Al Camino Impuesto

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Querido hilo invisible, sé que estás en algún lugar marcando mis pasos.

Pero déjame decirte algo...
No creas que has ganado esta batalla, ni mucho menos la guerra, después de todo lo que luché para estar aquí presente. Ni quieras sabotear otra vez mi sonrisa con dolores inminentes.
Déjame decirte fuerte y claro, que no te temo... aunque parezcas feroz.
No me hago ideas locas, ni cambiaré a revelar una atrocidad que supone tu exigencia.
Si quieres algo más, ni sonrías porque se acabó;
Acabó aquella mujer que tomaba malas decisiones y lloraba por los rincones porque nada salía como lo quería.
Has estado largando carcajadas a mis espaldas y de frente, sin reparo para que esté al corriente de tu eufemismo y escupas un te lo dije.
Me torcí el tobillo, me rasgué las vestiduras, rompí mi corazón varias veces, adherí uno a uno sus matices, recité poemas en vez de rezos, aclamé a dioses y cielos molestos. Receté dolor por dolor en cortes, me golpeé contra muros sin culpa, me sometí a un perdón obsoleto.

Grité por qué al unísono, sin sentido. Mezclé amargura con la felicidad de un nuevo reto. Y te escribí porque si el futuro es esto, no confiaré en fuerzas mayores. Ni en leyes de la física, ni en el karma que todo lo arrastra. El terror de las noches, las pesadillas que alertan tus pesares. La sangre de la frente que se origina por tus preocupaciones. Las arrugas que denotan cansancio y las maldiciones porque crees en su hipocresía.

¿Después de todo este tiempo, pensaste que no notaría tu entrecejo?
¿Que no aclamaría a uno de los tantos mundos que estaban destinados?
¿Que tu Dios tiempo sería el que marcara mi ultimátum?

Ya no espero que entiendas a una hija más,
Que sufre por condenas que poco tienen que ver con sus orígenes; aunque no sea fiel.
Que poco tiene que ver con su bolsillo; aunque viva en pésimas condiciones.
Que termina en ese camino marcado. Que hoy me muestro como desertor.

Los trazos estipulados por las velas me conducirían al final del camino, las flores se caerían de los árboles anunciando el adiós que se mantenía tácito. La primavera que moría lenta, después que dos enamorados perdían la fe en su amor. La manzana podrida que recitaría taciturna, palabras injustas de poder sobre valorado.

La muerte; esclava de los contenidos de papiros incendiados por tus opositores. La sonrisa, que flaquearía cuando tus ojos posaban olvidados en vistas hacia arriba; tonos abandonados de trabas del corazón.

Me alejo de lo común y ordinario. Me envuelvo en melodías sumisas porque mi alma lo es.

Confieso que la senda, llena de pozos y pecados, no es tan mala después de todo, porque como verás, querido, todavía no acepto mi final... que me espera desesperado, esperanzado.

Noche sin café. [Editando] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora