Capítulo 6

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Volar no es un don

Quizás hice mal en no ir más a la Escuela Dominical con mi abuela. Es posible que todo esto sea un castigo de Dios para mí. Yo lo veo como un castigo. En cambio, si esto le hubiese pasado a Elsie, ella lo hubiese tomado con mucha euforia, ella es fan de la inmortalidad, le encantan las películas de vampiros, hechiceros, todo lo que tenga fantasía; lo que muchos llaman «ficción». Joder, si supieran que Charles Taylor está en el Segundo Cielo.

No me extraña que nada de esto se mencione en ningún libro. Si yo fuera Dios, también hubiese escondido este secreto de los humanos. Conociendo lo vanidosos que pueden ser, no me extrañaría que muchos de ellos vivieran haciendo sacrificios para venir al Segundo Cielo o Beta, como sea que se llame.

―Beta ―pronuncio haciendo una mueca.

Siento una presencia extraña a mi alrededor. Miro las paredes, entorno los ojos y veo que parecen como si estuvieran difuminadas. Me estrujo los ojos con los dedos para ver mejor y el efecto de difuminado desaparece. Sólo después me doy cuenta de que hay una silla acolchada en un rincón. Creo que tengo muchas preguntas que hacerle al Ojos Grises. ¿Cómo puede traer cosas así no más? ¿Cuántos dones tiene él? ¿De qué está hecho?

Demonios, debí empezar con esas preguntas desde hace mucho. La curiosidad que siento ahora me está matando, es como si de repente me emocionara saber más sobre su naturaleza. Es como si estuviera frente a un personaje de una película de ciencia ficción o fantasía paranormal.

―¡Agh! ―exclamo fastidiada al recordar que tengo que ir al baño urgentemente. Creo que dormí un par de horas.

Refunfuño cosas mientras me muevo al borde de la cama con sutileza. Lo que menos quiero es manchar la cama de sangre.

―Vamos, con cuidado ―me animo mientras coloco los pies en el piso. Respiro hondo y me pongo de pie―. Oh, por favor... ―suplico caminando con lentitud hacia la puerta.

Desde que tuve mi primera menstruación he sufrido de dismenorrea. Mis reglas son largas y muy fluidas.

―¡Maldita sea! ―bramo cuando la sangre se desliza por mis piernas―. ¡Joder! ―hago un berrinche mientras me apresuro a llegar al baño.

¡Qué asco, maldición! No me gusta esto, odio que me pase esto.

Lo odio. Lo odio. Lo odio.

―¡Mátame ya, Dios! ―exclamo cuando me percato que dejé la bolsa con mis implementos en la habitación. Miro el piso y veo el desastre que he hecho, ni siquiera quiero mirar mis piernas. Y dejé la bolsa en la habitación. ¡Estúpida bolsa!

Se me escapa un sollozo y golpeo la puerta con mi puño. No saldré de este baño. ¡No lo haré! Quiero morirme ya. ¡Ahora!

De seguro el Ojos Grises ya debió haber visto el pasillo sangriento.

Maldije, así que, claro que debe haber escuchado.

―Abre la puerta, traje tu bolsa ―Me frustro cuando oigo su voz al otro lado de la puerta.

―¡Déjame en paz! ―ladro limpiando mis lágrimas―. Esto es humillante ―digo en muy baja voz para que él no me oiga.

―Es más humillante que llores.

―¡Ya vete de aquí! ―exclamo golpeando la puerta otra vez. Claro, él seguro tiene un oído súper humano―. Si no quieres matarme entonces vete. No me sirves ―escupo.

―¿Ahora quieres morir?

―¡Sí! ―rezongo―. ¡Si te pusieras en mi lugar me entenderías!

―Es increíble que aún no te resignes ―lo escucho decir y me cabreo más.

Deseo de arcángel[Disponible En Amazon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora