Cuando el corazon se rompe

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Isaac:
Había estado muchas veces en el cementerio, cuando era niño solía venir cuando mi padre me pegaba para hablar con mi madre. En esta ocasión había venido a ver a otra persona. Allison.
Me senté al lado de la tumba, apoyando la cabeza en la lápida.
-Te echamos de menos, Allison. No te puedes imaginar cuanto.-dije mirando al cielo.-Se que es imposible que me escuches pero necesitaba hablar con alguien y, al fin y al cabo, los muertos no juzgan. He conocido a una chica, una chica genial, la amo, te juro que la amo pero las cosas se ponen difíciles. Pensaba muchas cosas, pensaba que después de ti mi corazón no seria capaz de latir con la misma intensidad, pensaba que los hombres lobo eran la raza dominante en este pueblo de mierda, pensaba que las personas que quiero se quedarían a mi lado, pero... Después de tanto tiempo tendría que haberlo visto venir, haberme dado cuenta de que estoy solo. La única persona con la que quiero estar no se que le pasa.-me reí.- Las cosas son efímeras, pero los recuerdos permanecen, y tu permaneces en mi cabeza, pero ella también. Siento sus ojos azules mirándome, o sus labios ligeramente más rosados de lo normal después de un beso llamándome idiota. Ojalá la pudieses conocer, me gustaría que lo hicieses, pero no puedes, los muertos se quedan muertos.-me quede callado cuando me di cuenta de que estaba empezando a divagar, que lo que decía había perdido por completo el sentido.
Me pegue mas a la lápida y empece a llorar. Si, a llorar, como nunca lo había hecho, oficialmente no tenía a nadie. Sin familia, sin gente que me quisiera, sin nadie, solo yo y mis pensamientos.
Cuando acabe de llorar como cuando tenía 8 años me levante del suelo y salí del cementerio.
-Isaac Lahey, supongo.-comento una voz femenina desde las sombras.-He oído hablar de ti, muchísimo.
-¿Quién eres?.-pregunte tranquilamente. En ese momento me daba igual todo, si me mataban estaba seguro de que me harían un favor.
La mujer salió de las sombras. Era una mujer alta y esbelta, bastante delgada pero con un cuerpo llamativo, sus pómulos eran altos y bien marcados. No tendría más de cuarenta años y así podría aparentar mas joven que yo. Iba vestida con un llamativo vestido rojo hasta las rodillas, ceñido a la cintura.
-La verdad es que tenían razón cuando decían que eras muy atractivo. Ha sabido elegir bien.-comento la mujer hablando para alguien que no era capaz de ver, hasta que un joven no mucho mas mayor que yo apareció justo detrás de ella.
-Por segunda vez. ¿Quién eres?
-Cariño, me llamo Celine. Pero teniendo en cuenta los formalismos actuales me deberías llamar suegra.-mi cara era una mezcla de sorpresa y espanto, hasta ese momento no me había dado cuenta de los ojos rojos de Celine. Ella sonrió ante mi estupefacción.-Creo que tenemos un problema con mi hija, no se que le pasa, pero si quiero saberlo tu eres el más adecuado para decírmelo. Vamos a algún lado y negociemos.
-¿Como se que no mientes?.-pregunte desconfiado, podría ser cualquiera que se quisiera aprovechar de Ana.
-Cielo, no tengo por qué mentir. Mi hija no me habia visto en años y cuando me vio habíamos cambiado las dos por completo. La transformación la esta volviendo loca, ha bebido la sangre de Leviatán y eso la esta trastornando, Leviatán quiere un juguete que le diga lo que quiere y si no hacemos nada por mi hija lo acabara consiguiendo y quemándonos a todos, y no se tu, pero yo le tengo fobia al fuego.- me quede pensativo ante Celine, tal vez decía la verdad o tal vez mentía, pero si decía la verdad tendría una oportunidad de seguir con Anie y olvidarnos de todo. Pero ella no quería volver.
-Nirvana no quiere saber nada de mi, me lo ha dicho.-dije cortante.
-Isaac, os llevo observando desde que mi hija se chocó contra ti en aquel pasillo del instituto, desde que os disteis el primer beso, desde vuestra primera vez, desde que le regalaste los claveles, he estado ahí observando en todo momentos y si estoy segura de algo en este mundo es de que ustedes dos están conectados por algo mas fuerte que el mismo cielo y de que el blanco engorda.-se acercó a mi y extendió una mano firme hacia mi con el nombre Sean tatuado en la muñeca.-¿Hay trato?
La mire pensativo, pensando en lo que me acababa de decir aquella imponente mujer. La mire a los ojos, apreté los labios y estreche su mano.
-Hay trato.-confirme

Eres mi ancla (Isaac Lahey Fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora