Nirvana:
Quien diga que las mujeres tardamos mucho de compras es que no conoce a Hayden. Se había paseado por todas las tiendas cogiendo cosas, mirando el precio y soltandolas. Era frustrante.
-¿Te gusta esto para la cocina?-pregunto enseñándome un servilletero. Arrugó la cara y lo soltó.-No, ya no me gusta.
-Decidete ya, por favor.- comenté frustrada mientras nos paseabamos por una tienda de muebles.
-No podemos llevar cualquier sofá, tiene que ser bonito, cómodo y que quepamos los tres.
-¿Que te parece ese?- señalé a un sofá marrón con pinta de ser cómodo. Hayden lo miró y arrugó la cara (otra vez)
- Que mal gusto tienes.- contestó y siguió mirando.
Decidí sentarme en el sillón marrón a esperar a que Hayden se decidiese de una vez. Frente al sillón había una gran vidriera que daba a la calle principal. Podía ver desde aquí el parque, la heladería a la que tanto me gustaba ir con Lydia.
Recordé aquellos momentos que tenía guardados como si fuesen un tesoro, recuerdos de cuando había sido una adolescente normal, con no más preocupaciones que las de aprobar los exámenes.
Mire hacia el parque con el cielo del atardecer de fondo, desde ese sillón podía ver el banco del parque en el que nos solíamos sentar Isaac y yo a hablar de todo durante horas. Otra vez ese vacío en el pecho.
"Nirvana, para ya. Deja de autotorturarte de una vez, parece que no aprendes nunca la lección"
Me levanté y fui a buscar a Hayden, que estaba discutiendo con la dependienta de la tienda de que la pintura para las paredes era de color crema, no beige, que no lo intentase timar.
-¿Es que en el colegio no te enseñaron los colores?.- decía.- Que me traigan a alguien que se conozca la paleta de colores, por favor.
No pude evitar reirme.
Observe a Hayden mientras él seguía discutiendo con la dependienta, era un chico guapo, alto, rubio, con los ojos grandes de un color entre verde y azul, resultaría atractivo para cualquier chica, pero después de pasar tanto tiempo con él me había fijado en que él se fijaba más en los chicos que en las chicas.
-Vámonos ya.- dijo Hayden chasqueando los dedos frente a mi cara.- ¡despierta! Aquí no tienen el tono que me gusta.
Le seguí a través de la tienda hasta llegar a la puerta, el aire fresco de la tarde enredaba mi pelo.
-¿Te apetece un helado, Mandril?.
-Pues ahora que lo dices si, la dependienta esa me ha dejado con hambre. Los humanos son tontos.- contestó. Ya me había acostumbrado a sus comentarios de comerse a los humanos que no le caían bien.
Caminamos hacia la heladería que tan buenos recuerdos me traía y nos sentamos en la terraza para que Mandril pudiese fumar.
Después de haber pedido el helado nos quedamos sentados mirando la puesta de sol, los dos ansiabamos que llegase la noche.
-¿Que estas buscando?-preguntó. Fruncí el ceño en respuesta.- Me refiero a que estás mirando, no paras de mirar a todos lados.
-No lo sé, creo que sólo espero poder verlo.
-¿Aunque sea con otra?.- me preguntó.
-Pues no lo sé, creo que si lo viese con otra tal vez podría pasar página. Ya sabes que Blake...
-Espera.- me interrumpió.- Olvídate de Blake, es encantador y muy bueno, pero a quien quieres no es a él, así que deja de engañarte. Quieres al hombre lobo, ¿verdad?.-asentí.- pues olvídate de los demás, deja de mirar a todos lados como si las cosas fuesen a aparecer frente a ti y vete a buscarlo. Te has malacostumbrado a compadecerte por miedo a si le haces daño, pues déjame decirte una cosa y que te quede bien clara. No eres la primera vampira que se lía con un hombre lobo y te puedo asegurar que no serás la última. Yo también me enamoré de un hombre lobo hace muchísimos años y estuvimos juntos hasta que él murió, ¿lo pasé mal? Pues si, pero me aseguré de que todos los años que pasamos juntos fuese feliz.
Me había sorprendido, nunca había hablado conmigo de esta manera, nunca me había contado nada sobre su vida anterior y nunca se había mostrado tan vulnerable como ahora que me hablaba de su antiguo amor. Ya no parecía tan insoportable, y sus ojos brillaban con las luces de las farolas.
-Tienes razón, no puedo seguir así. Cuando acabe todo esto iré a verle. Pero... ahora cuéntame eso de tu hombre lobo.- le sonreí pícara.
-Me da que la historia tendrá que esperar.- sonrió y clavó la mirada en un punto detrás de mi.
Me di la vuelta y lo vi en el parque mirando su móvil.
Tan alto y guapo, con el pelo alborotado como de costumbre, con la sonrisa de un niño pequeño que acaba de hacer una travesura y, esos ojos azules, en los que tantísimas veces me había perdido.
Lo observe de arriba a abajo, esas manos con las que me había tocado, esos labios con los que me besaba, el pecho en el que tantas veces me había acurrucado y había llamado hogar.
Ahí estaba, a unos pasos de mi, tan cerca y a la vez lo notaba tan lejos.
-Isaac...-susurré.
Pero en ese momento se giró y nuestras miradas se encontraron.
Cuando me di cuenta ya estaba caminando hacia él y él hacia mi.
Y nos abrazamos, me levantó en el aire como lo hacía antes y me di cuenta el por que nunca podría olvidar a Isaac ni intentar nada con nadie más. No podría por que era él, era Isaac el amor de mi vida.
Hundió su cabeza en mi cuello y podía sentir como luchaba por no llorar.
-Te he echado tantísimo de menos. Intentaba olvidarte pero no...
-Lo sé.-le interrumpí.- yo tampoco he parado de pensar en ti. Ni un solo día, siempre te he llevado conmigo.
Levantó la cabeza y me miró a los ojos, los dos sabíamos lo que pensaba el otro, siempre habíamos tenido esa conexión, nos sobraban las palabras cuando nos mirábamos.
Me acarició las mejillas con sus grandes manos y yo puse las mías en su cuello y en menos de un segundo ya nos estábamos besando.
Un beso suave, delicado, como si fuese un espejismo y se fuese a desvanecer en mis brazos, lo abracé más fuerte acercándolo a mi.
-Prometeme que no te volverás a ir.- dijo con su boca a milímetros de la mía.
-Te lo prometo, ya no hay nada que nos separé.
Y nuestras bocas se volvieron a juntar.-----------------------
Isaac:
La tenía en mis brazos de nuevo, volvía a oler su perfume y a saborear el brillo de fresa que siempre llevaba.
Había llegado al centro con Lydia, pero cuando me di cuenta ya se había ido, no sabía cuanto tiempo había tenido a Ana abrazada, pero me parecía muy poco.
Paseamos y hablamos, me contó lo que había estado haciendo todos estos meses y lo que tenían planeado hacer para acabar con Leviatán.
No podía evitar besarla cada vez que podía y todavía no me creía que la tuviese ahí, conmigo.
-¿Quieres venir a casa?.- le pregunté.
Ya era muy de noche y estaba empezando a hacer frío, pero no quería separarme de ella.
Sonrió y asintió, y nos dirigimos a su coche.
Ana conducía y yo no podía apartar los ojos de ella. Ya no estaba tan delgada, se notaba la musculatura que había sacado de todo el entrenamiento que había tenido, su pelo seguía cayendo en ondas castañas y sus ojos seguían siendo de ese azul brillante. Y la tenía ahí, no era una alucinación.
Le puse la mano en el muslo y ella me la acariciaba mientras conducía.
Cuando llegamos intentamos no hacer ruido mientras subiamos a mi cuarto para no despertar a Chris.
Una vez en mi cuarto cerré la puerta con cuidado, me giré y vi a Ana mirando por la ventana, con la luz de la luna y las farolas iluminando su silueta. No lo pude evitar, avancé a zancadas por la habitación hasta llegar a ella, la agarré con una mano del cuello y con la otra de la cintura y la besé. Esta vez fue un beso fuerte, con pasión, apretandola más Y más contra mí.
Me quitó la camisa y me besaba el cuello, acariciando la cicatriz de la bala. La levanté en brazos y la acosté en la cama. La ropa iba desapareciendo hasta no quedar ni una prenda.
-Te quiero, Isaac.-dijo entre suaves gemidos.
-Te quiero, Ana.-le contesté mientras nos fundiamos en uno.
La volvía a tener conmigo y no la volvería a perder.
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Eres mi ancla (Isaac Lahey Fanfic)
FanfictionDespués de tantos años intentando olvidar aquel día, el destino me ha traído de vuelta a mi ciudad natal, Beacon Hills, el lugar de dónde provienen todas mis pesadillas solo que, esta vez no será todo tan malo.