No puedes correr lejos de mí
―¿No será visible en tres días? ―le pregunto mirando la palma de mi mano.
―No puedo asegurarlo. Son muy pocos días, sin embargo, en una semana no quedará marca.
―Bueno, ¿sabes algo? ―lo miro recelosa y él me mira.
Estamos sentados en los cojines que están en el piso. Bered está de rodillas, con su peso sobre sus pantorrillas y yo estoy sentada frente a él con mis piernas cruzadas.
―Me gustaría conservarla. ―Miro nuevamente mi mano y él ríe.
―Bien. ―Parece no creerme.
―En una cicatriz bonita ―musito.
―Si fueras mi Jephin, te juro que eso te hubiese costado mucho ―dice en un tono medio serio y medio jocoso.
―¿Por qué?
―Porque esa cicatriz te la hizo un caído. ―Se pone de pie y yo rápidamente lo imito.
―¿Te enojaste?
―No. ―Camina hacia las ventanas.
Claro que está enojado. No se enoja como Haziel, pero cada quien se enoja como le da la gana y, a decir verdad, me gusta más la forma de enojarse de Bered. Es más fácil de llevar, hasta me siento culpable de haberlo hecho enojar con mi estupidez de «quiero conservar la cicatriz que me hizo un caído». Eso sonó hasta suicida.
―¿Ya te vas? ―Lo sigo casi trotando―. Pero yo no quiero que te vayas. ―Él se gira y me mira confundido.
―¿Por qué?
―Porque estoy sola. ―Me abrazo tímidamente―. No me gusta... estar sola.
Él no dice nada y yo no me atrevo a mirarlo. Dos segundos después me arrastra hacia los sofás y se sienta a mi lado.
―Bien, hablemos.
―¿De qué? ―me acomodo en el sofá y miro la curiosidad en su cara.
―De ti.
―No soy interesante. ―Manoteo―. Bueno, quizás un poco ―bromeo y él ríe.
―¿Cuál es tu color favorito, Jephin?
―No lo sé, siempre digo que el azul, pero el blanco es lindo ―respondo haciendo una mueca―. ¿Cuál es el tuyo?
―El gris.
¿Será una coincidencia que ese sea el color de sus ojos? Oh, ni siquiera puedo decirle que tiene unos lindos ojos, no más lindos que los de Haziel, pero merecen ser admirados. En todo caso, no puedo decirle a Bered que puedo ver el verdadero color de sus ojos, Haziel me estrangularía.
―Mmm, ¿no tienes Jephin?
―No ―responde―. Y creo que es difícil tener una.
―¿Por qué?
―Porque me despojaron de la que tenía ―dice con normalidad.
―Oh, no sabía...
―Es pasado. Ahora, me gustaría saber si te gustan los peces.
―¿Los peces? ―lo miro desconcertada.
―Yo tengo una inmensa pecera en mi morada. ―Sonríe―. De hecho, deberías visitarme. Mi morada tiene una hermosa vista el mar.
―Oh, me encantaría ―le digo con sinceridad, pero tratando de ocultar toda mi emoción.
―Jared también vive frente al mar, su morada es más grande que la mía, pero ese no es el tema.
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Deseo de arcángel[Disponible En Amazon]
SpiritualPara Niamh Browne un reto siempre era aceptado. La curiosidad era parte de su esencia, y también no dejarse dominar por nadie. Todo ello se juntó él día de su décimo noveno cumpleaños cuando tiene un accidente y es salvada por un ser celestial que l...