Once años después...
Apenas y se sentía la ligera corriente de aire que corría, ya que el calor extremo de aquella extraña ciudad impedía totalmente su percepción.
En medio de una de las grandes calles de este lugar, se encontraban aproximadamente 150 personas con un aspecto bastante deteriorado, vestidos con ropas rasgadas y sucias. Todos tenían una mirada perdida, como si fueran locos sin remedio a punto de atacar a su presa. Pero algo los detenía. Se encontraban paralizados, rodeando algo, o más bien, a alguien, ya que habían formado un círculo perfecto y, justo en el centro, se encontraban dos chicos. Uno tenía el cabello negro y sostenía una pistola, apuntándola directamente a la cabeza del otro, que tenía el cabello rubio. No se encontraban a mucha distancia el uno del otro, así que era imposible que el tiro fallara.
—No dudes, sólo hazlo —dijo el chico que era amenazado por el arma de su compañero.
—Sabes que lo haré, de ser necesario —respondió el chico de la pistola. Su frente estaba cubierta por una ligera capa de sudor y sus ojos reflejaban desesperación, mezclada con miedo. El viento imperceptible agitaba un poco su cabello, pero no ayudaba en absoluto a eliminar aquel calor que recorría cada centímetro de su piel.
—Oh, no, Mike. Estoy seguro de que no podrás hacerlo, aunque tu vida dependa de ello —dijo el chico rubio que, para haber estado siendo amenazado de muerte, se encontraba bastante calmado. Su cabello brillaba gracias a los rayos del sol y, a diferencia de su compañero, tenía una mirada serena, aunque bastante cansada.
—Bueno, técnicamente estás en lo cierto, John. No puedo y no quiero hacerlo.
—Pero deberías hacerlo, ¿sabes?
—No. Debe haber otra forma... —respondió Mike. A esas alturas, la mano con la que sostenía la pistola empezaba a temblarle de manera considerable—. No quiero matarte.
—Sabes que no hay otra forma. Sólo uno puede salir con vida de ésta, y ése serás tú. Yo ya tengo mis días contados —dijo John, resignado.
—¡No! Ambos lo lograremos.
—Ya he dicho lo que tenía que decir. Ahora, por favor, aprieta el gatillo antes de que pierda el control como nuestros amigos de aquí a lado —dijo el rubio, mientras señalaba a las personas que los rodeaban. Al escuchar eso, algunos de aquellos locos empezaron a dar pasos temblorosos hacia ellos, ya que alcanzaron a percibir el insulto y la amenaza de escape que acababan de mencionar.
—Se están moviendo. Por favor, vámonos. No tienes que morir así.
De pronto, la mirada de John dio un cambio radical, pasando de ser una mirada calmada a ser una totalmente agresiva, histérica y perdida. Su rostro empezó a adquirir rasgos de lunático, tal y como las personas que los tenían rodeados.
—¿Qué no lo entiendes? ¡Si no me disparas en este momento, serás hombre muerto! Y yo seré el asesino, Mike. No pienso ceder ante la locura, así que, hazlo de una buena vez, o algo terriblemente malo va a pasar —concluyó, con una voz fría. Su cuerpo comenzó a temblar mientras que giraba en medios círculos la cabeza, de un lado a otro, como si tuviera un tic, dándole un aspecto aún más escalofriante del que ya podía lucir.
—Te juro que no puedo, amigo —soltó Mike casi sin aliento y mirando a su compañero con ojos suplicantes—. Te juro que...
Pero no logró terminar la oración, ya que John corrió y se abalanzó sobre él, haciéndolo caer y dar un fuerte golpe contra el piso.
Ambos forcejearon, pero John ya estaba poseído por la locura. Así que su fuerza fue mayor y logró arrebatarle el arma a Mike. Enseguida, se puso de pie y le apuntó con ella.
—¿Qué haces? ¿Acaso ahora tú quieres matarme? —dijo Mike, pálido, mientras miraba a John apuntarle a la cabeza con la pistola.
—Claro que no —respondió John, con una sonrisa malvada dibujada en el rostro—. Pero tampoco dejaré que tú me mates. No quiero morir a manos de un cobarde.
Al escuchar esto, Mike abrió los ojos con el horror reflejado en ellos, ya que sabía perfectamente lo que ocurriría a continuación.
—Te pedí que dispararas y no lo hiciste —continuó hablando John, mirando a su compañero con ojos saltones y con un gesto de desaprobación exagerado, el cual sólo podía significar que estaba a nada de perder los estribos—. En verdad, me has decepcionado como amigo...
—Entiéndeme, por favor —dijo Mike, con la voz quebrada. Las lágrimas amenazaban con brotar de sus ojos, pero él no lo permitía—. Está bien. Lo haré, pero detente ya. No quiero que te vayas de esta manera.
John lo miraba fijamente. Su expresión se había tornado nuevamente bastante calmada, pero no prestaba atención a las palabras de su amigo, ya que, a pesar de haber recuperado la compostura por un momento, la locura seguía absorbiéndolo, lentamente, poco a poco, cada vez más.
Después de quedarse callado unos segundos, sonrió con malicia y volteó el arma, apuntando hacia su propia cabeza. Al ver esto, Mike se sobresaltó mucho.
—Tú no pudiste matarme —dijo el rubio, con tono de reproche—, porque tuviste miedo. El miedo influenció más en ti que tu amistad por mí, y eso nunca te lo voy a perdonar. Ahora, que has decidido hacerlo, no te daré ese gusto.
Hizo una pausa para lograr un mayor efecto con sus palabras y lo consiguió: Mike simplemente se encontraba destrozado. Al comprobar esto, continuó hablando:
—Por favor, haz que mi muerte valga algo y sálvate. Ya sabes que estos locos odian los sonidos fuertes. El sonido del disparo te dará el tiempo suficiente para correr.
Mike miró durante unos instantes a John, intentando pensar en algo que pudiera decir para hacerlo cambiar de opinión. Pero, antes de poder formular aunque sea una palabra, sonó un "click" y un sonido ensordecedor se escuchó por los aires. A los dos segundos, el cuerpo inmóvil y ensangrentado de su amigo cayó al suelo.
—¡CORTE! —grita el director cinematográfico, Henry—. Perfecto, simplemente, PER-FEC-TO. Thom y Peter, vengan para acá. Tengo que felicitarlos por esta maravillosa escena.
ESTÁS LEYENDO
Thom & Harriet || (En edición)
Ficção AdolescenteThom Sternin es un actor británico que, desde que tiene memoria, ha conseguido grandes papeles y se ha ganado el corazón de muchas chicas que se han vuelto sus fans locas e incondicionales. Nunca ha sido altanero o presumido, y siempre ha dado el co...