprendida por la invitación. Esa complicidad que teníamos con ella casi siempre me hacía sonreír.

— Ay dios.. Ay dios.. Ay dios...repetí entre ruidos de chiquilla descontrolada.

 ¡Dale, loca! Reaccioná — dijo mientras me sacudía con las manos en mi hombro.

 Listo. Ya. Movete -— sostengo la respiración porque me daría un broncoespasmo.

ººº

Hablábamos de cosas triviales, de cosas de su colegio y de los profesores que son unos imbéciles que creen saberlo todo. Al contrario de mi, que apenas emití sonido. Sólo observaba porque así soy, la mayor parte del tiempo. Y sé que puede ser un poco irritante, que mientras una persona hable casi no digas nada al respecto.

Ahora...- dijo mientras me señalaba el banco que daba vista al río - podemos sentarnos ahí y me contás algo de vos o...— dejó colgada la palabra cuando se acercaba. 

Me tensé. No sé por qué.

 Podemos ponernos intensos sonrió de una forma que me asustó.

Me tensé hasta el punto del dolor. 

<<Dejame. ¿Qué hace? ¿Por qué no te movés, boluda?>>

 ¿Sabías que sos muy hermosa? —   dijo en mi oído. Sus manos iban recorriendo mi espalda y seguía sin moverme. 

<<Movete, gritá, ¡algo!>>

¿Y que cuando te vi, deseaba hacerte mía? —   recitaba dándome besos en el cuello.

Reaccioné. 

Pero sólo tengo flashes. Como imágenes surtidas, negándose a la claridad.

Lo empujé, sí. 

El me agarró la musculosa... 

Sí, también me la rompió. 

En el forcejeo me caí, me dolió el tobillo. Se abalanzó encima mío mientras mi cuerpo estaba boca abajo... Grité, o eso creo porque enseguida me tapó la boca. Le muerdo la mano y se contrae. 

Aprovecho. Ruedo sobre mí... Le doy un rodillazo, lo ataja. Se tira encima.. Me aprieta y me muerde el labio hasta que sangra. Me quiero zafar. No puedo.

Pienso, mientras me sigue recitando...

Me gustan las difíciles, nena dijo mientras me miraba con deseo  

<<Que asco>> 

Me activa el odio. 

Tomo fuerza de quién sabe donde, mientras grito a todo pulmón:

¡Soltame hijo de puta! —   se reía. Muy fuerte. 

Lo miro fijo. Lo miro y lo miro hasta que flaquea y logro soltar un brazo donde le agarro las pelotas con toda mi fuerza. 

  —   Soltame o te los destrozo —   le escupo. 

No me suelta. Me río de los nervios. Le pego duro en la entrepierna. 

Me paro adolorida. Corro.. con todas mis fuerzas, sin girarme para ver si me seguía.

—Hijo de puta! —lancé mientras subía las escaleras, a toda velocidad.

De vuelta en el escondite del edificio, me duele el cuerpo. Ya bajó la adrenalina... No pasó nada, maría.. No pasó nada.



Lo denuncié en la Comisaría Primera. Aunque más de una vez se me cagaron de risa en la cara, porque nadie creía que una persona como Jesús podría intentar violar a una mujer. Pero lo denuncié y ese hombre nunca más pisó esta ciudad de mala muerte. 

Noche sin café. [Editando] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora