Capítulo 33

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Maldita existencia

Me detengo frente a la puerta doble de madera y luego entro sin pensarlo dos veces. Cierro la puerta con seguro y me quedo con la oreja pegada a la madera. Si estoy aquí él no intentará romperla. ¿O sí?

―Bien, es menester que sepas que... ―él se calla cuando grito y me giro de un salto.

―¡No puedes entrar así! ―le grito tocándome el pecho.

―Es mi morada, puedo entrar a todos los cuartos si a eso te refieres ―dice como si nada y yo sigo con mi corazón acelerado.

―V-vete, no quiero...

―Estás siendo muy dramática.

―Bueno. ―Me cruzo de brazos intentando ocultar mis nervios ridículos―. Me imagino que a las Jerarquías también les parecerá dramático que tú me hayas... manoseado ―susurro lo último y él sonríe. Él sabe que esa sonrisa seductora tiene efectos no deseados en mí.

―No te manoseé ―dice con descaro y miro que tiene la rosa en su mano derecha―. No pude.

―Claro, saliste corriendo porque sabías que estaba mal ―lo acuso con enojo.

―Te dije que no me recordaras lo que ya sé. ―Se pone serio―. Y ya que te estás dando alardes sobre el beso que jamás te di, entonces, es bueno que te explique la razón por la cual lo hice. ―Siento que me sonrojo, pero de rabia―. Estaba probando tu obediencia ―pronuncia y yo sacudo la cabeza sin entender.

―¿Qué?

―Por lo que podrás haber presenciado, yo jamás te besé.

―Sentí tus labios en mi cuello ―le reclamo―. Sentí tu respiración, ¿crees que eso fue agradable?

―Creaste vino para mí. Así que, creo que sí ―dice con cinismo y yo aprieto mis puños. Bien, creé vino. Y no necesito tener un intérprete de aromas para saber que el aroma a vino se debe a mi excitación. ¡La excitación que tuve por su cochina culpa!

―Me... ―no encuentro la palabra―. Usaste coacción.

―No usé coacción.

―Entonces... ―Me masajeo las sienes.

Acéptalo. Me deseaste.

―¡No! ―exclamo avergonzada.

―Es decir, que no estás siendo obediente ―dice con un tono casi odioso y yo lo miro.

―¿Qué? ¿Estás diciéndome que no fui obediente porque me excité por tu culpa?

―Yo no hice nada. ―Se encoje levemente de hombros―. Sólo te abracé. Eso no es razón para que me desees.

―Claro, como yo no soy perfectamente atractiva ―le digo, ofendida―. No soy bonita, lo sé. Pero tú no eres feo, Haziel ―alzo la voz sintiéndome valiente―. No es necesario que me toques para que yo te desee, puedo tranquilamente imaginar que me tocas sin que lo hagas, y sólo eso es suficiente para excitarme por tu maldita existencia. ―Me encamino hacia las puertas que hay a mi izquierda y un segundo después mi espalda choca con la pared. Se me escapa un jadeo.

―No debiste decir eso ―me susurra pegando su torso al mío y colocando sus manos a ambos lados de mi cabeza. Por arte de magia mis pezones se endurecen con violencia.

―Dime exactamente qué y lo repetiré de nuevo ―jadeo bloqueando mis sensaciones y evitando mirarlo a los ojos. De hecho, sólo estoy mirando sus labios, los cuales están a escasos centímetros de los míos.

Esto es genial. Él lo está volviendo a hacer. Bien, ya veo que quiere que yo arda en el infierno y que a él le corten las alas.

―No me importa ―susurra y gruñe como si estuviera conteniendo algo―. Ahora mismo no me importa.

Deseo de arcángel[Disponible En Amazon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora