Las voces

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Nirvana:

Ya era de noche. Había llevado a Lydia a su casa y yo me había dirigido a la mía con un dolor de cabeza horroroso. Había momentos en los que se me nublaba la vista y tenía que parar, incluso me parecía tener alucinaciones, veía a gente entre las sombras, como escondiéndose de mi. No conseguí verle la cara a ninguno, estaba demasiado oscuro.

Por fin llegué a mi casa, la cabeza me seguía martilleando como si me estuviesen tallando el cerebro con un cincel. Caminé hacia la entrada tambaleándome ligeramente, saqué las llaves de mi bolsillo pero se me cayeron, me agaché a cogerlas pero una oleada de calor inundó mi cuerpo, sentía que me iba a caer pero gracias al cielo mantuve el equilibrio. Metí las llaves en la cerradura pero la puerta se abrió poco a poco, de alguna manera supe que era mi tía Rosie, no podía explicar como lo sabía pero de repente su perfume olía más fuerte, los sonidos de sus movimientos eran más precisos, podía imaginarme hasta el más mínimo movimiento de sus músculos.

Mi tía Rosie apareció en el umbral y de repente el mareo volvió.

-A... Ana, pensaba que estabas durmiendo. No sabía que habías salido.-me dijo ella, parecía feliz. Si, feliz, no entendía por que pero lo estaba. Había superado la desaparición de su marido en un fin de semana. Impresionante, realmente impresionante. Por lo menos ahora no cocinaría Sean.

-Salí con Lydia esta tarde, estuve de compras.-le contesté. De repente una pregunta me cruzó la mente y bueno... La curiosidad mató al gato, aunque, la curiosidad ha matado más ilusiones que a gatos.-¿A dónde vas a esta hora? Es demasiado tarde para ir a ningún lado.

Me miró durante unos instantes de incertidumbre. ¿Acaso ni sabía que contestar?

-Voy a dar un paseo, para despejarme y eso.-me contestó. No me lo creí, no era tonta y sabía identificar las mentiras y esta era una. Lo dejé pasar, mi tía se iba volviendo loca por segundos así que prefería no hacerle mucho caso, si ella quería convertirse en la loca del pueblo que se pasea por el parque de noche y le habla a los árboles pues bueno, ese era asunto suyo.

Entré en casa y el dolor de cabeza se hizo más intenso, ahora no sólo me pitaban los oídos sino que empezaba a oír susurros, voces que se hacían cada vez más intensas. Caí de rodillas en el suelo mientras me sujetaba la cabeza con las dos manos, no estaba segura de sí había gritado, no podía oír me ni a mi misma.

Las voces se habían convertido en un estruendo, podía oir cosas pero no sabía que significaban, se mezclaban las palabras en mi cabeza formando frases sin sentido.

El dolor se volvía más y más intenso hasta llegar a un punto insostenible y grité a más no poder, mientras más gritaba yo, más gritaban las voces que inundaban mi mente. Intentaba deshacerme de ellas pero se negaban a irse, reclamaban ser escuchadas a pesar de no las podía comprender, y lo intentaba, intentaba escucharles pero decían cosas sin sentido y palabras que nunca antes había escuchado.

De repente los brazos de alguien me rodearon.

-¡ANA!¡ANAAA! Escúchame.-gritaba la estruendosa voz, intentaba identificarla pero no podía, no lo conseguía.-¡Ana, reacciona!

Sentí que alguien me abrazaba y me sujetaba con fuerza. Había comenzado a tener convulsiones, sentía mi cuerpo agitarse, quería gritar a la voz que exclamaba mi nombre sin parar. ¿Quien diablos me estaba sujetando? Podría ser cualquiera, desde mi hermano hasta mi tío, y eso me asustaba.

-¡Anie!.-escuché esa voz, la voz que me había puesto ese nombre cuando tenía 5 años. Era Reid

De repente dejé de convulsionarme y el dolor de cabeza se fue haciendo más leve. Me di cuenta de que tenía los ojos cerrados cuando los abrí para ver lo que había a mí alrededor. Mi hermano estaba encima de mi asustado con Reid a su lado. Sus expresiones eran de asombro y terror.

-No es posible, no todavía.-dijo Reid. Parecía frustrado, al igual que mi hermano. ¿Qué estaba pasando?

Me intenté incorporar pero todavía la cabeza me martilleaba y ponía difícil el ponerme de pie. Lo seguí intentando de todos modos hasta ponerme de pie con la ayuda de Sean y Reid.

-Ana, debes sentarte y descansar.-dijo Sean. Un hormigueo recorrió mis ojos y los cerré, apreté mucho mis ojos cerrados. Los ojos empezaron a picarme y apreté aún más los ojos hasta que, finalmente, el hormigueo desapareció y abrí los ojos. Lo veía todo más nítido, los colores eran más vivos, cada movimiento era más firme, era como sí mi visión hubiese mejorado al 100%. En cambio, la expresión de Reid y Sean había cambiado de susto a pánico desenfrenado.

-¿Qué pasa?-pregunté, tenía la boca pastosa y con un sabor metálico en el paladar. -¿Qué coño pasa?

Reid apuntó aterrorizado hacia un espejo. Me levanté pesadamente con la dudosa ayuda de Reid y Sean. Me acerqué al espejo situado encima de una mesilla al lado de la puerta que todavía seguía abierta. Miré al espejo y un escalofrío me recorrió todo el cuerpo seguido por unas náuseas horribles, sentía que iba a vomitar ahí mismo.

Mis ojos eran negros, completamente negros. No había iris o esa parte blanca del ojo que no tengo ni idea de como se llama. Tenía los ojos como los de un demonio.

Me empecé a frustrar, agobiar y perder los nervios.

-¡¿QUÉ ME ESTA PASANDO?! ¡¿QUÉ ES ESTO?!.- grite a pleno pulmón mientras dirigía la mirada a mi hermano y su amigo.-¡ESTO NO ES DIVERTIDO!

-Ana, cálmate. No pierdas la calma.-me contestó Sean mientras se acercaba cautelosamente a mi con una mano extendida. Parecía que le estaba hablando a un pitbull enfadado y eso me enfadaba.

-¡¿QUÉ ES ESTO!? ¡¿QUÉ SOY?!.-grité a más no poder. Si seguía gritando de esa manera me acabaría haciendo daño en la garganta. Si no me contestaban acabaría cogiendo la horrorosa lámpara de mi tía y empezaría a repartir guantazos por todos lados.

-Eres un strigoi. Bueno, eres una chica así que serias una striga.- contestó una voz conocida. Miré hacia la puerta abierta y allí estaba, apoyado en el umbral como sí nada importante hubiese pasado, como si yo no estuviese al borde de una ataque de histeria.

Él me miró tranquilamente y sonrió como si nada.

-¿Quien eres?.-preguntó Sean enfadado mientras se interponía entre él y yo.

-Se llama Blake.-me limité a contestar.

Eres mi ancla (Isaac Lahey Fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora