Estaba asustada.—¿Quieres abortarlo?
—Nadie podría decirme que no.
—¿Y si el papá desea tenerlo?
—Él no es quien lo cargara nueve meses.
Era la tercera vez que el avance aparecía en la televisión. Al parecer hacer maratón de los entretenidos programas de remodelación de casas no había sido una buena idea; no por el programa sino por el anuncio que salía una y otra vez y mi corazón se detenía cada vez que lo pasaban. Algo realmente estúpido. Pero cuando escondías un secreto como el mío y tenias a tu novio al lado todas las señales parecían verse un poco mas llamativas.
Me remuevo en el sillón y trato de silenciar la televisión disimuladamente, el control remoto casi cae de mis manos cuando la voz de Bill suena en todo el lugar:
—Eso es tan egoísta.
Cierro los ojos por que sabia que tarde o temprano pasaría. Conozco demasiado bien a Bill como para no esperar una opinión acerca del tema, pero el estaba tan sumido en lo que sea que estaba leyendo en su celular hace mas de una hora y tenia la esperanza de que simplemente no prestara atención a lo que veía, y menos justamente cuando pasaban el dichoso debate pro-vida que transmitirían mañana.
Hago un ruido extraño con la garganta interrogándole de que me estaba hablando, haciéndome la desentendida.
—Eso, lo que dice la mujer. Piden igualdad de genero, pero si el papá quiere que la mamá aborte él es un inhumano, patán, sin corazón en cambio si la mamá es la que decide no tener al bebe ella esta en todo su derecho sin importar que quiera el papá.
Mis ojos se abren un poco cuando comprendo sus palabras, sin poder evitar girar mi cuello y observarlo con curiosidad.
—Eso es... muy cierto —Logro responder aunque mi mente es una maraña de pensamientos.
—Nosotros también tenemos voz en eso, ¿no? Digo, ustedes no pueden hacer bebes solas.
—Si, pero es duro en ocasiones —Hablo y por una alguna extraña razón siento culpa por decir aquello. Estaba en un dilema que tendría que resolver en menor tiempo del que pensaba.
—Es que eso no esta ni siquiera a discusión. Es una vida lo que llevan ahí dentro.
Sus palabras taladran mi cerebro sin compasión alguna. El peso en mi pecho aumenta y no soy capaz de prestar atención a mi exterior. Ahora escuchando lo que el decía me sentía aun peor y miserable. ¿Como pude en algún momento haber dudado de el? Aunque no debería estar tan segura aun. Todos somos buenos para opinar hasta que nos toca pasar por la situación en carne y hueso.
—Que mala costumbre la de los humanos de juzgar sin saber —Murmuró sin levantar la vista.
Su rostro gira hacia mi y no hace nada para ocultar la confusión que lo sorprende. Está totalmente desconcertando con el hecho de que yo esté "defendiendo" algo que él encontraba sin ningún argumento a favor.
—Yo no sería capaz de contemplar algo como eso. Que me señalen por juzgar, si quieren. Que las mujeres decidan sobre su cuerpo, estoy de acuerdo con eso, claro que si. Pero el pensamiento de matar una vida que tú misma creaste, debe de ser una decisión realmente difícil de tomar.
Mi cabeza se mueve de lado a lado negando en respuesta.
—Es que solo te asustas y piensas cosas estúpidas, en el que pasaría o si el querra estar contigo, si quiere un bebe —Mi mano vuela a mi vientre sin siquiera darme cuenta.
—Nena, pe... —La realidad parece golpearle en un segundo.
Sus ojos viajan de mi vientre a mi cara repetidas veces mientras frunce el ceño y niega un poco.
—No...
Yo no digo nada. No es necesario hablar, las lágrimas que se me escapan son respuesta suficiente.
—No... —Dice otra vez.
—Lo siento...
Mira la única botella de cerveza en la mesita de centro, cosa que nunca había pasado desde que salíamos juntos. Nunca me había negado a una cerveza cuando nos tirábamos en el sillón a simplemente hacer nada, era como una tradición entre nosotros. Por primera vez hoy yo había dicho que no, y de todas las razones posibles esta nunca fue una para él.
—Lo siento mucho —Sollozo.
Me quiebro sin poder evitarlo. El nudo en mi pecho es tan pesado y grande que me cuesta incluso respirar. Es esa clase de llanto en la que sientes que tu corazón no resistirá. Las lágrimas salen sin control. Bill se apresura a envolverme en sus brazos y darme ese abrazo por el que había estado rogando silenciosamente.
—No, no, no. ¿Por qué lo sientes? No te atrevas a disculparte otra vez —Su voz suave pero aún así se logra identificar la firmeza de su pedido.
Todo se siente incluso peor ahora. La culpa de haber pensado que él me pediría algo como no tenerlo, o que esos fueron mis propios pensamientos; que contemplé en cierto momento aquella idea por algo tan tonto como el miedo, me hace sentir tan mal que tengo que aguantar las ganas de vomitar. ¿Como pude haberme dejado dominar por el miedo de esa forma?
—Nena —Sus manos toman mi rostro para fijar sus ojos en los míos—, ¿Estas embarazada? ¿Estás segura? ¿Cuando lo supiste?
Sorbo la nariz tratando de calmarme. Sus pulgares limpian las lágrimas rebeldes que no dejan de resbalar por mis mejillas sonrojadas.
—La semana pasada cuando fui a mi examen físico anual —Intento repetir por que se que mi voz ha de sonar patosa y ahogada, pero él pareció haber entendido.
—¿Y por que no me lo dijiste?
—No lo sé, Bill. Estaba asustada. No sabía cómo reaccionarías, no tenemos ni seis meses saliendo y yo no estaba segura de si estaríamos bien.
—¿Pensaste que te rechazaría? ¿A ti y al bebé? —Suena tan dolido que el corazón se me estruja .
—Perdóname, por favor. Actúe como tonta, lo sé. Pero tienes que entenderme. ¿Qué haría yo sola con un bebé? Aún me falta un año de universidad y apenas consigo dinero para cubrir la renta.
—¿Quien demonios dijo que estarás sola? Es mi bebe. Tu eres mi mujer. ¿Qué hago para que entiendas eso? —El agarre en mi rostro se hace algo fuerte y cierro mis ojos por que él se oye desesperado.
—Lo se, mi amor. Y ahora estoy más segura que nunca.
—Y espero que nunca lo vuelvas a dudar. Te amo. Te amo demasiado. Y también amo a esta pequeña criatura —su mano baja a mi estomago y acaricia el bulto casi imperceptible, apenas hay una diminuta curva—, que es la prueba más grande del amor que siento hacia ti. ¿Entiendes, verdad?
Asiento sonriendo. No pasa tiempo cuando él pega sus labios con los míos. Sus carnosos y suaves labios que se sienten como tocar el cielo con las manos, esta noche aún mejor. Puedo oír las palabras que no pronuncia: que estaría aquí para siempre y que de ahora en adelante esta familia de tres sería lo más importante para los dos.
—Yo también te amo —Musito cuando termina el beso despacio y apoya su frente en la mía.
—¿De verdad estás embarazada? No puedo creer que seremos padres —Sonríe grande. Como si apenas hubiera caído en la cuenta, encantado con la noticia—. Si es varón quiero elegir el nombre.
Niego riendo.
—No le pondremos Istvan —Me apresuro a decir. Ni siquiera yo sabria pronunciarlo.