Capítulo 25

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Sin espejos

―Esto ayudará mucho ―digo con los brazos en mis caderas fijando mi mirada en el reloj analógico que se encuentra en la pared―. Gracias por considerarme ―murmuro.

―No es la gran cosa ―dice detrás de mí y me giro para verlo.

―Claro que sí, eso me facilita saber la hora aquí en el Beta.

―Si tú lo dices.

Odio esa frase.

―Bueno, nos quedan cuatro días y medio. ―le digo suspirando con cansancio―. Que me hayas regalado un reloj es un punto más en nuestra amistad. ―Él asiente casi con dudas y frunce levemente el ceño.

―¿Un punto por el reloj? ―pregunta y sonrío.

―Vale, te daré otro por el reloj de pulsera.

―Sigue siendo poco ―musita y ruedo los ojos. Bueno, por lo menos parece estar de buen humor.

―Te daría diez si me compras unos jeans.

―Mmm. ―Lo piensa y yo hago una oración interna para que acepte―. No ―dice cortante y yo resoplo.

―No sé por qué me ilusioné ―murmuro caminando hacia el banco empotrado que se encuentra en la ventana más cerca―. ¿Cómo hiciste para colocar los cristales? ¿Los traes desde la Tierra? ―Me siento haciendo una mueca al recordar que tengo las bragas de la abuela de Haziel.

―No precisamente ―responde y lo miro curiosa.

―¿De dónde...?

―Tenía cristales de reserva ―me interrumpe acercándose a una ventana. Mete sus manos en los bolsillos de su pantalón de chándal y mira a través del cristal con expresión tranquila.

―Oh, ¿rompes ventanas seguido? ―bromeo y él sonríe.

―Los vidrios están aquí desde mucho antes que los humanos aprendieran a fabricarlos, y solo hay cristales en tu habitación.

Eso sí que me toma de sorpresa. Y es verdad, todo esto debe estar desde mucho antes de la época de... ¿Moisés? En fin, no seguiré preguntando porque le daré la razón en cuando a mi costumbre de preguntar a cada segundo.

―Bueno, son las dos de la tarde y allí está mi cuaderno ―refunfuño lo último mientras señalo hacia la cama.

―Oh, sí, tienes que anotar algunas cositas.

―Bien... ―Estiro mis brazos y roto mi cuello.

―¿Te duele algo?

―El dolor que sentí cuando desperté fue horrible, pero... ―roto mis pies―. Media hora después ya no me dolía nada. ―Hago una mueca―. Quizás me siento cansada, es como si ―manoteo― el aire fuera más liviano, siempre ha sido liviano acá, pero es como más liviano...

―El aire del Beta no está contaminado ―me explica―. El aire de la tierra sería igual de no existir los automóviles, los aviones... las fábricas. ―Se encoje hombros como si le diera igual.

―Oh, pues se siente genial respirar aire limpio.

―¿Qué otra cosa rara sientes? ―indaga con voz neutra.

―Me siento más liviana, también ―murmuro mirando mis manos.

―Bueno, el Vixtal limpia tu estómago y demás órganos.

―¿Quieres decir que elimina cosas?

―Sí.

―Pero, no he bajado de peso ―mascullo y él ríe suavemente.

Deseo de arcángel[Disponible En Amazon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora