Carta a la niña rota

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Hola, ¿cómo estás?
Hoy vengo a decirte que estás lista.
Ayer pensaba en tu motivación y en tu desdén de ocultar lo que sabes. ¿A qué temes? ¿Acaso no es suficiente? Ya estuvimos en ese borde imaginario de coser la boca o abrirla tan fuerte que se estremezca hasta el núcleo de la vida. Ya estuvimos excavando en las profundidades de un esquema establecido. ¿Lo entendés? No. Claro que no. Porque hubieses obrado de diferente manera. Sin embargo, en el fondo sabes muy bien que todos somos diferentes y hay batallas personales de las cuáles no tienen conciencia. No sabes nada de lo que pasa en realidad, en las cabezas de quienes más culpas del malestar y la frustración de tu vida. ¿No te aman como te gustaría? ¿No te cuidan como cuidaste? ¿Acaso somos clones de las pretensiones y expectativas? Dime si no te parece ridículo el hecho de que grites tanto pero a nadie le interese el contenido. ¿Buscaste otra opción más que el berrinche?
No te mientas. Porque eso es mucho peor. Mentirse es el peor crimen y castigo. Sin culpas. Sin remordimientos. Sin escrúpulos. Nada justifica que te destruyas. Porque eso que te dices en la cabeza y que la conciencia procesa como una información relevante, cava hondo, muy hondo, contaminando lo que podría ser tu salvación.
No te afligas dolor. Calma la expectativa. Deja que tu cuerpo sienta todo eso que te cortó en muchas versiones. Deja de mantener ese muro impenetrable donde te la pasas llorando.

Nadie va a entender.

¿Quién dice que no? Quién mejor que vos misma para salir del escondite. Ya nadie puede lastimarte. Ya nadie puede someterte. Ya no hay apocalipsis, ni platos voladores, ni invasiones en tu patio de juegos.

Tengo miedo.

Todos lo tenemos. Eso quiere decir que es real y que puedes materializar lo que haga falta para dejarlo atrás. No reprimas. Déjalo ir. Sacalo.

Ya es tarde.

No lo es. Tengo que convencerme de eso.

Noche sin café. [Editando] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora