A la casa que no fue hogar.

23 5 0
                                    

Hay algunos recovecos que huyen, oscurecen y se tuercen

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Hay algunos recovecos que huyen, oscurecen y se tuercen. Que esconden secretos, que cuentan canciones, que cumplen deseos.

Hay maderas que se cansan. Se humedecen. Pierden fuerza y se quiebran. Que se reemplazan, se restauran, se fusionan.

Hay camas que aguantan mucho peso o poco uso, muchas caricias y golpes, consuelos y lágrimas. Reconciliaciones, reproches, recelos, planteos, amor, odio, el adiós sin vuelto.

Hay ventanas que te muestran el mundo, hay ventanas que te recuerdan la cárcel, hay ventanas que no llegan a ningún lado, hay las que guardan algo extraordinario, las que te recuerdan que estás bien donde estás.

Hay cubiertos que se pierden, de los que brillan y los que dejan de servir. Algunos se rompen, se extravían, que simplemente se oxidan. Otros los guardan los ancianos de colección, otros simplemente pasan de generación en generación...

Hay orígenes de lo electrónico que esclavizan, que hieren, que intoxican. Que te vuelven ciego, sordo y mudo.

Hay baños solitarios, fríos y extraños. Duchas tibias que enternecen, desoladas, que hierven. Que se llevan todo lo que está mal. Que guardan recuerdos, que queman la piel, que ocultan reflejos, que adornan pensamientos, que lavan pecados. Que aclaman fragmentos de aquellos pedazos que dejamos tirados cuando se rompe nuestro reflejo.

Hay puertas que se abren, puertas corredizas, puertas que no abren, puertas clausuradas, puertas obsoletas, puertas que te llevan a todas partes, puertas que traen desgracias. Puertas rotas y puertas desteñidas. Puertas que siempre quedan abiertas, puertas que jamás se abrirán.

Hay techos de madera, techos de cemento, techos de chapa, techos que te recuerdan que la mente asocia con lo desesperado. Techos que te recuerdan lo que habías olvidado, techos de aburrimiento, techos que nos acompañan, techos de ideas grandiosas, techos adornados, techos estrellados, techos que nos resguardan. Y algunos que simplemente... Desaparecen.

Hay una taza de café, de té, de mate cocido, de leche, de cualquier gusto desmedido. El aroma de la mañana en esa taza, la taza que te acobija, te inunda la garganta cuando tienes un problema, cuando tienes una charla, cuando tienes todo solucionado y cuando crees que es la hora de levantarse.

La taza siempre está ahí, esperando ser tomada por cualquier razón que valga o que no valga...

El suelo te recuerda el camino, los pasos, dónde fuiste y con quién, te recuerda las pisadas del tiempo y el polvillo de tu escapada al sol. Te recuerda las veces que lo transitaste en buena vibra, cuando lo arrastraste, cuando estabas enojado y cuando también pensabas en alguna solución.

El suelo siempre está a la espera de que lo sientas, y que no sueñes tanto...

La casa tiene tantas cosas ordinarias y tan extraordinarias que a veces olvidamos que todas las partes conforman un todo.

No olvidemos que lo tiene todo, y lo que no fue, también...

Noche sin café. [Editando] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora