Especial de San Valentín

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Macy agradeció a Esme por la taza de chocolate caliente y se dispuso a beber con aparente calma. Jasper sería el único que podría adivinar su estado de ansiedad y, para su suerte, aún no había regresado de Canadá.

—Un nuevo somier, ¿eh? —dijo Emmett con diversión al acercarse a la cocina.

Rosalie y Macy se voltearon a mirarlo.

—¿De qué estás hablando, amor? —preguntó Rosalie al acercarse a su esposo.

—Edward ha llamado —comunicó Emmett y Macy vio que colocaba su celular con funda rosada sobre la mesa—. Lo dejaste en el sofá y decidí contestar cuando vi el nombre en la pantalla. El camión repartidor perdió un neumático por lo que se ha retrasado la entrega del somier.

—Gracias.

—¿Todo va bien entre ustedes? —preguntó Emmett.

Macy se limitó a mirarlo.

—Sí, ¿por qué no lo estaría?

—Solían estar pegados todo el tiempo. Hoy ni siquiera se han tocado cuando se despidieron. No necesito ser Jasper para notarlo.

—No hay de qué preocuparse. ¿Les importaría que tomara una siesta mientras espero?

—Siéntete como en tu casa —contestó Esme con calidez—. Tienes a tu disposición la habitación de invitados.

—Preferiría quedarme en la habitación de Edward.

Macy se acomodó en el sofá de cuero y se quedó dormida apenas cerró los ojos. La tensión en sus hombros y el cansancio general eran el resultado de un pésimo final para una maravillosa noche. Una vez que fue consciente de su desafortunada confesión, su cuerpo quedó tieso y no logró conciliar el sueño. En cierto momento, Edward sintió la necesidad de intervenir y le aseguró que no tenía nada de qué preocuparse.

Al amanecer, el interés de ambos se volcó en la evaluación de daños. Si bien no había plumas esparcidas ni faltaba una parte del cabecero, faltaban grandes trozos del colchón y las sábanas estaban rasgadas. En lo físico, Macy quedó con los labios hinchados, lo cual era de esperarse, y sus uñas se habían roto al haberlas clavado en la espalda del inmortal. Las marcas de mayor importancia eran unos cardenales en la parte trasera de los muslos, zona desde donde Edward la había sujetado para mantenerla aferrada a su cuerpo. De alguna manera, Macy había logrado esconder esas marcas de Edward y pensaba ocultárselo para evitar cualquier remordimiento.

Luego, en medio del desayuno, mientras forzaba cada bocado, recibió una llamada de Rosalie y se le ocurrió que podía salir de compras. Cualquier cosa era preferible a tener que quedarse a solas con Edward. Las dos pasaron la mañana recorriendo el centro comercial y regresaron a la casa de los Cullen después del mediodía. Si Rosalie notó que ella estaba actuando extraño, decidió no hacer comentarios sobre el tema.

Después de dos horas de una merecida siesta, Macy despertó al sentirse acompañada. Edward parecía haber llegado recién ya que cuando lo vio, todavía sostenía el pomo de la puerta con una mano.

Macy se frotó las manos cubiertas por guantes y apartó la manta que tenía sobre las piernas. Aquello estaba mal, muy mal. Se suponía que deberían estar más unidos que nunca después de haber hecho el amor. La noche anterior había sido perfecta y la felicidad remanente estaba siendo opacada por un error irremediable. Su error irremediable.

Edward se aproximó con cautela y le tendió la mano. Ella la aceptó al instante y se puso de pie.

—¿Hay alguna forma de que podamos suprimir de nuestras memorias lo que escuchaste? O tal vez puedas atribuirlo al calor del momento.

EN TUS DOMINIOS 《Fanfic Crepúsculo +18》©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora