13. Olivier Giroud

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Celoso empedernido.




Tengo dos gafas de sol en las manos, en este momento la elección de una se ha convertido en el mayor dilema. ¿Las rosas o las azules? Vuelvo a echarme un vistazo en el espejo y creo que terminare poniéndome las rosas, hacían juego con mi traje de baño beige.

—Santo Dios, que si soy afortunado —Escucho a Olivier decir en el marco de la puerta.

Giro en su dirección y sonrió al verlo con mi bolso playero enganchando en su hombro.

—¿Te gusta? —Pregunto mientras doy media vuelta y lo miro por encima del hombro.

—Supe que te quedaría perfecto en el momento en que lo vi —Dice refiriéndose al traje de baño. Él mismo lo había escogido ayer cuando nos fuimos todo el día para el centro de la ciudad.

—Gracias, mi amor. Nunca dude de tu buen gusto.

Camino hacia él mientras me pongo un vestido que cierro con un nudo al lado izquierdo de mi cintura. Le doy un beso que dura unos segundos para después ambos salir con dirección a la playa.

Cuando llegamos, tratamos de ubicarnos en un sitio no muy concurrido, cosa que es imposible: hoy es sábado y hace un calor de perros, todo el mundo está aquí.

—Creo que aquí estamos bien —Le digo y señalo una palmera que no está muy rodeada. Además, hace buena sombra.

Acomodamos nuestras cosas y seguido él quita su camisa y yo me despojo de mi vestido y mis sandalias. Saco el bronceador del bolso y pongo un poco en mi mano, no para mi, soy trigueña, sino para Olivier, que le fascina ponerse como un tomate. Yo usaré bloqueador.

—Gírate, bebe —Pido.

Me da la espalda y me dedico feliz y entusiasta a mi labor. Tiene una amplia espalda... y muy fuerte. Era totalmente normal que estuviera que botaba la baba por mi novio, ¿cierto?
Pero sus músculos están tensos y su posición es algo recta ahora. —¿Todo bien? —Pregunto confundida.

—Si —Contesta con un tono que deja mucho que desear. Me extraño pero lo dejo pasar, quizás estoy percibiendo mal.

Para ponerle en los brazos y el pecho, él nos mueve pero no le doy importancia. Termino mi trabajo y beso su mejilla. Le doy el bote de bloqueador y me pongo en las piernas mientras el me pone en la espalda.

Nos bañamos un rato y pasamos un buen tiempo. Olivier era demasiado divertido, no pare de sonreír en ningún momento. Luego de más de media hora en el agua decidimos que estamos sedientos e iremos al bar que hay a unos pasos de nuestra palmera.

Entramos y pasados unos segundos mi novio vuelve a poner esa cara de enojado que había olvidado mientras estábamos en el agua. Pedimos unos tragos, uno más ligero para él por que era el conductor asignado de hoy.

Volvemos a nuestro lugar y aunque se sienta, yo me quedo de pie tomando de mi vaso y riendo y bailando con un grupo de niñas que hacían una coreografía con una canción que sonaba en las bocinas del bar.

—Baila conmigo, amor —Rio y le tiendo la mano cuando ya he bailado sola unas cuantas canciones esperando que él se me uniera.

Pero lo único que consigo es que se ponga de pie en un brinco.

—Ven —Exige tomándome de la cintura y pegándome a su cuerpo.

—Ay, espera —Me quejo por que ha tirado de mi con un poco de fuerza—. No sé que te pasa pero dime si te vas a pasar todo el día así para recoger mis cosas.

Pero cuando hablo él ni siquiera se inmuta. En cambio, frunce el ceño y sus ojos permanecen en algún lugar al lado de nosotros. Su agarre se hace mas fuerte y antes de que pueda reaccionar tengo sus labios atacando los míos, en un beso demandante y duro. Una de sus manos baja a mi trasero y lo aprieta un poco sin ningún decoro, suelto un gemido de sorpresa por que aunque Olivier no era tímido o introvertido no era el tipo de hombre que mostraba afecto de ese tipo en publico.  Cuando se aleja por falta de aire tardo en volver a enfocarme.

Iba a preguntar que era lo que estaba mal con él pero su mandibula se aprieta y prácticamente ruge cuando habla: —¿Esos idiotas no piensan quitarte los ojos de encima o es que todavía no les ha quedado claro?

Y al girar para ver de que habla caigo en cuenta de lo que esta pasando. Hay un grupo de chicos ubicados frente al bar y aunque me cueste admitirlo estaban mirándome de una forma no muy respetuosa. Uno incluso fue capaz de guiñarme el ojo cuando sus ojos lograron subir de mis piernas a mi cara, eso fue suficiente para que Olivier quisiera meterle el trago que tenia en la mano por done obviamente no le cabria. Fui mas rápida y sostuve su brazo al mismo tiempo que ponía mi mano en su pecho para detenerlo.

—Son unos idiotas, no les hagas caso —Le digo mirándolo. Tengo que mover una de mis manos a su rostro para que dejara de dispararles con la mirada y se fijara en mi—. Amor, por favor. No les prestes atención, estoy aquí contigo ¿no?

Lo abrazo y permanecemos así minutos. Mirando el mar y la gente de alrededor.

—Ahora si me quiero sentar.

Asiente y toma lugar primero que yo en el chair long.

—Debo aceptar que te ves super caliente cuando estas celoso —Murmuro a la par que cruzo mis piernas a cada lado de su cintura y me acomodo en su regazo. Él no pierde el tiempo y enreda sus brazos por mi espalda, nuestros pechos calientes chocando.

—No son celos —Refuta con seriedad haciéndome sonreír—, solo no me gusto la forma en la que te miraban. Esos cabrones te desvistieron con la mirada y ni siquiera les importo que yo estaba aquí.

—Y eso no debe de afectarte por que eso es lo único que ellos pueden hacer: mirar, por que el único que puede tocar —susurro dejando sus labios a centímetros de los míos— eres tu. Solo tu.

Sus ojos se fijan en los míos y el recorrido que hace su mano de mi espalda a mi cara deja mi piel ardiendo. Acuna mi mejilla derecha y me acerca mas hacia él.

—¿Si digo que eres mía eso me hará sonar como un machista posesivo? —Su pulgar acaricia mi labio inferior y yo río por su pregunta.

—No lo puedes decir tú pero yo si. Soy tuya.

—Me gusta pensar que eres mía. Como yo soy tuyo, por supuesto —Me dibuja una sonrisa y me mira con esos ojitos que me vuelven loca.

Sonrío por sus palabras y esta vez si ya no aguanto mas, nos fundimos en un beso pasional y quizás algo intenso para el lugar publico en el que estamos.

Al separarnos, él llega a una gran conclusión:

—No debimos comprar ese traje de baño.

Ruedo los ojos con diversión. ¿Que iba a hacer con este celoso empedernido? Amarlo, pues.

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