La de hoy y siempre

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- ¿Alguna vez pensaste que somos tan diminutos entre tanta inmensidad? – pregunté consternada – Como si fuésemos esas hormigas que trabajan toda la vida porque es lo único que conocen, entonces transitan terrenos peligrosos hasta que llega uno de nuestros zapatos y expiran. Así como si nada. – son pensamientos random que me inundan de vez en cuando la garganta, entonces simplemente los dejo salir.

Así me pasó en varias oportunidades sin tener oídos que realmente entiendan el mensaje oculto que quiero transmitir; nunca fui buena diciendo las cosas de una sola vez. Supongo que ésta no sería diferente.

- Ahora resulta que estamos todos locos. – añadió Claudio - y consumidos por quien sabe que fuerza política de turno para caminar como soldaditos.

- Estás perdiendo perspectiva.

- No, vos tenés que dejar de fumar de la buena. O al menos compartí. – dijo divertido.

Así no se puede concretar una charla. Normalmente las amistades te ayudan a fragmentar tus pensamientos más negativos y forjarlos en algo bueno, porque claramente no estás en tus cabales. En todo momento, la mente es poderosa y controla la mayoría de las verdades o al menos las que creemos que lo son. Las tristezas nos conquistan y la desesperación de que todo llega demasiado despacio y todo se va demasiado rápido cuando la pasamos bien, es inminente.

Así es mi presente.

- Escúchame, mar... - dijo bajando la voz – estás demasiado tiempo pensando en pelotudeces en vez de pensar en todo lo bueno que tenés y cuidarlo. Acordate que, si estás más tiempo lamentándote en la nube negra que en disfrutar del paisaje, puede que llegue el día en que a ese paisaje le levanten un muro y te pierdas en el camino a casa.

- Tenés razón, pero de todas formas no me vas a entender.

El miedo, la oscuridad, la soledad, el aislamiento, son todas partes constantes en mi vida desde que me di cuenta que me sentía triste conmigo misma. Desde la baja autoestima, hasta el desarreglo. Peleas internas, guerras sangrientas y dolores en el pecho. Todo exactamente por lo mismo del día a día. No es que estoy pensando en lo que pasó, sino en lo que pasa. Las personas que me conocen saben que es así, aunque se cansen de mi negatividad y la obstinación con la esperanza de que algún día tal vez, mágicamente, cambie todo para mejor.

- Ya deberías saber que lo que no puede solucionarse, deja de ser un problema - finalizó mi querido amigo.

- Si no me hubiese hecho problema, tal vez no me importaría en primer lugar – concluí.

¿Qué es lo que nos importa? ¿Qué es lo que nos llena? ¿Somos conscientes de que el tiempo pasa y se pierde? ¿Nos pasamos las horas llorando por algo que no tiene remedio? ¿Acaso eso no nos hace humanos? Si viviéramos en un lugar aislados, ¿seríamos felices?

Muchas preguntas se hacen en la noche, cuando uno se va a dormir. Desde "¿para qué me trajeron al mundo?" hasta el "¿mi vida tiene algún fin?". Bueno, eso nos pasa a todos creo. La meta de la vida queda totalmente al azar. No creo que haya destino, ni somos elegidos para una misión. Tampoco creo que nos definimos por lo que sabemos, por lo que comemos o por si estamos bien en la economía, pareja, social, en fin. Nosotros nos definimos. Los demás solo forman parte de un papel crucial para las decisiones hacia ese camino. Al menos eso creo yo.

En la actualidad, mi universo es completamente destructivo. Tengo más defectos que cualidades. Más pesimismo que pensamientos positivos. Más lágrimas que risas. Y, aun así, la sensibilidad para admirar un cuadro, llorar por una situación de injusticia, dar un abrazo sentido, ser incondicional. Disfrutar un día de lluvia; ya que a la mayoría les deprime. Disfrutar una caminata. Estar informada. Aprender un nuevo idioma y otros miles de cosas que, por ahí, en ocasiones, me hacen feliz.

Es un aprendizaje.

Hasta el momento, mi alma repartida en varios fragmentos ha encontrado su lugar. ¿Y por qué digo esto? Porque cada personaje del cual cumplí un rol, cada decisión que tomé, cada camino que transité, me llevaron a dónde estoy parada. No es fácil reconocer que la herida está abierta y tampoco es fácil para los que te rodean admirarla desde lejos y sentirse impotentes por no ayudarte como vos necesitas. Pero algo es seguro, la única que puede curarse de este dolor, soy yo. Ni una ambulancia, ni un amor, ni un repentino golpe de suerte, solo yo. Sacar el veneno que acumulé durante todos estos años y sacarlo afuera.

- Mar, ¿vas a dejar de llorar? – preguntó con añoranza y tristeza en sus ojos.

- Creo que no – añadí satisfecha - si dejo de llorar, tal vez nunca aprenda. 

Noche sin café. [Editando] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora