Capítulo 24

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Uvas y menta

Abro mis ojos y para mi preocupación todo está nublado. Intento respirar y me ahogo en el proceso. El pánico me posee y empiezo a gritar, el problema es que no escucho mi grito, no escucho ni veo nada, es como... si estuviera debajo del agua. Sí. Exactamente igual.

Mi corazón acelera sus latidos advirtiéndome que puede que se recaliente y se pare de golpe. Que se detuviera sería un alivio.

―...sólo toma... segundos. ―La voz se escucha estrangulada, lejos y con interferencia, eso sólo hace que me sacuda.

Sé que me estoy moviendo con violencia, pero pareciera que estoy sorda y medio ciega; lo único que puedo sentir es algo cómodo debajo de mí, lo que me indica que probablemente estoy en mi cama y nadie me está ayudando, a pesar de que Haziel esté viéndome retorcer y seguramente escuchándome gritar.

¿Pasó algo malo en el proceso de purificación? ¿Tiene algo que ver con mi mitad nefil? ¿Quedaré sorda para siempre? ¿Mi vista será borrosa desde ahora? Empiezo a maldecir con todas mis fuerzas adrede. Si Haziel está a mi alrededor...

―...maldecir, Nia. ―otro susurro. Estrangulado. Lejos.

Dejo de patalear cuando una mano se posa en mi boca deteniendo mis maldiciones. Eso era lo que quería desesperadamente, sentir las manos de alguien. Y lo admito, decidí maldecir porque sabía que él se acercaría a mí, y necesito su cercanía jodidamente en estos momentos. ¿No me querrá con estos defectos? En realidad, si no te quiso antes...

Niamh, Basta. Oirás y verás, sólo espera un poco.

La voz de Haziel me deja inmóvil sólo un par de segundos, luego empiezo nuevamente a forcejear con quien sea que me esté sometiendo.

Es Bered, trata de ayudarte.

―¡No! ¡No! ―Mi corazón late con más fuerza cuando oigo mi propia voz―. ¡Esto está mal! ¡Mal...! ―Aparto las manos que intentan tapar mis gritos y sacudo mi cabeza.

―Tranquila, tranquila...

―¡No puedo oír bien! ―sigo chillando y parpadeo limpiando mis lágrimas con una mano sin dejar de forcejear con la otra. Sólo allí me doy cuenta que mi vista está mejorando al igual que mi oído.

―Si no te calmas es peor ―me reprende alguien.

―Déjala, igual se recuperará en unos minutos.

―Puede caerse de la cama, Haziel.

―Déjala ―ordena―. No la toques ―las manos de Bered me dejan y yo me estrujo los ojos―. Ves, ya se está calmando ―añade él en voz baja.

Me incorporo y me mareo un poco antes de sentir nuevamente el colchón contra mi espalda. Mi ritmo cardiaco aún sigue acelerado y mi garganta está empezando a arder.

Estás débil, pero pasará en unos minutos.

―¿Cuánto tiempo ha pasado? ―pregunto en un jadeo y al tragar siento que me estoy tragando un montón de clavos...

―Su voz sigue alta, aún no oye bien ―escucho susurrar a Bered con su voz tan juvenil.

―Ay, me duele el alma ―me quejo.

―Tranquila, pasará...

―¡No me toques! ―digo con voz chillona apartando con brusquedad las manos de Bered.

―No te haré daño.

―No la toques y ya ―espeta Haziel y decido no moverme. Joder, duele mucho y él me había dicho que dolería sólo un momento.

Deseo de arcángel[Disponible En Amazon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora