Capítulo 12

8.9K 964 206
                                    


Ángel Vengador


Haziel

La primera cosa rara que noto al entrar a la cabaña es la bolsa que está en el sofá. Camino hacia ella y la rompo para ver lo que hay en su interior.

Respiro hondo.

Muy hondo y el corazón se acelera como el motor de un Zenvo.

―¡NIAMH! ―bramo con los puños apretados y la busco por toda la casa―. ¡Joder! ―le doy un puñetazo a la pared haciéndola añicos.

¿A dónde pudo haber ido con todos esos cardenales? Si la hubieses protegido bien no le hubieses dejado esos cardenales. Pude haberla sanado, pero no se lo merecía, no tan pronto.

Joder.

Salgo al porche y controlo mi ira. Mi pecho sube y baja al imaginarme todo lo que puede pasar y todas las posibles cosas que estoy por hacer me vuelven loco. Cierro los ojos y respiro hondo muchas veces, trato de concentrarme alejando todos los malos pensamientos de mi mente y el aroma de Niamh emerge.

Abro los ojos y empiezo a seguir su estela con pasos cautelosos. No puedo ir rápido, no percibiría su aroma de esa forma, tengo que caminar.

Cuando llevo dos kilómetros pierdo el aroma a sangre de Nia. Mi rabia no me deja concentrarme y odio ser tan débil. Detesto no poder controlarme.

―Vamos, Haziel ―me digo cerrando los ojos―. Luego te enojarás, ahora sólo debes encontrarla. ―Suspiro y cuando inhalo el aroma aflora.

Le sigo el rastro con impaciencia. ¿Cómo pudo haber escapado? Porque eso es lo más obvio, sólo percibo su aroma, ella caminó todo esto sola, nadie la obligó, ella escapó porque así lo quiso. El dilema es, ¿por qué se atrevió? ¿Lo estaría planeando con premeditación?

En realidad, lo raro sería si no se hubiese escapado.

―Basta, Haziel ―me reprendo y cuando llego a la primera casa percibo otro aroma.

Azufre.

Oh, Dios.

―Oh, no, Niamh. ―Me paso las manos por mis cabellos y sigo los dos aromas imaginándome el peor de los casos.

Oh, Señor Dios. Grande en misericordia y tardo para la ira. No permitas que el caído le haga daño.

Para cuando llego a la carretera mi primera oración durante milenios se corta de golpe. Los aromas terminan acá, ¿Por qué? ¡¿Por qué?! ¡¿Por qué tiene que pasarme esto a mí?!

Vamos, cálmate. No digas la mala palabra, contenla un poco más.

―¿Dónde? ¿Dónde? ¿Dónde? ―Miro a todos lados y por más que me concentro no percibo otro aroma.

Cielos. Él se la llevó en una moto. ¡Esto no puede estar pasándome!

―Oh... ―Caigo de rodillas y mi respiración se agita. Mi corazón espiritual empieza a doler y eso no pasa desde que llegué al Beta.

Mi consciencia empieza a echarme la culpa y yo me enfurezco. ¡¿Por qué tendría la culpa yo?! No la quieres y se lo dejabas claro cada vez que podías.

―¡Por los ángeles del Coro Celestial! ¡¿Qué hay de malo en ser sincero a medias?! ―estallo y gruño golpeando el pavimento con mi puño cerrado. Como es de suponerse, hago un hueco golpeándome con algunos fragmentos que saltan hacia arriba.

¡Dios! ¿Qué hay de malo en ella? ¿Por qué tiene que ser así? ¿No podría mostrar algo más de respeto hacia mí? Ella siempre me sacó de quicio, no puedo tener la culpa de todo esto sólo porque ella me dio razones para no quererla como se debe. De hecho, la quieres como no se debe.

Deseo de arcángel[Disponible En Amazon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora