A la impaciente

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Desde aquél fiasco e intento a acercarme a lo que alguna vez quise ser, senté mi culo en la silla y empecé a reflexionar. ¿Esto es todo?

Muchas veces, luego de los fracasos, pensamos en esa pregunta. Cuestionamos desde la decisión hasta la ejecución y el momento de la consecuencia. El esfuerzo, sudor, pretensión, amor, desamor, destiempo. Todo eso que conlleva armar y desarmar el escenario de la vida. Aunque pese y te quedes solo. Y le debas a la mitad de las personas. Y te hayas quedado sin absolutamente nada.

Ahí estaba. Otra vez sentada en la silla de mierda que se rompe cada dos por tres, sosteniendo mi lamento. Ahí... Leyendo una y otra vez la larga confesión qur habría plasmado en mi blog la noche anterior. Una cagada.
Llena de sentimientos. Llena de penas y reproches. Pero claro que sé que esto es mi culpa. Sola absorbí el efecto de mis defectos de aquellas decisiones. Sola me clavé miles de cafés. Miles de ilusiones. Miré los cuadernos con garabatos sin poder entender un sólo concepto. Pero aguarden.

Los besos queman.
Los abrazos persisten.
Los sueños se destruyen.
Los mundos se chocan.

La desesperación es mas fuerte que el dinero.
La necesidad es más fuerte que la lealtad.
La sonrisa es más tolerante que la lágrima.
Y todos en algún momento se van...

Aprendí muchas cosas; desde la desesperación claro. En ese momento de debilidad tenía que encontrar camino o la luz que modificara esta oscuridad que me atormentaba. No es sano para ninguna mujer estar más de dieciocho horas navegando en su laptop escribiendo pelotudeces y posteando todas las frases tristes de poetas muertos.

Y apareció.
Esa voz me sonó y retumbó en mi alma. Me aplastó la voluntad. Me hechizó. Y no fue más que de las tantas mentiras que me invento cuando prometen cosas sin sentido. "Conmigo todo estará bien"  "Jamás te lastimaría" "Nunca te voy a dejar".

Hay muchas versiones, diferentes atrocidades, como esas mentiras patrocinadas por la cultura. No crean en esto. Porque pasar dos veces por la misma situación no es sano para la mente ni para el corazón. Le tenés miedo hasta tu propia sombra. No confiás en nadie. Siquiera en tu sano juicio.

Lo quise mucho. Tanto que fue nublado el sentido común. Repetí el mismo error de armar valijas y correr a brazos cálidos mientras en mi casa me cagaban a palos. Me echaban. Me asesinaban la autoestima.

Tiempo después supe que estaba equivocada.
No de quererlo como lo quise. Sino de haberme movido por la necesidad.

Nadie puede salvarte si no quieres ser salvado en realidad.

Noche sin café. [Editando] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora