Capítulo 50

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Su nombre está grabado en mi alma

Haziel

Recorro cada pasillo pensando en la manera en que Niamh pudo impactar en la pared por culpa de Jared.

Sí, me envía oleadas de furia él impulso de Jared, pero por otra parte quiero encontrarla y hacerla mía hasta que pierda la consciencia.

Me he contenido mucho desde que la dejé en la mansión; la distracción con los caídos, la persecución, su oleada de ira que la dejó inconsciente por dos días aquí, nada de eso ha podido aplacar las ganas que tengo de sentir su piel con la mía. Su aroma, sus gemidos... El Creador sabe que trato de contenerme pero ya llevo con Niamh cerca de dos meses. En la Tierra no más de tres días, debido a que algunas horas las hemos pasado allá y otras aquí, pero en el Beta es otro tiempo, otras leyes, otros sentimientos.

Cuando pienso en cruzar hacia la derecha aparece Niamh al final del pasillo. Me quedo de pie viendo como ella también se detiene y enfoco mi oído para oír como su corazón empieza a acelerarse. Perfecto.

Aprieto mis puños al ver que aún tiene la minúscula bata de seda. De sólo imaginar que estuvo así con Jared me lleva a comprender la posible razón por la cual Jared la arrojó contra la pared. Pero eso no es posible.

«Cálmate, Haziel»

Ella reacciona y se acerca con pasos lentos y mirada baja. Se está mordiendo los labios y no sabe si tocarse sus manos o dejarlas extendidas a sus lados. Intento acomodar mi duro miembro pero es imposible ocultarlo y así no podré portar seriedad que necesito.

―¿Te duele algo? ―le pregunto deteniéndome a un metro de ella―. No ocultes nada de mí.

―Aquí abajo mis hemisferios extras no funcionan. ―Masculla sin verme.

―¿Cómo pasó?

―Pensé que Jared te lo dijo. ―Dice y se cruza de brazos con despreocupación. Entorno los ojos y doy dos pasos.

―Bered decidió llevarse a Jared lejos de mí. ―Le explico con cautela―. Sé lo que hizo, sólo me negué a ayudarlo, le tomará cerca de dos días recuperarse totalmente ―ella me mira. Sus ojos avellanas tienen un leve rastro de preocupación.

―Jared no tiene la culpa. ―Farfulla y casi le creo que le interesa―. Él no supo cómo reaccionar, fue sin premeditación.

―Y sin compasión. ―Añado con saña y ella no entiende.

―No quiero que lo deseches. ―Me suplica―. Él realmente estaba arrepentido, sé que no me cae bien, pero no quiero que pierdas un buen hermano por algo que se salió de control.

―Sigo esperando que me expliques.

―Él me encontró en la enorme y descomunal biblioteca ―responde tajante y aprieto mis dientes―, justo cuando pretendía mirar mejor tu réplica de la Torre de Babel.

Ella estuvo allí. En mi espacio prohibido, allí están mis creaciones, mis réplicas de todo lo que más cuido.

―No sé cómo llegué allí ―se apresura a decir―. Sólo caminé y caminé... ―sacude la cabeza.

―No debiste si quiera empezar a bajar las escaleras.

―No había un letrero que me lo prohibiera. ―Se defiende y por su tono está empezando a enojarse.

―¿Cómo te sentirías si leo tu diario personal? ―le pregunto y ella me mira ceñuda.

―No sabía que era tan importante para ti que yo lo viera.

Deseo de arcángel[Disponible En Amazon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora